Por: Redacción/

Los huertos urbanos (colectivos y familiares) permiten afrontar los problemas ambientales de la urbanización, contribuyen a la sostenibilidad local de las ciudades, y mejoran la alimentación y economía de quienes se dedican a cultivar, aseguró Ana Isabel Moreno Calles, académica de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia de la UNAM.

En las ciudades de México y Morelia, dijo, esta práctica de huerto urbano familiar es antigua, pero también hay modalidades ligadas a movimientos agroecológicos y programas gubernamentales recientes, como es el caso de los huertos colectivos.

La población migrante del campo, continuó, tiene conocimientos agrícolas y al migrar a la ciudad es frecuente que cultiven en espacios pequeños. También sucede que crecen sobre zonas que eran agrícolas y conservan los huertos originales en los nuevos contextos urbanos.

Para argumentar los beneficios de esta práctica en orbes, la universitaria se refirió al proyecto de investigación DGAPA-PAPIIT “Agricultura y Agroforestería Familiar y Social en México”, que realiza en conjunto con los estudiantes de ciencias ambientales Karla Guzmán, Aldair Valencia, Vianey Rangel y del posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad, Katia Moreno, cuyo objetivo es identificar, describir y comprender las aportaciones de estas disciplinas a la sostenibilidad de las ciudades.

“En el caso de la Ciudad de México, a partir de búsquedas bibliográficas, consultas en redes sociales y sugerencia de expertos, identificamos 40 huertos colectivos, a partir de los cuales construimos una tipología de huertos colectivos urbanos. Se seleccionaron 19 huertos con base al número de miembros que lo manejaban, que tuvieran una edad de al menos un año, disposición para colaborar en el estudio y la disponibilidad para la evaluación”, sostuvo.

Detalló que la valoración se llevó a cabo a partir de entrevistas a profundidad y observación participante, se identificaron factores que los impulsan o limitan: diversidad biológica, capacitación de las personas participantes, estabilidad social y económica, acceso al espacio y apoyo financiero, y riesgo de contaminación.

El grupo de investigación llegó a la conclusión que los huertos colectivos urbanos contribuyen a la sustentabilidad local a través de procesos, como la creación de empleo, recuperación de conexiones con la naturaleza, transmisión del conocimiento, prácticas experimentales y beneficios a la salud, entre otros.

Además, impulsar esta actividad es de gran aporte a fin de mantener el conocimiento de distintas plantas que se usaban para mejorar la alimentación, la salud y los entornos. Sugirió que en estos momentos de pandemia puede ser una oportunidad valiosa para contribuir a acrecentar la relación en las familias y con ello, fortalecer el tejido social.

Cultivo para el autoconsumo

De acuerdo con Moreno Calles, los huertos se pueden instalar en las azoteas, terrenos baldíos, camellones, en el patio, corredor de la casa, y la siembra se puede hacer, incluso, en una cubeta, maceta, huacal, cajón de madera, por ejemplo.

Existe poca información en el manejo agroforestal (árboles con cultivos) en el contexto de ciudades, de ahí que es relevante iniciar el mapeo de diversos alimentos, plantas medicinales u ornamentales con lo cual se podría suplir la comida procesada o de uso básico por autoproducción; los huertos urbanos se tornan hoy en día más importantes como objeto de estudio, recalcó la experta.

Para la especialista, estos espacios de producción permanecerán en el futuro “porque siempre requeriremos alimento y un buen manejo de residuos orgánicos”. Por tanto, se debe seguir con la exploración del cultivo para autoconsumo, a fin de mejorar la producción de alimentos, plantas medicinales y ornamentales.

“La contribución de huertos urbanos puede estar en una estrategia diversa en contexto de una autosuficiencia global con recursos de distintos lugares, tratando de acortar las distancias del consumo, pensando en consumir a productores locales más cercanos”, aseveró.

La también responsable del Laboratorio de Estudios Transdisciplinarios Ambientales en la ENES Morelia recomendó: para hacer un cultivo de autoconsumo se puede iniciar con lo que se tenga a la mano; es decir, con las verduras o frutas que hay en casa, de las cuales se pueden obtener las semillas o propágulos (papas, por ejemplo), depositarlas en la tierra y regarlas para que rindan frutos, hojas comestibles y semillas.

“Lo interesante es que mucho del material que tenemos en nuestra casa son residuos orgánicos, por tanto podemos usarlos para generar el sustrato (tierra) que se necesita para sembrar. En caso de no tener un espacio, una alternativa puede ser alguna maceta vieja, un huacal, una caja o incluso una cubeta para empezar a hacer nuestro cultivo”, dijo.

Moreno Calles sugirió sembrar los productos que más se consumen en México: jitomate, tomate, chile, calabaza, pepino, chayote, zanahoria, epazote, papa, cebolla, betabel, lechuga, camote, ajo, nopales y algunas plantas aromáticas con las que pueden conjuntarse.