Por: Redacción/
Pedro Henrique Kassesso sabe que las personas pueden ser un poco escépticas cuando les dice cuántos años tiene, por eso está acostumbrado a enseñar el carnet de identidad con su fecha de nacimiento.
Según el documento, Pedro nació en 1907. Por eso, cuando dice que la sequía que actualmente asola su área es la peor que ha visto, vale la pena tomar nota.
“El agua es lo que manda en el mundo”, nos dice Pedro, de 112 años. Desafortunadamente en grandes áreas del sur de Angola este año, tampoco se ve por ningún lado.
Cambio climático: de mal en peor
Se estima que 2,3 millones de personas se ven afectadas por la sequía en las provincias de Namibe, Huila, Bie y Cunene, en el sur de Angola, de las cuales casi medio millón son niños menores de 5 años.
La temporada de lluvias de este año -en los primeros tres meses de 2019- no fue como se esperaba y acabó diezmando los cultivos y el ganado. Solo en la provincia de Cunene, el número de personas que enfrentan inseguridad alimentaria se triplicó en estos meses, de casi 250.000 en enero pasaron a ser a más de 850.000 en marzo.
La escasez de agua también ha tenido un peligroso efecto secundario en la educación de los niños.
Durante la estación seca, los hombres suelen practicar la trashumancia. En la mayoría de los casos, los niños, las mujeres y los ancianos quedan encargados de buscar agua potable para la familia y de cuidar del hogar y de los animales más pequeños, como cabras y gallinas.
Pero los viajes cada vez más arduos en busca de agua, han dejado a los niños con cada vez menos tiempo para la escuela.
De las 887 escuelas primarias de la provincia de Cunene, 614 se han visto afectadas por la sequía de alguna manera, lo que perturba gravemente la educación de alrededor del 70% de los 214.000 estudiantes de la provincia.
Rogério Kakoi, director de la Escuela Primaria Ondobodhola, dice que la sequía está afectando a la educación incluso cuando los niños llegan a clase. “Los niños ya no tienen energía y no pueden aprender mucho”, nos explica. “Tengo estudiantes que tienen que levantarse a la 1 a.m. para llevar a los animales a algún lugar a por agua, y no regresan a casa hasta las 5 de la mañana”.
No es sorprendente que el 20% de los estudiantes hayan abandonado la escuela desde principios de año, o que las clases de educación física se hayan cancelado: no hay suficiente agua para dar a los niños que hacen ejercicio.
Cambio climático: los sueños se secan
Naime Cekupe, de 14 años, es una de los jóvenes cuya educación ha quedado interrumpida por la sequía. Ella quiere ser maestra, pero en este momento, debido a sus tareas, se ve obligada a faltar a clase la mayoría de días.
Cada dos días, Naime y su hermana Launa Hambelezeni mueven a las cabras de la familia para encontrar algún pozo de agua donde puedan beber. Ese viaje significa una caminata de al menos 90 minutos hasta encontrar un pozo y varias horas tratando de extraer agua una vez que llegan allí. Luego toca regresar cargando con cubos de 20 litros. En esos días, simplemente no hay tiempo para asistir a clases.
Como parte de sus esfuerzos para reducir el impacto de la sequía, la provincia de Cunene proporcionará 30 tanques, cada uno con una capacidad de 5.000 litros, que se colocarán en ubicaciones estratégicas en las comunidades más afectadas para reducir las distancias que tienen que recorrer para encontrar agua.
Cambio climático: la búsqueda de agua
La realidad diaria en estas provincias del sur es un claro recordatorio de lo difícil que es acceder al agua, incluso cuando hay un pozo disponible. Por ejemplo, la familia de Tchirinho Vataleni, de 18 años, comparte un pozo de más de 15 metros de profundidad con otras cinco familias en Ombadja. Cada día, pasa al menos cuatro horas metido en un agujero frío y oscuro con un balde para quitar la suficiente tierra del fondo del pozo como para llegar al agua.
Tchirinho tampoco tiene acceso a equipos de seguridad, por lo que baja con las manos desnudas. A veces, incluso tras un día entero excavando no llega a encontrar agua. En los días malos, puede que solo haya suficiente agua para que cada familia se lleve a casa un cubo con 20 litros.
Ana Leonilde, de 24 años, también vive situaciones similares. Nos cuenta que muchas veces después de pasar más de tres horas cavando en un pozo, las paredes de arcilla comienzan a colapsar, lo que la obliga a comenzar de nuevo. “Este agua no es buena, está demasiado salada, pero tienes que seguir luchando por ella o no bebes ni comes”.
Desde UNICEF estamos apoyando la respuesta del Gobierno de Angola a través de una iniciativa llamada “refugios y escuelas seguras” para los niños. En estos espacios, trabajamos para que las comunidades más vulnerables puedan acceder a servicios integrados de salud, nutrición, agua, saneamiento y protección. También llevamos a cabo asistencia nutricional para 341.565 niños.
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