Por: Redacción/
El resguardo de la riqueza biológica de México es primordial como confirmó la reciente declaración del Valle de Tehuacán-Cuicatlán como patrimonio mixto de la humanidad y la intención del país de preservar lugares únicos en el mundo, resaltó el doctor Francisco Flores Pedroche, profesor-investigador de la Unidad Lerma de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En entrevista habló del significado de la decisión asumida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) el pasado primero de julio respecto de un área natural protegida, la segunda en ser catalogada en esta categoría después de la antigua ciudad maya y los bosques tropicales protegidos de Calakmul, en Campeche.
La existencia de más lugares con esta denominación beneficia a la nación y al mundo o nación y ahora tenemos la responsabilidad de mantenerla, quizá no intacta, pero sí valorar sus elementos biológicos más relevantes”, en especial por ser la primera y única flora algal de agua dulce de un territorio con esas características en México.
Anteriormente estas designaciones sólo consideraban dos o tres especies icónicas que resultaban atractivas, pero en los años recientes se ha ocupado más en preservar el entorno donde se desarrollan retomando una visión muchos más holística.
El Valle de Tehuacán-Cuicatlán sobresale por ser “uno de los territorios más antiguos geológicamente hablando, que se distingue por ser semidesértico y porque proliferan organismos acuáticos, aunque podría pensarse que no sería tan común”.
Flores Pedroche detalló que la flora algal asciende a 347 especies con representantes macro y microscópicas, destacando por su diversidad el grupo en el que se encuentran las diatomeas, por lo que “deberían aplicarse en el sitio acciones globales e integradoras, ya que no sólo con la designación podemos entender lo frágil que son estos ecosistemas que como seres humanos estamos presionando para que dejen de existir”.
En una de las presas se registran 2,800 años de antigüedad y en su interior se han hallado huellas de dinosaurios, así como pinturas rupestres y fósiles marinos. El sitio está poblado por los bosques de cactáceas columnares más densos del planeta y de 86 diferentes especies, de las cuales 11 por ciento son endémicas.
Los cactus gigantes alcanzan hasta los 16 metros de altura y las patas de elefante datan de 2,500 años de antigüedad con medidas de entre seis y 12 metros o las globosas o biznagas que viven hasta 500 años y crecen hasta los tres metros, mientras en el resto del país no superan el metro y medio.
Además la zona es refugio de 140 especies de aves, cinco de felinos y la última colonia de la guacamaya verde, y desde la academia se ha hecho una larga labor de identificación de variedades acuáticas alojadas en pequeños reservorios de agua, “en este sentido la región aumenta todavía más su valor puesto que se enriquece por su contexto y actividad cultural, debido a que en su interior se desarrolla la explotación del ónix y está ubicado como reservorio fundamental de fósiles”.
El valle que se localiza dentro de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán –el cual se extiende unos 6,472 kilómetros cuadrados abarcando 65 municipios del estado de Oaxaca y 31 del estado de Puebla– posee un alto valor natural e histórico, ya que ahí ocurrió la primera domesticación del maíz, alimento principal de los mexicanos, según comprueban los pozos, presas, canales y acueductos que los arqueólogos consideran lo más antiguos de América.
El académico del Departamento de Ciencias Ambientales sostuvo que la candidatura compitió con las propuestas Pimachi Owin Aki, La tierra que da la vida, en Canadá, y el Parque Nacional de Chiribiquete, La maloca del Jaguar, en Colombia, y el reconocimiento fue otorgado con la intervención de 15 delegados de Australia, Azerbaiyán, Baréin, Brasil, Cuba, España, Guatemala, Hungría, Kuwait, Noruega, San Cristóbal y Nieves, Tanzania, Túnez, Uganda y Zimbabue.
El doctor Flores Pedroche destacó la labor del Semanario de la UAM, órgano informativo de esta casa de estudios, porque es un instrumento que a través de la difusión puede concientizar a quienes no están involucrados en el estudio de la naturaleza respecto del valor de preservar toda esa riqueza del país.
“De esta manera alumnos, trabajadores administrativos y docentes pueden enterarse de estos temas, mientras los expertos en ciencias ambientales tenemos ante nosotros la responsabilidad de dirigir esfuerzos para dar a conocer este tipo de zonas naturales y sus interacciones con otras”, manifestó.
En particular ha abundado en el estudio de las algas “porque casi nadie las toma en cuenta, así que el trabajo realizado por investigadores como el doctor Eberto Novelo Maldonado, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, constituye una gran aportación que debería suceder con otros grupos que no son considerados tan importantes en términos del conocimiento de cómo la humanidad se percibe respecto del medio ambiente”.
Por lo regular se atienden más los mamíferos y los grandes animales, pero hay plantas que se desarrollan en Tehuacán-Cuicatlán, por ejemplo, los cactus, representativos de allí “y tenemos la obligación como científicos de levantar un inventario completo y lo más preciso posible de todas las especies del país y de explorar otras zonas que conjuguen lo cultural, humano y natural para cuidarlas y mantenerlas”, concluyó.
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