Por: Redacción
Con el fin de conocer la temporalidad de pinturas murales prehispánicas, investigadores del Servicio Arqueomagnético Nacional (SAN) del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM utilizaron, por primera vez para Mesoamérica, el método de magnetización remanente pictórica para analizar el magnetismo de los minerales contenidos en los pigmentos rojos usados en la elaboración de las imágenes.
Este proceso, en el que se estima el campo magnético grabado en los minerales de los pigmentos, fue descubierto en 1997 por investigadores italianos (Roberto Lanza y Giacomo Chiari) y aplicado en frescos de dos ciudades romanas antiguas: Pompeya y Herculano.
Ahora, Avto Gogichashvili, Juan Morales, Ana María Soler y Jaime Urrutia Fucugauchi, integrantes del SAN, aplicaron la técnica con éxito a cuatro murales del centro de México.
Hasta el momento no se disponía de un proceso confiable de fechamiento pictórico absoluto; los arqueólogos datan las pinturas mediante estimaciones de temporalidad relacionadas con el contexto del recinto en donde son halladas. “Pero esta metodología abre una nueva perspectiva para la datación en las culturas mesoamericanas, y de otras partes del mundo”, dijo Gogichashvili.
La mayoría de los tonos rojos presentes en las pinturas murales prehispánicas provienen de pigmentos que contienen partículas de hematita y magnetita (minerales de óxidos ferrosos y férricos), que son libres de moverse y alinearse con la dirección del campo magnético terrestre (CMT) antes de secarse. “No se puede datar con otras tonalidades; es necesario que sea rojo para que pueda registrarse el campo magnético”, remarcó el universitario.
Murales analizados
“El objetivo de esta investigación fue determinar si el intervalo cronológico aceptado para el Templo de Venus (Cacaxtla), Templo Rojo (Templo Mayor, Tenochtitlán), Chapulines y Estrellas (ambos pertenecientes al complejo de Cholula), correspondiente al periodo Clásico y Posclásico Temprano, coincidía con nuestra “datación arqueomagnética”, explicó.
La investigación de los universitarios, publicada en el Journal of Archaeological Science: Reports, reveló que las edades estimadas para Chapulines (1105-1194 A.D. [anno domini]), Templo de Venus (1002-1308 A.D.) y Estrellas (340-649 A.D.) están dentro de la cronología y contexto arqueológico vigente.
No obstante, para el mural de Chapulines existe una controversia, pues la datación tradicional de la estructura -por medio de radiocarbono, con cerámica asociada, y por medio de la secuencia constructiva- apunta hacia finales del siglo I d.C. Estas técnicas, sin embargo, no datan la pintura de manera directa como en el caso del método arqueomagnético.
En cuanto al Templo Rojo, “encontramos que su temporalidad es similar a la de las otras pinturas: entre 300 y 1100 A.D., y no la estimada originalmente, de 1829-1888 A.D. Existe la posibilidad de que la imagen haya sufrido una alteración posterior a su elaboración, en un intento de restauración o repintado, pero no tenemos la certeza”, resaltó.
Y concluyó que no es posible usar carbono 14 para determinar la edad de la pintura, pues se requiere de materia orgánica, que por lo regular no se encuentra en el contenido de la pintura; tampoco la termoluminiscencia, que aprovecha la capacidad de algunos minerales de emitir luz cuando se someten a calor.
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