- Ahora los israelitas llevan 74 años pugnando por quedarse con el territorio y la lucha no termina. Para la Historia no es nada y si miramos en perspectiva, todavía no llegan a la mitad del tiempo que duraron tas incursiones de los cristianos.
Por María Manuela de la Rosa A./
El termómetro del Medio Oriente es su indudable centro neurálgico: Israel, un punto geoestratégico de vital importancia para el mundo. Una zona en disputa desde tiempos ancestrales. Los cristianos intentaron dominar el territorio en la Edad Media cuando emprendieron la gran hazaña de las Cruzadas. Fueron 195 años de guerras cruentas por el dominio de Tierra Santa, nueve cruzadas desde el año de 1096 al 1291, que dejó hambre, destrucción, desolación y mucha frustración, para que al final los musulmanes triunfaran y se quedaran en ese territorio.
Ahora los israelitas llevan 74 años pugnando por quedarse con el territorio y la lucha no termina. Para la Historia no es nada y si miramos en perspectiva, todavía no llegan a la mitad del tiempo que duraron tas incursiones de los cristianos. Motivaciones diferentes, contextos diversos, pero la coincidencia del interés de apropiarse de ese territorio. Y aunque los israelitas parecen favorecidos, el final se ve distante.
Los cristianos tenían aparentemente todo el poder del orbe, los israelitas por lo visto igual. Sin embargo, la realidad será inexorable.
Por lo pronto este conflicto causa divisiones. Anteriormente fueron los intereses hegemónicos, pero a medida que ha avanzado y se ha vuelto más complejo el tema, surgen opositores desde los frentes más inesperados. Ahora lo vemos en los Estados Unidos, donde incluso personas de la comunidad israelita ya se cuestiona la legitimidad de esta disputa territorial. Los demócratas en el Congreso no apoyan del todo al presidente Biden. La ONU no ha sido nada clara en su posicionamiento. China y Rusia, otrora a favor de la causa palestina, no se han pronunciado tan abiertamente, lo mismo que los países árabes. Estados Unidos, a pesar de que impidió un pronunciamiento de la ONU, ha tenido un papel secundario, lo mismo Inglaterra y la Comunidad Europea. Aunque no se espera un cambio en la política internacional de bloques, si es notable la poca beligerancia de los países que se han decantado por uno u otro.
La hegemonía cuesta
El gobierno de Joe Biden, que comenzó su gestión a todo vapor, sobre todo respecto a su interés por recuperar su posición de liderazgo en el mundo, fuera de la maniobra de contener a la ONU, no ha dad muchas señales de iniciativas, salvo por la visita que hizo el lunes 24 de mayo pasado a Israel y Palestina el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken, quien anunció la reapertura de consulado de Estados Unidos en Jerusalén, para reanudar el nivel de relación con Palestina, al que Trump había segregado; también habló de ayuda económica a Palestina, manifestando que si todas las condiciones son favorables, su gobierno respalda la solución de dos Estados, que apoya la comunidad internacional, ya que consideran que es la única manera de garantizar el futuro de Israel como Estado y de que los palestinos logren el país en paz al que tienen derecho.
Blinken subrayó el compromiso de los Estados Unidos de reconstruir la relación con ambos países, en base al respeto mutuo, con la convicción compartida de que su gente merece contar con medidas de seguridad, libertad, oportunidad y dignidad.
Respecto a la ayuda económica para Palestina, el representante de la diplomacia norteamericana señaló que será de 5.5 millones de dólares en ayuda de emergencia para la reconstrucción de la Franja de Gaza, así como 32 millones de dólares a la Agencia de las Naciones Unidas. Para los Refugiados Palestinos. Apoyos que estarán lejos del dominio de Hamas.
La asistencia a los palestinos será ahora de unos 360 millones de dólares, luego de que el ex presidente Trump casi la desapareciera.
Presiones a Biden.
Las promesas de campaña no se tornan fáciles de cumplir y para Biden esta premisa no ha sido la excepción, porque ahora en el poder, se enfrenta también a presiones internas y externas, sobre todo por su inacción ante el conflicto. No obstante que pidió terminaran las presiones entre Palestina e Israel, expresó su apoyo a Israel, actitud que le trajo la animadversión de la oposición republicana y de sus propios aliados en el Congreso. Los republicanos reclaman el fin de las conversaciones con Irán sobre energía nuclear y los demócratas el apoyo a Palestina. Pero el presidente no está de acuerdo con ninguna de estas posturas.
