Por: Mugs Redacción
A partir de microalgas llamadas Symbiodinium, que viven por millones dentro de los caracoles rosados e intercambian con ellos nutrientes, Anastazia Banaszak, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM, ha logrado cultivar in vitro esos moluscos del Caribe y aumentar la sobrevivencia de sus larvas hasta en 90 por ciento, importante logro para una especie en peligro de extinción.
En la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales en Puerto Morelos de esa entidad universitaria, en Quintana Roo, la doctora en biología marina y poblaciones ha desarrollado, con su grupo de colaboradores, un método propio para cultivar en laboratorio esta especie y contar con una estrategia efectiva de reproducción y conservación.
Alimento, instrumento y adorno
El caracol rosado (Strombus gigas) ha sido utilizado ancestralmente por el ser humano como alimento, instrumento musical, pieza de ornato y materia prima para la construcción de herramientas.
Su concha brillante y rosada, compuesta por carbonato de calcio, es empleada para la fabricación de cal y porcelana. Su carne tiene un 74 por ciento de proteínas y recientes análisis bioquímicos han revelado la presencia de una sustancia activa antibacteriana y antiviral.
Por su sabor y atractiva concha, este molusco ha sido sobreexplotado y actualmente está al borde de la extinción. Pero con su método de cultivo, la investigadora de la UNAM ha logrado reproducirlo con una alta tasa de superviviencia.
Debido a la drástica reducción de sus poblaciones, muchas veces se ha intentado cultivar, pero no se había logrado, señaló Banaszak.
“Mi asesor de doctorado, Robert Trench, que vino de visita, sabía que esas microalgas estaban en unos caracoles del mismo género que viven en el Mar Rojo. Estudiamos si estaban asociadas al rosado del Caribe y resultó que sí, lo que abrió una nueva línea de investigación con una estudiante de doctorado, Maribel García Ramos, en la que analizamos la importancia de esos microorganismos, de unas 10 micras de diámetro, en el ciclo de vida del caracol”.
Con apoyo de personal e instalaciones del Centro Regional de Investigación Pesquera del Instituto Nacional de Pesca (Inapesca) en Puerto Morelos, encontraron que las microalgas están presentes en el adulto, pero no en los huevecillos que en forma de collar de perlas la hembra deposita en una masa que eclosiona en unos días.
“Nos interesó saber en qué etapa de desarrollo del caracol participan los organismos referidos. En el laboratorio encontramos que, a los dos días de que eclosionan las larvas, se pueden inocular con microalgas cultivadas, lo que junto con la alimentación con otras, resulta en una sobrevivencia del 90 por ciento, que contrasta con el menos de uno por ciento de éxito de los cultivos sin ese aporte”, explicó.
Este resultado se debe a que esos microorganismos son simbiontes del animal rosado. “Toman energía del Sol y la transforman en carbohidratos y otros alimentos que transfieren a su hospedero. En correspondencia, aquél aporta desechos como nitrógeno y fósforo que aprovechan para hacer nuevos alimentos, en un proceso de reciclaje interno”, detalló.
Hasta ahora, la investigación se ha hecho a nivel experimental. “No hemos tenido fondos para un estudio a escala mayor, queremos probarlo para que una cooperativa de pescadores lo cultive y así puedan recuperarse sus poblaciones en regiones nativas como Banco Chinchorro y Cozumel”, adelantó.
Patente en trámite
Por lo pronto, el método de cultivo desarrollado por Banaszak y García Ramos está en trámite de patente. El proyecto obtuvo un empate en el quinto lugar de la edición 2014-2015 del Programa de Fomento al Patentamiento y la Innovación (PROFOPI), con el que la UNAM busca llevar soluciones científicas a problemas concretos del país, además de fomentar la cultura de la innovación y la protección intelectual.
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