Por: Redacción/
En México más de ocho millones de personas padecen insuficiencia renal crónica (IRC) y unas 200 mil necesitan sustitución de riñón, circunstancias que configuran “una verdadera crisis” de salud, aunado a que no hay hospitales suficientes para atenderlas ni recursos para cubrir los costos.
Los doctores Joaquín Azpiroz Leehan y Miguel Cadena Méndez, investigador y ex profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica, en ese orden, de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), añadieron que se trata de un problema que afecta a diez por ciento de la población global.
En el país el reto es grande, ya que sólo 30 mil de quienes requieren trasplante acceden a un procedimiento de hemodiálisis y unos 70 mil reciben diálisis peritoneal, por lo tanto, al año se registran “100 mil pacientes huérfanos que no tienen cómo enfrentar este mal”.
Tales condiciones evidencian la urgencia de mejorar la calidad y la oferta de esos métodos, ya que son menos de 500 las unidades que cubren sólo 15 por ciento de la prevalencia, a lo que se añade la atención deficiente y los reportes de tasas de mortalidad de entre 15 y 25 por ciento de los enfermos durante un periodo de tres años.
Para contribuir a la solución de esta crisis de salud, la UAM y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) inauguraron el pasado 12 de enero la Clínica de Investigación en Hemodiálisis, que aplicará técnicas nuevas y tecnología para el tratamiento de la insuficiencia renal crónica.
“El propósito con este espacio –que en una primera etapa atenderá a 40 personas y cuya meta futura será alcanzar los mil en varias sedes– es lograr que el procedimiento tenga una calidad tal, que signifique para el afectado prácticamente lo mismo que si contara con un trasplante de riñón” y una opción de vida casi normal por lo menos durante diez años, detalló el doctor Azpiroz Leehan.
Las metodologías de reemplazo de la función de ese órgano usadas por el sector salud han sido la diálisis peritoneal y la hemodiálisis simple –al parecer por ser menos costosas– sin embargo, la primera tiene inconvenientes grandes por las complicaciones, sucesos adversos y mortalidad después del primer año, además de que el paciente requiere permanecer casi pegado a la máquina de recambio de líquido durante el día.
La hemodiálisis simple, si bien tiene una tasa menor, ésta sigue siendo muy elevada y existen costes ocultos en gastos por medicamentos y procesos para incidentes perjudiciales y urgencias, a la vez que produce daños cardiovasculares de largo plazo.
Las instalaciones convencionales recurren a un esquema tradicional para alcanzar el valor denominado Kt/V, que representa la depuración de la urea como una medida de calidad, pero es cuestionable porque sólo está orientado a la purificación de moléculas de bajo peso, mientras el enfermo sigue intoxicado por muchos compuestos derivados del metabolismo del cuerpo que la técnica no elimina.
La solución propuesta en la Clínica de la UAM está basada en el refinamiento de herramientas nuevas que no sólo disminuyan el porcentaje de letalidad, sino que ofrezcan excelencia en el tratamiento en aras del bienestar humano.
Desde hace algunos años se ha difundido el valor de la hemodiálisis de alto flujo o la hemodiafiltración (HDF), que aumentan la circulación y, en el segundo caso, se inyecta el líquido dializante con agua ultrapurificada al torrente sanguíneo para incrementar la depuración de las sustancias, no sólo urea sino otras dañinas: toxinas, beta-microglobulinas y fosfatos, de modo que los resultados son buenos y en algunos países se han propuesto como terapia estándar.
Los métodos de innovación fundamentales que se llevarán en la Clínica son la hemodiafiltración con ejercicio y mejoras al procedimiento, así como la instrumentación avanzada para la medición de parámetros fisiológicos indicativos del metabolismo y el desempeño cardiovascular.
Las ventajas radican en incluir y combinar estos factores para preservar la homeostasis del paciente para el largo plazo, es decir, medir la variabilidad de la frecuencia cardiaca, calcular por impedancia del cuerpo cuánto líquido se ha extraído y, mediante metabolimetría, observar cómo se comporta el metabolismo, lo cual ayudará a descartar el consumo de fármacos y las visitas a urgencias, lo que al final favorecerá la calidad de vida.
Azpiroz Leehan, miembro del comité científico del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (CI3M) –al cual pertenece la Clínica– indicó que hay un medio de registro y control de las variables empleadas en el proceso de HDF, junto con el de las fisiológicas que muestran el estado de salud del individuo antes, durante y después de cada sesión.
Todo ello permitirá obtener información de los factores y resultados que a su vez alimentará un sistema de aprendizaje automatizado basado en inteligencia artificial, el cual analizará historiales clínicos particulares y de grupos en condiciones similares para personalizar el tratamiento y reducir complicaciones, todo lo cual dará valor agregado a la Clínica y representará una de las ventajas competitivas relevantes en el plano internacional.
La idea de establecer este sitio de investigación resultó del trabajo colaborativo entre el CI3M –que obtuvo financiamiento del Conacyt para adquirir equipos de hemodiálisis gracias a la convocatoria de Laboratorios Nacionales– y la Unidad de Hemodiálisis del Instituto Nacional de Cardiología (INC) a lo largo de unos 15 años.
Las instalaciones recién inauguradas –ubicadas en Periférico Sur y creadas por un convenio de colaboración entre la UAM y la Asociación Mexicana de Obesidad, Riñón y Nutrición, sin fines de lucro– brindarán atención a partir del cinco de febrero, desarrollarán conocimiento que permita el bienestar y establecerán las bases de vinculación y transferencia tecnológica con la industria.
En la ceremonia inaugural estuvieron los doctores José Antonio De los Reyes Heredia, secretario general de la UAM; José Octavio Nateras Domínguez, rector de la Unidad Iztapalapa; Verónica Eva Bunge Vivier, directora de Redes e Infraestructura Científica de la Dirección Adjunta de Desarrollo Científico del Conacyt, y Emilio Sacristán Rock, director del CI3M.
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