Por Omar Marroquín, enviado.
(Iguala, Guerrero).- “No podemos ignorar la profunda herida que significa para los mexicanos y, especialmente para los guerrerenses, la tragedia de Iguala.
“Por la gente inocente que perdió la vida o que resultó herida, y por la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en tanto no se esclarezcan los hechos a profundidad y se someta a la ley a todos los responsables, ésta herida seguramente no sanará”, dijo el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, en su discurso con el que inició la ceremonia del 195 aniversario de la bandera de México, y que encabezó el presidente Enrique Peña Nieto.
Los aplausos no se hicieron esperar, y Astudillo, sorprendido por la reacción de los alumnos y profesores de las 380 escuelas guerrerenses de los tres niveles de educación que fueron llevados al estadio del que salió el equipo de Los Avispones de Chilpancingo la noche del 26 de septiembre de 2014 y que luego fueron atacados aquella aciaga noche.
El mandatario estatal detuvo su discurso unos instantes. Desde el presídium, instalado bajo una tarima, los representantes de los poderes de la unión, miembros del gabinete presidencial y funcionarios estatales y municipales, escuchan atentamente las palabras del mandatario estatal.
“Por rebelde, Guerrero ha sido un estado libertario y también de difícil gobernabilidad, pero sin extraviar nunca, nuestro pueblo guerrerense, el sentido de justicia para enfrentar y limitar y terminar con los abusos del poder” prosigue.
El discurso de Astudillo resume en 10 minutos casi 200 años de historia desde que el valle de Iguala reunió a dos caudillos que durante años se enfrentaron, dos ejércitos enemigos que tuvieron la capacidad de pactar la unión de ambos frentes para crear el Ejército Trigarante y luchar por la independencia de la Nueva España.
A Agustín de Iturbide, con el propósito de mantener el régimen de la corona española, y a Vicente Guerrero, originario de Tixtla, con la idea de impulsar una nueva patria.
Donde hace 195 años inició la consumación de la independencia de México, las batallas que actualmente se suscitan en la tercera ciudad más importante de Guerrero son complemente diferentes a las que perseguían la esperanza, fe y unidad; ideales que inicialmente representaron respectivamente los colores verde, blanco y rojo de la primera bandera confeccionada aquí por el igualteco José Magdaleno Ocampo.
“El estado de guerrero no está postrado. No lo abate la pobreza, ni la tragedia. Hoy son otras batallas” admite Astudillo. Ante los ojos nacionales e internacionales, los protagonistas de la historia contemporánea en Iguala, y el resto de Guerrero, no son caudillos, sino miembros del crimen organizado contra ciudadanos que diario resisten sus embates en forma de secuestros, asesinatos, extorsiones y desapariciones.
Aunque ya está en marcha la estrategia de seguridad Plan Nuevo Guerrero –coordinado por autoridades federales y estatales– el mes pasado Iguala se posicionó como el octavo municipio más peligroso de los 81 del estado. De acuerdo con cifras de la asociación civil Semáforo delictivo, la entidad federativa gobernada por Astudillo registró 166 homicidios –de los cuales cuatro se reportaron en la cuna de la independencia–, 10 secuestros y 15 extorsiones.
La violencia en el estado se atribuye desde años pasados a enfrentamientos de pequeños grupos de narcotraficantes que detentan el tráfico de heroína hacia Estados Unidos, fabricada con goma de opio a partir de la amapola sembrada en la región de la montaña, tierra caliente y centro.
Al término del discurso del gobernador, miles de estudiantes que integran 380 escoltas, sin techo ni nubes que den tregua al calor en pleno invierno, soportan impacientes el sol del mediodía que sube la temperatura a 32 grados Celsius.
Desde las 10 horas, en la cancha de fútbol del deportivo “General Ambrosio Figueroa”, las escoltas guerrerenses esperan el abanderamiento y el discurso de Enrique Peña Nieto en su primera visita a la ciudad.
Con la bandera monumental ya izada y ondeando en el cerro del Tehuehue por el presidente Peña Nieto, el mandatario nacional le recuerda al público que “Iguala es un municipio emblemático en nuestra historia nacional que no puede quedar marcada por trágicos acontecimientos”, en referencia implícita al asesinato de seis personas y 43 estudiantes desaparecidos la noche y madrugada del 26 y 27 de septiembre de 2014.
En cambio, sostuvo que la gente de Iguala “merece ser conocida por sus fortalezas, por su calidez y su firme carácter para alcanzar logros en favor de su comunidad” y reconoció que como todo país, aún hay pruebas por superar, pero que es importante valorar las fortalezas que definen a la nación, como el que durante más de ocho décadas ha tenido estabilidad política, en las que el poder se ha transmitido de manera ordenada y pacífica.
A diferencia de Astudillo, para el ejecutivo nacional la herida que dejó la tragedia de Iguala está sanando porque, a pesar de que expertos independientes designados por la OEA y peritos argentinos refutaron lo resultados de la verdad histórica sobre los 43 estudiantes incinerados en Cocula, “desde entonces, durante un año y cinco meses, el Estado mexicano ha desplegado un amplio esfuerzo institucional para procurar justicia a partir de una investigación profunda, transparente y abierta”.
En su primera visita a la ciudad de Iguala –que desde la noche anterior se convirtió en un bunker de máxima seguridad patrullada por el Ejército, Marina y la Policía Federal– Peña Nieto insiste en que la economía mexicana crece a pesar de la alza del dólar y la crisis internacional de los precios del petróleo.
Con un semblante optimista, define el futuro de México como envidiable para otras naciones de su entorno. “Hay una apertura económica y de competencia, pero también de apertura a las ideas y a la crítica, a las preferencias y a las diferencias”.
Antes de que el discurso del ejecutivo nacional termine, 10 menores de edad no resisten más la insolación y son retirados por personal de la Sedena para que Protección Civil los atienda antes de que se desmayen.
Fiebre de selfies y sequía de preguntas
Al finalizar la ceremonia, mientras tenientes del 27 batallón de infantería envuelven las banderas de las 380 escoltas en fundas de color negro, la vocera del evento anuncia que el presidente de la república recorrerá todas las gradas para saludar a estudiantes, maestros, padres de familia y funcionarios públicos de otros municipios allí presentes.
Los secretarios de Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda; y de Marina, Vidal Soberón Sanz, también se suman a la fiebre de selfies que el presidente de México encabeza mientras avanza por todo el recinto.
La prensa regional pide a gritos “señor presidente, queremos saludarlo”. Cuando Peña Nieto por fin llega al último tramo de la circunferencia del recinto, reporteros de diferentes medios de comunicación guerrerenses, en vez de lanzar preguntas, optan por tomarse autorretratos individuales y grupales con él.
Los colores verde, blanco y rojo, trazados por tres aviones de la Fuerza Armada Mexicana al final de la ceremonia, se desvanecen en el cielo de Iguala mientras el deportivo se vacía. Afuera, Peña Nieto desde su camioneta negra se despide por última vez de quienes lo acompañaron en este Día de la Bandera.
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