Por: Redacción/
En la Facultad de Arquitectura de la UNAM se prepararon brigadas de profesores, profesionistas y jóvenes; más de siete mil personas dispuestas a apoyar a los afectados por los sismos. Esta experiencia dejó en todos ellos una huella que los ha marcado de por vida.
Hoy, debido a las brigadas emergentes de esa entidad académica, los alumnos participantes afirman tener una nueva perspectiva de sus carreras, pues han sido testigos de los riesgos que enfrenta la población. Ahora esperan aplicar en el futuro este triste, pero importante aprendizaje.
El departamento de Servicio Social de la FA coordinó a quienes acudieron. Se conformaron brigadas que atendieron más de 13 mil solicitudes (que llegaron por distintas vías hasta el viernes pasado), y aunque faltan algunas por asignar, el compromiso de la Universidad es que todas queden resueltas.
La Agrícola Oriental, Tlalpan, Condesa, Garibaldi, Merced, Bondojito, Candelaria, Condesa, Xochimilco y Tlatelolco fueron sólo algunos de los sitios en donde apoyaron.
Luego de que al señor Pedro le dijeron que su vivienda no era habitable golpeó con el puño la pared y dijo que todavía aguantaba, recordó Luis Francisco Troncoso Carreón, uno de los estudiantes de la FA que revisaron, junto con sus profesores y expertos en el área, un edificio de departamentos cerca del metro Candelaria.
El problema es que el inmueble, que ya sobrevivió al terremoto de 1985, y en donde viven familias con rentas congeladas, está literalmente recargado en un edificio vecino, por lo que ante un nuevo sismo podría caer. “La verdad no se puede vivir ahí”, dijo el estudiante del séptimo semestre de la carrera de Arquitectura.
Sin embargo, “durante el curso del Cenapred (que se impartió a todos los brigadistas en la FA) nos enfatizaron que no podemos decirle a alguien que se salga de su casa, pues ante todo hay que respetar sus decisiones, por lo que sólo se les hacen recomendaciones como poner vigas de apoyo, pedir al dueño que refuerce la estructura o que se llegue a un acuerdo para desalojar y construir nuevos departamentos”.
De primera mano, los jóvenes universitarios aprendieron a tratar con familias de escasos recursos que no quieren salir de sus hogares, por lo que Carla Rodríguez Heredia, también estudiante del séptimo semestre, espera desarrollar a futuro algún tipo de viviendas más económicas y sustentables para apoyarlos.
“En la escuela vemos mucha teoría sobre cómo crear estructuras, pero no las razones por las que pudieran fallar; pero ser testigos de la realidad, de lo que puede ocurrir y cómo se afecta a la gente, te mueve y cambia tu perspectiva”, reconoció.
“Estas familias no pudieron salir del inmueble durante el sismo. A veces, cuando piensas en cómo diseñar una casa o edificio, imaginas volados muy grandes que lucirían geniales, pero el temblor nos mostró que no es la forma más segura o eficiente de trabajar, así que para los nuevos edificios hay que tener otras perspectivas y soluciones”, enfatizó.
“No somos psicólogos, pero una de las recomendaciones que nos hicieron fue que dejáramos que la gente nos contara sus experiencias. Las personas estaban muy tensas, no sólo tenían miedo de perder a sus familiares, sino su patrimonio, y decirles que estaba bien los tranquilizaba. Eso fue excelente”, recordó Marco Antonio Castro Franco, del quinto semestre.
“Tenían mucha angustia y desesperación por la seguridad de sus hogares, y también los apoyamos al escucharlos”, dijo orgulloso.
Finalmente, Estefany Ramírez, de quinto semestre, resaltó que la población confía en la UNAM, por lo que fue una gran responsabilidad revisar las construcciones. Para esta tarea, indicó, se utilizaron equipos técnicos a fin de medir la resistencia y, si era necesario, picaban un poco las paredes o las estructuras para asegurarse de que el daño no fuera profundo.
“Sentí que hicimos una diferencia, pues al inicio estaban muy asustados, pero al saber que las grietas no eran estructurales ni importantes, se quedaban más tranquilos”.
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