- “Innumerable información se pierde porque no se imprime, solo se distribuye de manera digital”, consideró Leslie Howsam, investigadora de la Universidad de Windsor.
Por: Redacción/
Los historiadores del futuro tendrán demasiados datos a su alcance, razón por la cual enfrentarán el reto de optimizar sus referencias y aprender a discernir entre sus fuentes y preservar los materiales digitales, consideró Leslie Howsam, investigadora de la Universidad de Windsor.
La profesora emérita explicó que entre los desafíos que deberán atender destacan: lidiar con fuentes como Twitter, donde la cantidad de contenidos implicará que trabajen en equipo, porque se deben adaptar, como sus colegas lo hicieron en el pasado cuando no existía internet. Al consultar periódicos se hacía a mano, pasando pliego por pliego, recordó.
Claro que en el proceso de adaptación se aprende cómo lidiar con los nuevos materiales y da esperanza para los historiadores del futuro. Sé que ellos lo resolverán, así como hoy la adaptación a la digitalización, comentó la experta en historia del libro, al participar en el Segundo ciclo internacional “Una cita con la Biblioteca Nacional de México: Historia de la lectura y del libro en la pospandemia. Reflexiones sobre un porvenir incierto”.
En la séptima sesión del encuentro, organizado por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, la autora de “Old books & New Histories” coincidió con Ann Blair (investigadora de la Universidad de Harvard), quien en su participación comentó que gran parte de la información se pierde al momento que se crea, toda vez que no se imprime y tampoco se pública, sino que se distribuye de manera digital.
Eso la hace más efímera. Implica cuestionar cómo se conservará si no está publicada o impresa, cómo se va a conservar o hacer llegar a las bibliotecas, expertas en la conservación de los materiales y cómo se va a asegurar que no sean efímeras y tengan mayor duración, añadió Howsam.
Al comentar acerca de “Editores y la mediación del conocimiento histórico” (Publishers and the mediation of historical knowledge), la historiadora sugirió revisar las traducciones de textos, ya que resulta interesante conocer qué sucede al momento en que se traslada de una lengua a otra.
Respecto a cómo mostrar la historia de manera más interesante para los no especialistas, estimó que las universidades y los departamentos en la materia deberían enseñar a sus estudiantes a escribir en más de un género; es decir, que eduquen a su alumnado en la redacción de documentos creativos.
Como ejemplo refirió el departamento de Inglés de la Universidad de Windsor, en donde se aprenden estudios y crítica literaria, además de escritura creativa. En Inglaterra, abundó, en su momento los editores valoraron que debían escribir sobre lo que ocurre en el presente y conectarlo con el pasado, publicar biografías, establecer conexiones con el público y buscar qué es lo que quiere leer.
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