Por: Redacción
Investigadores del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM desarrollan inmunoterapias contra Acinetobacter baumannii y Pseudomonas aeruginosa, catalogadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como las bacterias número uno y dos de una lista de 12 patógenos resistentes a múltiples antibióticos, y que son de los más peligrosos para la humanidad.
Se trata de bacterias oportunistas que afectan a pacientes hospitalizados, con sistema inmunológico deprimido: con quemaduras, en terapia intensiva o con tratamientos contra cáncer, entre otros.
“Para la OMS éste es un problema alarmante. Se estima que para el 2050 podrían ocurrir hasta 10 millones de muertes causadas por bacterias resistentes a antibióticos si no hacemos algo ya. Estos decesos superarían a los causados por enfermedades como el cáncer, estimadas en 8.2 millones para ese mismo año”, afirmó Paula Licona Limón, quien encabeza dichos estudios.
La académica, que dirige el Laboratorio de Inmunología Molecular y Celular del IFC, explicó que se enfocan en tratamientos para atacar a estas bacterias, basados en potencializar el sistema de defensas del cuerpo humano. “El objetivo es conocer qué moléculas o tipos celulares nos defienden contra estos patógenos”.
Cuando hay una infección, el cuerpo detecta que algo fuera de lo común está sucediendo y libera interleucinas –proteínas solubles–, que alertan a las poblaciones celulares para que respondan.
“Entre las células que llegan primero a defendernos están los neutrófilos. Lo que pasa después no se sabe y es lo que queremos aprender: cómo se genera la protección a una infección secundaria, cómo madura esta respuesta, qué determina que el paciente sucumba a la infección o no, y si la bacteria cambia sus mecanismos de ataque”, expuso.
Esta investigación se realiza en coordinación con Rafael Franco Cendejas, jefe del Laboratorio de Infectología del Instituto Nacional de Rehabilitación –que también facilita cepas de las bacterias estudiadas–, y con el académico del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina (FM), Rodolfo García Contreras.
“Si sabemos que el neutrófilo es el que defiende o ubicamos la molécula clave para su activación y/o proliferación, podremos potencializarlo para tener una respuesta eficiente contra el patógeno. Por otro lado, hay moléculas con funciones detrimentales para el neutrófilo que no es bueno tener y que podremos bloquear. Así funciona la inmunoterapia”, detalló la también doctora en Ciencias Biomédicas e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Para combatir estos patógenos, a la par de la inmunoterapia se analizan medicamentos utilizados contra otras enfermedades. “En su mayoría son tratamientos contra el cáncer, aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés). Con el uso del fármaco mitomicina, ya logramos rescatar de la muerte a ratones infectados con cepas multidrogorresistentes”, comentó.
“Es algo muy prometedor, pero que aún tomamos con cautela porque es una droga muy fuerte: inhibe la proliferación de todas las células, incluidas las propias. Tenemos que delimitar la dosis y su efecto secundario. La idea es usarla una sola vez para eliminar la bacteria, o en casos extremos en que se requiere porque el paciente corre peligro de muerte”, aseveró la integrante del Departamento de Biología Celular y Desarrollo del IFC.
Resistencia a los antibióticos
Aunque en los últimos 70 años se han desarrollado diversos antibióticos para hacer frente a distintas enfermedades, cada vez aparecen con mayor rapidez patógenos resistentes a ellos.
La penicilina, por ejemplo, surgió en 1943 y se detectó una bacteria resistente hasta 1965, ya para 1996 medicamentos como el levofloxacin se toparon con patógenos resistentes el mismo año que salieron al mercado (según la cronología de la resistencia a los antibióticos, desarrollada por el blog Salud Global).
“Que la gente se automedique o no termine los tratamientos ha provocado que las bacterias generen resistencia. El problema es que ahora ya no hay con qué tratarlas y tenemos que encontrar alternativas para sobrevivir”, concluyó Licona.
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