Escrito por: Ernesto Soto Páez
Eso mismo les dice, acá su servilleta: pa´ servirles o como decía doña Borola Tacuche de Burrón: “a sus pies si no le rugen” y me presento así porque yo, la neta, aunque parezca nórdico, soy de la fauna endémica (¡qué gacho!) de la ciudad o séase tepiteño a carta cabal, educado en la escuela de la vida y formado en barrios como la Merced, la Curva por allá por Santa Julia y ¡cómo no hasta en San Juan Pantitlán y la Nueva Atzacualco!, pero siempre llevando clavado en mi corazón el Barrio Bravo, y por supuesto mi cuadra, entre las calles de José Joaquín de Herrera, Manuel Doblado y Vidal Alcocer.
Pos sí, muchos cuates me han querido aconsejar que no diga ya nunca más que soy Tepiteño, pero si lo niego la banda me lo va a reclamar.
Además en dónde voy a estar cincho o ¿mi base será de aire? Sí… soy de Tepis heis and Company y a mucha honra y si no les gusta, pinten su raya y pásenle por abajo.
Por mis venas corren residuos nutricios de las migas del barrio y en mis pulmones está asentado el polvo de su campo de futbol, el ahora llamado Maracana que ya se perdió en un mundo de puestos de fayuca, mercancías chafas y estructuras metálicas que de tan feas parecen Transformers mal hechos.
Pero es mi barrio y qué. Muchas historias corren con respecto a su origen: “que si tepito si hay peligro, te vuelvo a pitar” y la neta, a mí siempre me agarraron descuidado.
Haber nacido tepiteño me llena de orgullo, porque es más que un apostolado, más que una nacionalidad; es simplemente traer toda su cultura almacenada en mi herencia genética, en mí ADN, para que me entiendan mejor.
Por eso soy muy chambeador (aunque se dude, que le pego chido al camello); soy decidor, rudo y caperuzo y a veces me defiendo cuando me quieren alburear y si es albur… chupan; me cuachalanga de a buti las enchiladas de mole, las migas, la pancita y demás garnachas; me encantan los tibiris (antes eran los cachés) y bailar de a brinquito aunque nunca le pude llegar a ese baile tan especial que en otros lados no he hallado: al caché tepiteño le hago un poco de gestos y, les paso al costo que como todo buen tepiteño de cepa, me encanta la Sonora Matancera, la rumba, la guaracha y el son montuno.
Es más, como todo buen habitante del barrio que vio crecer a peleadores como El Huitlacoche Medel, El Ratón Macías, El Famoso Gómez y hasta a El Mudo Martínez, le hice al bofe en el famoso gimnasio Gloria; que me enseñaron a bailar los cuates de la vecindad, a un lado de las pachangas, pa’ poder danzar con las nenas y, le entré al trago pa’ saber que se siente, pero no fui vicioso.
Es más cuando saltaba la bronca me tenía que defender aunque me abarataran, pos es ley que si uno no mete las manos… hasta el más pendejo te pendejea.
El barrio es un microcosmos donde había de todo para divertirnos, desde los cines Acapulco, el Florida o el Cervantes, y hasta el cine Tepito, allá por las calles de Fray Bartolomé de las Casas, ya casi esquina con Vidal Alcocer.
En las cercanías estaba el buen centro nocturno Brasil, los cines Alarcón, Victoria, Bahía, por citarlos, aunque chacen y ustedes se acuerden de otros. Y qué decir de las calles de Rivero, heredero del mítico Órgano, donde los jóvenes perdían la inocencia y la virtud o lo malo del quinto.
¿Y qué decir de los caldos de gallina, los cafés de chales, la birria, el tepache y el pulque? Esos platillo o guisos… no sé cómo decirles, pero eran chidos, junto con los tacos de tripa del Carmen o los de suaperro de Peña y Peña esquina con Manuel Doblado. Enfrente de la pulcata El Gran Tinacal con su portal y también, enfrente, la Cantina Los 4 vientos. Pura vida que lo demás es botana.
Teníamos una alberca allá por las calles de El Carmen, nuestros jardines en San Sebastián o el de la Plaza del Estudiante, frente a la Primera Delegación, aclaro que entonces no venía pegando con tubo el mercado de Granaditas, hasta que se convirtió en el mercado de zapatas más famoso de Latinoamérica y tan tan.
En fin, solo me resta decir que mi barrio fue de obreros honestos, que los tepiteños somos bien chambeadores y que si ahora se habla de inseguridad (que sitio de la ciudad no lo es) no son de tepis, son batos balines furris y ya con esta se despide yo, un tepiteño del barrio donde se acuestan dos y amanecen tres.
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