Por: Redacción
Un consorcio internacional, del cual forma parte la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de las facultades de Química (FQ) y Medicina (FM), descubrió el primer gen asociado al encanecimiento en humanos.
IRF4, como se denomina al gen relacionado con la determinación del color del cabello, también lo está con la aparición de canas y podría tener potencial para futuras aplicaciones forenses y cosméticas.
Pero sobre todo, podría ser de importancia para entender la biología del envejecimiento y la evolución de nuestra especie, indicaron Samuel Canizales, de la Unidad de Genómica de Poblaciones Aplicada a la Salud de la FQ; Jorge Gómez Valdés, del Departamento de Anatomía de la FM; y Víctor Acuña, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), institución que también participó.
El hallazgo del Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica (CANDELA), que lidera el University College London (UCL), confirma que ese rasgo tiene un componente genético y no se debe sólo al medio ambiente.
En conferencia de medios, efectuada en el Edificio Mario Molina de la FQ, Canizales dijo que además de comprender la estructura y las características físicas de la población, las metas de CANDELA son de carácter biomédico, para entender cómo los genes repercuten en procesos fisiológicos y biológicos, y si pueden ser de utilidad en ese sentido.
En tanto, Gómez Valdés explicó que la muestra del estudio fue de más de seis mil voluntarios de cinco países –México, Colombia, Brasil, Chile y Perú– con diferente composición genética ancestral, para identificar genes asociados con encanecimiento, color, densidad y forma del cabello (lacio, rizado, crespo).
Por México participaron mil 600 personas de entre 18 y 40 años, la mayoría estudiantes de licenciatura y posgrado que habitan la Ciudad de México, metrópoli que se caracteriza por tener información genética de todo el país.
El universitario recordó que la pérdida de pelo corporal se remonta al Pleistoceno, hace dos millones de años, cuando nuestros ancestros se liberaron de esa característica y la conservaron, principalmente, en la cabeza.
En aquel entonces los individuos con menos pelo pudieron haber sido favorecidos al tener la facultad de liberar calor corporal; eso pudo tener alguna ventaja, incluso metabólica, refirió.
Hasta hoy pocos grupos de investigación se habían preguntado por qué algunas personas tienen más pelo, por qué a otras se les despigmenta, se quedan calvas o son lacias. “Todo ello es interesante en el contexto de la evolución de nuestra especie”.
En su oportunidad, Víctor Acuña expuso que se analizó el genoma completo de los voluntarios. La aproximación a la variación del mismo se hizo con 700 mil marcadores; una vez examinada la información se buscó su asociación estadística con cada uno de los fenotipos que se estudiaron: distribución, pigmentación y forma del pelo en la cabeza y cara.
Esa exploración nos dio el hallazgo de 18 señales de asociación, de las cuales 10 no se habían reportado antes, resaltó. Los genes IRF4 y el PRSS53 destacan no sólo por su vínculo con las características del cabello, sino porque tienen importantes funciones biológicas en los procesos de envejecimiento y enfermedad; el primero, por ejemplo, se relaciona con inmunidad y cáncer.
Los hallazgos, logrados a través de la valoración y análisis de la apariencia física de las personas también pueden dar pistas sobre cómo trabajan los genes y cómo actúan en diferentes vías biológicas; eventualmente podrían ser de utilidad no sólo en términos de antropología, sino de salud y biología del envejecimiento, finalizaron.
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