Por: Patricia Ramírez/

Son las postales perfectas. Un azul impecable de fondo, el sol en lo más alto y los caminos de nubes artificiales que dibujan su trayecto forman una imagen inolvidable. Cada acrobacia y maniobra que realizan los aviones de las Fuerzas Armadas son motivo de sorpresa y alegría ante los más de 170 mil espectadores que los observan desde la superficie.

Abajo, en la Base Aérea Militar número 5, la prioridad no es el General Cienfuegos o el gobernador tapatío Jorge Aristóteles y sus invitados, hay otros protagonistas inadvertidos cuyas piruetas son sus saltos de emoción y las mejores maniobras son sus manos señalando el cielo, estos cientos de niños demuestran su fascinación por el primer espectáculo aéreo que ilustra al cielo de Zapopan.

Arriba, de aviones Hércules C-130 en una caída libre de 255 kilómetros por hora, 45 paracaidistas adornan el cielo como hormigas descendiendo de las paredes, se reúnen como parvadas a pesar de su velocidad y el sol resalta los colores patrios de sus paracaídas.

Al mismo tiempo, en el campo, un niño de 7 años está de cabeza, sus pies son sujetados por su padre, quien le da vueltas en el aire y el pequeño cada vez que ríe muestra sus dientes blancos.

En lo alto, los Escuadrones Aéreos 201, 401 y 402 se mueven por los aires como si el cielo fuera una pista de hielo y ellos los patinadores profesionales, sus sonidos son como cohetes explosivos, pero a nadie parece molestarle.

La audiencia gira sus cabezas al mismo tiempo hacia la dirección de los aviones y se sumergen en su propia admiración, por lo cual, son pocos quienes atienden la información de las naves o aplauden como lo piden los animadores.

Es en este escenario donde la imagen de niños tomados de las manos de sus padres se repite miles de veces, donde las familias se protegen del sol para tomarse fotografías y donde los aviones, helicópteros y mil 500 militares en toda la logística convierten su trabajo en un espectáculo para exponer algunas de sus principales técnicas que ante ojos lejanos parece como si fuera fácil.

En el transcurso del evento que los niños son invitados a la educación militar y los valores de las Fuerzas Armadas también son protagonistas de los aires, “porque es una gran opción que ofrece el gobierno”, afirma con emoción Fernanda Tapia mientras dirige el programa.

Son en estas tierras tapatías donde la oportunidad aplaudida por los espectadores es la que intenta hacer una diferencia, no como aquellas tierras donde el trabajo de los militares no es fácil, ni todos los menores tienen una opción, no como aquellas donde las familias se reúnen para temas más peligrosos en la constante lucha contra aquellos navegantes de los aviones que se lucen en los aires.

Después de dos horas termina el gran espectáculo, los niños están agotados de felicidad, la gente comienza a moverse poco a poco, sudados, alegres y arrastrados hacia la vida más allá de un sábado de entretenimiento, aquella donde no verán por un largo tiempo esas acrobacias.

La música del mariachi invade el campo y hace eco al otro extremo, el sol cada vez irradia con mayor potencia, y la base parece la calle Madero un fin de semana por la tarde, donde cada familia es un pequeño mundo de pláticas y reglas. En el micrófono, la voz de una mujer solicita la presencia de Felipe de 12 años, quien viste playera tipo polo azul y desapareció de la vista de sus padres desde hace varios minutos. El movimiento continúa.

Lentamente, todos regresan a su casa, donde los aviones que ilustran el cielo hacen su verdadero trabajo, los militares reciben una fuerte disciplina y son preparados para ir a aquellas tierras difíciles como si fuera fácil, pero saben que no lo es.