Por: Redacción/
Algunas personas tienen factores hereditarios que las hacen susceptibles a desarrollar cáncer; sin embargo, ciertos agentes contaminantes pudieran impactar en el sistema inmune y detonar el cáncer de mama, indicó Karen Nava Castro, del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
Integrantes del CCA y del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM buscan determinar cómo algunos compuestos, como los aromáticos policíclicos (HAP) y los ftalatos, influyen en el sistema de defensa, sin importar los factores genéticos.
“Las personas podrían desarrollar cáncer de mama por su carga genética, pero este padecimiento también se puede ver modulado por la exposición a contaminantes”, remarcó.
Los ftalatos y los HAP son de interés para los universitarios porque los respiramos a diario debido a que están asociados a las partículas suspendidas. La integrante del grupo Genotoxicología y Mutagénesis Ambientales del CCA explicó que si el sistema de defensa es deficiente por la presencia de estos compuestos químicos, el cáncer sería mucho más agresivo o crecer en menor tiempo, en comparación con quienes no están expuestos.
Cancerígenos en el aire
El sistema inmunitario se encarga de defender al organismo de bacterias y virus; “en el caso del cáncer modula el crecimiento de células tumorales, que también son reguladas por hormonas”.
Así, los compuestos disruptores endocrinos o alteradores hormonales son factores de riesgo. Son sustancias químicas que interaccionan con el sistema endocrino; estructuralmente se pegan a los receptores hormonales del organismo e impactan en la respuesta inmune, lo que se asocia al desarrollo de granulomas.
A diario respiramos sustancias potencialmente peligrosas. Los ftalatos (ésteres de ácido ftálico, principalmente usados como plastificadores), por ejemplo, están presentes en productos de uso cotidiano como recipientes para transportar comida, maquillajes, cremas, lociones, biberones y jabones, entre otros.
En tanto, los compuestos aromáticos policíclicos se generan durante la combustión incompleta de carbón, petróleo, gas, madera, basura y otras sustancias orgánicas como el tabaco.
Los expertos de la UNAM analizan su efecto en el sistema inmune: “se sabe que modifican algunos parámetros, en particular en lo concerniente a diferentes tipos de cáncer, pero su efecto sobre el sistema inmune aún no está descrito, y es lo que empezamos a estudiar. Trabajamos con células in vitro y observamos que algunos compuestos hacen que las células se dividan más, y otros provocan que se ‘arresten’ o dejen de funcionar”.
Otra sustancia peligrosa es el bisfenol A, que por lo regular se encuentra en las botellas de plástico o en los recipientes del mismo material que se utilizan para almacenar alimentos; se libera y pasa al agua o a los alimentos, “y nosotros lo ingerimos”.
Ciudades contaminadas
“Se sabe que en el campo las condiciones son más sanas, el aire y el agua son más limpios, por lo que la esperanza de vida es mayor, al menos en lo referente a este tipo de enfermedades; sin embargo, en las grandes ciudades además de estar expuestos a los contaminantes, se sufre estrés: “es una suma de factores que nos vuelven susceptibles en mayor grado”.
Las células son las primeras que se exponen a las sustancias que respiramos y comemos desde el nacimiento, y que repercutirán en la edad adulta; “por eso en este estudio, y en el largo plazo, nos planteamos el objetivo de crear consciencia entre la población y entre los tomadores de decisiones, demostrarles cuál es el riesgo para que se implementen medidas que disminuyan la contaminación atmosférica”.
En México, concluyó, se hace poca investigación sobre la contaminación del agua, la tierra y el aire, y sus impactos en la salud, “y ésa la parte que queremos dar a conocer para que todos sepamos del riesgo y ser parte de la solución”.
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