Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

El tema central en esta primera parte del año es el COVID-19, que ha distraído de noticias tan relevantes como la crisis económica, el desempleo, la reducción del PIB y los severos problemas de inseguridad en México.

Hemos hablado de los riesgos para la seguridad, de que es una guerra irregular contra un enemigo silencioso, invisible y letal; de los problemas que enfrentan los sistemas de salud; de la importancia de la seguridad social; y de la oportunidad que buscan los grupos delicuenciales, sobre todo en estos momentos de vulnerabilidad social y política.

Y ha sucedido: los cárteles aprovechan la coyuntura para hacer proselitismo distribuyendo despensas, los secuestros siguen a la alza y la delincuencia opera abiertamente, tanto, que desafía al Estado, cuyo jefe sólo se ha concretado a ordenar toda la consideración posible para los criminales, bajo el argumento de que son seres humanos. Sí, pero que cuentan con armamento de alto calibre y a la altura de los mejores ejércitos, que amenazan, extorsionan, envenenan con drogas, roban, secuestran y asesinan sin piedad.

El viernes 14 de mayo se difundió un video en el que el “Cártel Zicuirán Nueva Generación” anuncia su llegada a La Huacana, en Michoacán, como brazo armado del Cártel Jalisco Nueva Generación. Aparecen con armas de grueso calibre y por lo visto cuentan con armamento de guerra. En su declaración prácticamente amenazan a las fuerzas armadas para que no entren a esa región. Se dirigen con respeto y saludan al presidente de la república, al gobernador Silvano Aurioles y al Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo; pero advierten que derribarán a cualquier aeronave militar que sobrevuele por “su territorio” y quemarán a todo tipo de unidad que se atreva a entrar ahí, señalando que son los “dueños de la policía y del gobierno local”.

Al respecto algo tedrá que decir del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, el secretario de seguridad federal y sobre todo el titular del ejecutivo federal, porque él es el comandante supremo de las fuerzas armadas y su investidura no puede desvincularse de las instituciones fundamentales del Estado, porque él es el jefe de Estado. Los cárteles le declaran la guerra al Ejército, pero reverencian a su comandante supremo. ¿Es posible que haya un mando para dos contendientes? Parece absurdo, pero ahí están los hechos. Tal vez estemos ante un hecho histórico sin precedente.

Es obvio que este grupo armado, ilegal completamente, está cometiendo delitos en flagrancia, con gran desfachatez y aparentemente respaldados por autoridades civiles, cuya obligación es servir a los ciudadanos, no a las bandas de criminales, porque para eso fueron votados y contratados.

Esta es una más de las muchas, claras y descaradas declaraciones de guerra al Estado Mexicano y desde hace décadas la respuesta es el silencio de los gobernantes, cuya investidura es precisamente la jefatura del Estado, el único que posee el uso legítimo de la fuerza y curiosamente no ha hecho uso de esa facultad constitucional, que hubiera solucionado ese grave problema que aqueja a todo el país. Y sólo apegándose a Derecho.

Lo hemos advertido, lamentablemente está sucediendo.

Pero por lo visto no hay conciencia y tampoco de que estamos en medio de una pandemia en donde todos somos susceptibles al contagio, jóvenes, viejos, ricos y pobres, buenos y malos, civiles y militares, delincuentes y gente honesta.

México tiene dos frentes por lo menos en una doble guerra irregular: una contra un enemigo silencioso e invisible y la otra contra la delincuencia organizada. El gobierno también enfrenta el problema de una crisis económica que se agudiza con los días, un aumento del desempleo y los probemas sociales que conlleva. Crisis sanitaria, de seguridad, social y económica. Tal vez el panorama no puede ser peor. Esperemos que no.

Y los muertos por la pandemia, además de los crímenes cometidos a diario debido a la inseguridad, están así.

En el mundo los datos son estos (al viernes 15):

Podemos observar que a nivel mundial el impacto demográfico no es significativo, ya que 6 de cada millón de personas se ha contagiado de COVID-19; tal vez esta cifra sea un aliciente para impulsar más las acciones encaminadas a terminar con esta crisis de salud.

Sin embargo, en todo el mundo la media de recuperación es poco más de un tercio, por lo que vemos que este virus tiene un alto riesgo y es posible que los pacientes contagiados que logran superar la enfermedad, sufrirán secuelas a lo largo de su vida, lo que es un mal presagio para los sistemas de salud, que van a requerir mayor capacidad de atención y lógico, muchos más recursos para cubrir la demanda.

Y la letalidad promedio es de 6.22%, cifra preocupante, porque de cada cien contagios mueren más de seis y el número de infectados aumenta cada día y no logra estabilizarse, menos disminuir, por lo que la pandemia tiende a prolongarse, no obstante que algunos países han comenzado a vover a sus actividades normales, pero si no se toman las medidas adecuadas, la situación puede tornarse peligrosa.

Hemos podido observar como algunos países han bajado en la lista de los más contagiados y otros aumentan, como es el caso de China, que estaba en primer lugar y hoy ocupa el 12º, o México, que estaba muy por debajo y hoy ocupa el 18º  en la lista de los países con mayores contagios.

También podemos observar a los países que menos ha afectado en relación a su población, que por supuesto son naciones con un gran número de habitantes, como China, India y México; pero países que también tienen un gran número de habitantes como Estados Unidos, el virus ha logrado impactar a un porcentaje significativo, así como a países con mucho menos población. Vemos así que España, Bélgica,  España, Estados Unidos e Italia son los que tienen mayor impacto demográfico.

Respecto al nivel de resiliencia, que dice mucho de la capacidad de recuperación que hay en cada país, ya sea debido al sistema sanitario, a la inmunidad de las personas, o debido a factores hereditarios y otros muchos más; pero lo cierto es que países tan diversos como Arabia Saudita, Turquía, Rusia y Perú son los que registran menos muertes; en cambio los de mayor letalidad son Francia, Bélgica, Reino Unido, Italia, Países Bajos, España, México, Canadá y Brasil.

Estos datos nos deberían hacer pensar en estudios más profundos que diluciden el porqué de esto, ya que podemos observar que el factor determinante no es el desarrollo de un país, su riqueza  o su lalitud, ni los niveles del servicio sanitario, pero sin duda debe haber alguna causa para tener o no éxito en la gestión de esta pandemia.

Y en tanto, no olvidar los temas fundamentales para el mundo, que son la seguridad, la economía y el bienestar social. Y para eso debería ser la política, no para satisfacer las ansias de poder. Y menos para dividir o fracturar a un país.