Por: Redacción/
El aumento de la violencia, las disputas por territorios en algunas regiones del mundo, el incremento en los índices delictivos, la lucha del poder por el poder mismo sin pensar en la sociedad, son situaciones cada vez más comunes y pasaron de ser preocupantes, a cotidianas; hechos a lo que el ser humano se acostumbra y vive a diario.
En el entorno social también se percibe esa indolencia hacia lo que sucede alrededor o a las personas cercanas. Se dice, con frecuencia, que el mal comportamiento de las personas sucede porque carecen de valores, aprendizaje que tal vez tuvieron en sus hogares, en la escuela o donde se desarrollaron, pero quizá diversas circunstancias influyeron para que los olvidaran o, al menos, pensar que no existen, que están de más.
Para Manuel González Oscoy, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, la pérdida de valores en realidad es una transformación en la que algunos de ellos han subido de escala dependiendo de cada persona, cultura y sociedad.
Los valores, explicó, son principios que caracterizan a una persona; se consideran típicamente positivos o de gran importancia por un grupo social. Son aquellas cualidades que se destacan en cada individuo y que a su vez, lo impulsan a actuar porque forman parte de sus creencias, determina sus conductas y expresan sus intereses y sentimientos.
“Los humanos adquirimos valores durante nuestra vida; en primer lugar en casa, escuchándolos, y después en la escuela, poniéndolos en práctica. La construcción de éstos refleja el desarrollo del pensamiento del ser humano, que atraviesa por varias etapas que van desde lo más concreto hasta lo más sutil; una de las primeras cuestiones que nos ayuda a desarrollarlos es la negación, que generalmente adquirimos a partir de concreciones, como cuando nos dicen ‘no hagas eso’ o ‘no toques aquello’”, indicó.
Durante la infancia, agregó, se incorporan a través del lenguaje y del juego. Esto es relevante para aprenderlos, ya que con las etapas de las actividades recreativas se interactúa y convive con otras personas y se conocen las primeras reglas: “si corro no empujo” o “si es rojo me paro y si es verde avanzo”.
En la pubertad se da una “poda selectiva” de conexiones neuronales, donde mucho de lo aprendido en la infancia se replantea, se cuestiona, se transforma y también se puede eliminar. Esto es debido a que hay un momento en que esta selección de conexiones neuronales se da entre la parte frontal del cerebro, donde están los procesos superiores, el juicio o la toma de decisiones; y la parte media, en la que hay emociones y aprendizaje.
“Esto es parte de un proceso natural que antes se consideraba como una cuestión más cultural y ahora se ve que es algo más fisiológico. Conforme vamos avanzando también empezamos a tener una mayor sutileza, por lo mismo nuestros valores se van haciendo de alguna manera más objetivos, inmateriales y mucho más amplios, ya que no es lo mismo decir ‘tomé esa pelota a robé un poquito’”, comentó.
Esta, dijo, es una manera de condicionar la cantidad y no el hecho en sí, por lo que esto se puede presentar también por cuestiones a veces patológicas degenerativas, enfermedades, un cambio o una pérdida en los valores.
Pérdida y recuperación de valores
De acuerdo con González Oscoy, cuando se habla de pérdida de valores lo que sucede es una sustitución, o sea, pasan a ser antivalores; por ejemplo, cuando una persona es tolerante en algunos aspectos pero en otros no, o con algunas personas más que con otras.
“Lo que llamamos valores muchas veces tiene una connotación prosocial, es decir, ayuda a la convivencia armónica de las personas; pero cuando se pierden los valores van en sentido contrario, en vez de buscar un bien común, empatía o solidaridad, únicamente buscan el bien personal. Esto desde un punto de vista más clínico, podría llegar hasta en ciertas patologías, como son la psicopatía y la sociópata”, aseveró.
En ese sentido, añadió, se consideraría un trastorno de la personalidad, porque la psicopatía y la sociópata son enfermedades que al perder el contexto humano se despersonaliza a los demás. Con esto, una persona puede ir en contra y en busca de sus propios intereses, guiándolos hacia valores muy individuales, yendo en contra de lo que generalmente se acepta en la sociedad.
Sin embargo, existen algunas maneras para recuperar los valores perdidos, como puede ser a través de los medios masivos de comunicación con campañas para permear en la escala de valores personales hacia valores comunitarios, como en esta situación de pandemia: “Piensa en los demás y lávate las manos”.
Otra solución sería delimitar los valores en los ámbitos cotidianos, por ejemplo en varias empresas se tienen en la misión, visión, ética y el objetivo, que ayudan a normar conductas; si se tienen claramente especificados, entonces habrá familiaridad entre la gente que ahí labora.
“Pero cuando tenemos antivalores se puede cambiar el mensaje a algo positivo, es decir, cuando alguna actividad no contribuye con ciertos valores sociales, pero si la presentamos con ciertas ventajas y tenemos películas, series, novelas o libros que hablen de ello, podemos dirigir el mensaje en el sentido contrario”, mencionó.
Para el especialista es necesario considerar ciertos aspectos de reflexión para manejar y establecer una escala de valores; muchos de ellos se van a dar a partir del juicio crítico de pensar las situaciones y en un momento dado cuestionarlas, para establecer su aplicación desde el concepto en la acción en la vida cotidiana.
“Sabemos que ha habido ciertos momentos en la historia en los que se han desarrollaron antivalores, como el racismo, la aceptación de la esclavitud, la pérdida de la libertad, la discriminación o el machismo. Esto se está trasformando y ahorita vemos que se cuestiona porque se está tratando de disminuir estas conductas negativas y como universitarios es importante reconocer que estamos contribuyendo a este cambio de valores”, concluyó.
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