Mugs arranca con esta columna que esperamos sea de su interés y sirva a estudiantes y docentes, también como un espacio de reflexión para temas educativos. Diario de un profesor aparecerá cada lunes. Bienvenidos
Por: Arnulfo Roque Huerta
El origen
Estudié Comunicación y Periodismo en la UNAM con la misma intención de todos los que cursamos esa carrera: trabajar en alguna televisora como el noticiero más destacado, conductor estrella del programa con mayor rating o tal vez como excelente locutor de radio en un programa que todo México escuchara o ya de últimas como reportero de deportes que viajara a cuanto mundial hubiera, juegos olímpicos o cualquier evento que implicara viajes, dinero y por qué no, un tanto de fama.
Con esos sueños y un poco más concluí la carrera, no como los mejores pero sí como el más destacado en el área de radiodifusión; entonces todo parecía a favor, saldría con el flamante título de “Licenciado en Comunicación y Periodismo”, expedido por la Universidad Nacional Autónoma de México y firmado por José Narro Robles. Entonces llegaron los festejos de rigor en los que no faltaron las felicitaciones y los buenos deseos de familiares y amigos, pero terminando aquellos rituales (con lágrimas maternas incluidas) caí en mi realidad inmediata: no era ya un universitario (de playera con puma al frente y logo de la Fes al reverso) pero tampoco (aunque el título lo dijera) era un comunicólogo o periodista. La triste realidad fue que me había convertido en un desempleado más de los que no faltan en nuestro país.
Pero un buen día, en un lugar del Estado de México de cuyo nombre no quiero acordarme… me encontraba apoyando en la aplicación del famosísimo examen “Enlace”, lo cual me traería algunos ingresos que buena falta me hacían. Entonces conocí a un directivo (de cuyo nombre tampoco quiero acordarme), el cual platicó conmigo y me comentó los grandes beneficios que se tienen al ser profesor y claro, después de darme cuenta que en los medios ni siquiera querían escuchar mis demos (de grabado casero por cierto) y mucho menos podía ser locutor sin antes ser aprobado por el Sindicato de Locutores, pues que renuncio al guajiro sueño de aparecer (de brazo cruzado, saco, corbata y toda la cosa) en un espectacular de avenida transitada anunciando mi programa y que me pongo a tramitar cuanto documento me pidieron, incluido el tan engorroso trámite del mal llamado por colegas maestros (que aún no eran colegas y muchos de ellos tampoco eran maestros) comprobante de antecedentes “no” penales todo en cinco juegos.
La verdad todo iba viento en popa pues tenía amigos, conocidos, contactos y hasta suegros inmiscuidos en el arte de la enseñanza; ya me hacía yo llegando a una escuelita (con tamal y atole en mano como yo recordaba a mis maestros de la secundaria) pero me llevé una gran sorpresa: al llegar al Sindicato de Maestros al Servicio del Estado de México en Toluca, portando mi mejor traje con corbata de nudo impecable y zapatos bien boleados, me hicieron recorrer casi todo el edificio de aquí para allá y al final una secretaria (de esas que aún son felices) me recibió mis documentos, repito -todo en 5 juegos- y me comentó que se los haría llegar al Secretario de Trabajo y Conflictos de Educación Media Superior y esperara su “pronto” llamado.
Ingenuo yo, salí rápido a mi casa (que no era la de todos ustedes pues tenía una dueña a quien había de pagar una renta) con toda la ilusión de que prácticamente llegando sonara mi teléfono celular (no tenía teléfono fijo por razones obvias de los reducidos ingresos) pero no… no sonó durante todo ese día, ni en esa semana, ni en ese mes, ni en ninguno de los que le siguieron y me atrevo a decir que no sonará en los que habrán de venir, al menos no para recibir una llamada de aquel secretario de cuyo nombre y apellido no me acuerdo.
Pero ya en mayor amistad con aquel directivo que les he contado, como un buen coach me pidió que no me desesperara y me consiguió un empleo dando clases de secundaria en un colegio privado auspiciado por benefactores, donde asistían sólo chicas de escasos recursos, las cuales tenían que estudiar, comer, trabajar y por supuesto vivir en aquella escuela de dimensiones impresionantes y pues bueno, me apersoné en aquel lugar y de allí en adelante comenzó mi aventura como mentor y las historias comenzaron a surgir, historias que me inspiraron a escribir este diario, el cual hoy comparto con ustedes.
Este diario pretende sorprenderles de lo magnífico que puede ser un joven dentro de un salón de clases (y también fuera de él) así que los espero en la siguiente entrega donde comenzaran a conocer la vida de aquellas chicas quienes se autonombraban “villanas”.
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