Por: Redacción/
Casi 77 por ciento de la población de México cree en seudoterapias o intervenciones mágicas para curar una enfermedad y 45.8 por ciento considera a los investigadores dueños de un poder que los hace peligrosos debido a sus conocimientos científicos, expuso el doctor Jorge Alberto Álvarez Díaz, profesor de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Sin embargo, sólo la ciencia –a partir de ensayos clínicos para encontrar tratamientos específicos y eventualmente una vacuna, junto a las mediaciones sociales basadas en discernimientos objetivos y verificables– “nos ayudará a enfrentar la pandemia” de un nuevo coronavirus que azota al mundo.
El incremento, tanto en la confianza por parte de la sociedad como en la proporción del Producto Interno Bruto (PIB) que el gobierno federal destina al desarrollo de conocimiento, la educación y las humanidades representa uno de los grandes retos del país asociados a la comunicación de la ciencia, afirmó el académico del Departamento de Atención a la Salud, al citar datos de la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México.
También es de suma importancia que la gente disponga de bases científicas y técnicas contra la infodemia, un término utilizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para definir la sobreabundancia y propagación veloz en los medios de contenidos falsos, cuyo origen debe ser identificado antes de compartirlos, además de consultar fuentes oficiales o recurrir, por ejemplo, a PadMed, un repositorio de miles de publicaciones y millones de artículos.
El ganador del Premio a la Excelencia en Salud Interamericana en Bioética 2007 refirió que “hasta el sábado 18 de abril, el concepto COVID-19 arrojaba cinco mil 112 artículos y SARS-CoV-2 dos mil 122”, a la vez que todos los días aparecen textos nuevos sobre virología y epidemiología, entre otros campos del saber.
La revista Nature, una de las más prestigiosas a nivel internacional, reveló en fecha reciente que el coronavirus COVID-19 ha sido producto de un proceso evolutivo y no de una creación en laboratorio a cargo de un inventor loco, si bien aún no hay seguridad probada en el tratamiento para combatirlo y lo que existe es investigación, con un registro de 657 ensayos clínicos en la plataforma clinicaltrials.gov.
Estos estudios son realizados primero en no humanos, después en humanos y luego se observa qué pasa en el tiempo, lo que puede llevar años, ya que implica contar con una población de pacientes para analizarlos y trabajar en la indagación con el fin de determinar si lo que se planteó en un principio será útil en la erradicación de la enfermedad.
Al dictar la videoconferencia Comunicación de la ciencia ante la pandemia de COVID-19 precisó que el Centro Nacional de Excelencia Tecnológica en Salud –que aplica la medicina basada en un modelo verificado y certero– dio a conocer la Guía de práctica clínica de recomendaciones informadas en evidencia para el control de la infección, recolección de muestras, cuidado de soporte, tratamiento farmacológico y prevención del COVID-19, en coordinación con la OMS.
En 2019, la Johns Hopkins University y el Global Health Security Initiative midieron la capacidad de respuesta del mundo en caso de un padecimiento epidémico y revelaron que ninguna nación está del todo preparada, lo que no resulta alentador, “pero nos dice que con lo que tenemos y sabemos debemos hacer lo mejor que se pueda”.
La salud pública es una disciplina fundamental en estos días, al promover acciones colectivas que permitan permanecer sanos, así que quienes puedan evitar salir de casa deben tener la conciencia de que si lo hacen en los momentos de máxima transmisión podrían convertirse en un arma de destrucción masiva, como ocurrió con una paciente en Corea del Sur que por no seguir las medidas contagió a más de mil personas.
“Tenemos una obligación, no sólo de salvaguardarnos, sino de ayudar a toda la colectividad”, puntualizó el académico de la UAM.
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