Por: Oswaldo Rojas
Cumplidos ya más de cincuenta días desde que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) estableció su campamento en las inmediaciones de la Ciudadela, los residentes de la zona se quejan de las afectaciones provocadas por los maestros a los negocios locales, el incremento en la inseguridad y el ácido olor desprendido de los baños portátiles por la mañana y la noche.
“Los camiones de basura de la delegación vienen hasta tres veces al día porque sino lo hicieran la colonia sería un caos. Los maestros tampoco limpian sus sanitarios móviles, para eso viene una empresa privada una o dos veces al día”, declara a Milenio Carlos Flores Hernández de 56 años, quien tiene una tienda de abarrotes a un costado del campamento magisterial.
Él considera que la postura del magisterio es una cerrazón que afecta a terceros pues tras la llegada de la CNTE a la Ciudadela la gente frecuenta menos los negocios locales, carros de los habitantes de la zona se han visto rayados y rotos, y como parte de la instalación de campamento los postes de luz fueron dañados. “Uno ya no puede transitar libremente, menos de noche, porque ellos al colgarse hicieron corto circuito. Esto parece una cueva de lobos”.
Igualmente Carlos Hernández se quejó de no tener noticias de Salomón Chertorivski, secretario de Desarrollo Económico (Sedeco), quien quince días atrás recorriera la zona prometiendo a los comerciantes el próximo apoyo para enfrentar la crisis.
Por otra parte el sonidero Juan Garnica Tapia cuenta que el arribo del magisterio a la Ciudadela también provocó que los icónicos bailarines de danzón, bachata y salsa que se reunían por las tardes en la explanada tuvieran que retirarse. Así él decidió colocar unas de sus bocinas para continuar con la tradición. “Puse música, principalmente danzón, para que siguieran bailando las personas de la tercera edad. Con los maestros aquí los músicos que llegaban a venir se fueron. Ahora (el campamento) está en desorden, se supone que la gente debe venir a conocer la Ciudadela, pero así hasta da pena, sobre todo por el olor. Respeto la lucha de los maestros porque la Reforma Educativa nos afecta a todos aunque parece nos afecta más a nosotros”, comenta Garnica Tapia.
Ambos vecinos coinciden en que la relación con el magisterio es difícil y que hasta el momento no se ha intentado iniciar un diálogo con el campamento para tratar de resolver las disparidades y reducir las afectaciones.
Por el contrario la maestra Juana María Zedua, perteneciente a la sección 7 de la CNTE en Chiapas, sostiene que han recibido apoyo constante de los capitalinos, especialmente en donaciones de comida y medicamentos. “Desde que estamos aquí solo hemos salido a botear una vez”.
Aunque prefirió no dar su nombre el maestro y medico que atiende el Modulo de Salud del Pueblo, una suerte de farmacia local donde se amontonan con descuido los envases de medicina, asegura los medicamentos de los que disponen han sido todos donaciones.
Consiente de la insalubridad que permea al campamento dice que su principal preocupación es una posible epidemia de enfermedades estomacales o respiratorias, muy frecuentes entre los campistas.
Al preguntarle su opinión sobre los problemas causados a los habitantes de la zona dijo: “Este campamento es un reflejo de lo que le pasa a la sociedad”.
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