El Partido Republicano considera que es el momento de pedir cuentas a Teherán por la ayuda a Hamas, ya que las autoridades iraníes han expresado su apoyo abiertamente a Hamas. Y por eso han exigido a Biden, en una carta firmada por 44 senadores, que se mantengan las sanciones con Irán. En tanto, irónicamente, Biden, a través del Organismo Internacional de Energía Atómica, gestiona miles de millones de ayuda a Irán. En marzo, antes de que comenzaran las negociaciones nucleares con Irán, Biden acordó la liberación de 3,000 millones de dólares que estaban congelados en Corea, Omán e Irak. Y se estima que podrían liberarse alrededor de 15,000 millones. Y si esto es así, el principal respaldo financiero de las organizaciones terroristas islámicas, estaría con la chequera abierta para la compra de armas y equipo a favor del terrorismo. Consecuencia: la globalización del terrorismo.
Por otra parte, sus asesores de seguridad consideran que las naciones árabes podrían mediar en el conflicto para buscar una solución, pero esto no ha sido comentado oficialmente.
Entre la religión, la historia y la política
Durante siglos esta región del Medio Oriente ha sido motivo de disputas territoriales. Este conflicto, que lleva 74 años, inició con tal intensidad desde entonces; pero mucho antes, en diversos periodos de la historia las guerras se han ido sucediendo, con una continuidad que, si bien se ha interrumpido por treguas, o triunfos de alguna parte, no se ha concluido; y el hecho lo vemos patente hoy día con Palestina e Israel, antes con musulmanes y cristianos. En el futuro no sabemos.
Israel parece estar ganando la batalla, pero todavía no puede declararse vencedor, mucho menos cuando la opinión pública internacional condena la ocupación israelita, generalmente a la fuerza o por medio de las armas, lo cual ilustra su posición de poder y su visión invasora, aunque trate de justificarse con preceptos histórico-religiosos, que en todo caso los musulmanes los tienen, igual los cristianos.
Los judíos ocupan las tierras palestinas y lógicamente el conflicto de legitimidad es evidente, puesto que Israel está dispuesto a apropiarse de todo el territorio al precio que sea. Sin importar las leyes y menos el derecho internacional, los judíos ocupan tierras palestinas y despojan a sus legítimos dueños.
Pero también está la problemática política, en 1980 Israel declaró la ciudad de Jerusalén como su capital y los palestinos hicieron lo mismo, aunque ninguna potencia reconoce esto, salvo el gobierno de Trump.
Jerusalén es una ciudad sagrada para los fieles de las tres grandes religiones monoteístas: los judíos, cristianos y musulmanes, quienes tienen sus lugares santos, como el Muro de los Lamentos, la Iglesia del Santo Sepulcro y la Mezquita de Al Aqsa, que reciben miles y miles de peregrinos de todo el mundo. Así que su posesión significa un triunfo espiritual para cada una de estas religiones.
En la actualidad los israelitas se han ido apoderando de casi todo el territorio, apoyados por los grandes intereses globales, pues no olvidemos que los capitales más importantes del mundo, sobre todo financieros, pertenecen a judíos, quienes a través de poderosos lobbies inclinan la balanza para favorecer sus intereses. Pero nada está decidido aún, porque por más prospectiva que se haga, el devenir histórico es incierto.
Con nobeles de la paz y la guerra sigue.
Los esfuerzos para la paz en esta pequeña pero importante región del mundo, han sido muchos, pero en realidad. Ninguno ha rendido los frutos deseados. Como lo hemos visto en Colombia, que después de tantos años de guerra civil, un presidente logra un acuerdo de paz y deposición de las armas, por ello gana el Premio Nobel de la Paz; pero la guerra e inseguridad continúan, porque la guerrilla en realidad no depuso las armas en su totalidad.
Así vemos por ejemplo que el Premio Nobel de la Paz lo han obtenido varios personajes que han dedicado sus vidas a la solución de esta disputa, pero vemos que poco o nada se ha podido lograr.
Tenemos que en 1978 el israelita Menajem Beguin, primer ministro de Israel y Mohamed Anwar Al-Sadat, presidente de Egipto, obtuvieron el Premio Nobel de la Paz, ya que ambos líderes trabajaron durante once meses de negociaciones para terminar con treinta años de hostilidad árabe israelí.
En 1994 Yaser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, considerado un grupo terrorista; Simón Pérez, ministro de Asuntos Exteriores de Israel e Isaac Rabín, Primer Ministro Israelí, fueron galardonados con el Premio Nobel por sus esfuerzos para alcanzar la paz en Medio Oriente.
En el 2005 le fue otorgado el premio a Mohamed Mustafa El-Baradei, destacado internacionalista egipcio, por sus esfuerzos independientes para prevenir que la energía nuclear sea utilizada con fines militares.
Y sin embargo, la guerra continúa.
Las disyuntivas.
Especialistas en el tema sugieren que hay que partir desde el ámbito interno, estableciendo como prioridad la igualdad de derechos, entre los que deben imperar la seguridad, tanto para palestinos como para israelitas, así como los derechos políticos, a la seguridad social, con lo que habrá mayor certidumbre y por tanto menos revueltas o inconformidades que generen resentimientos por la segregación.
Asimismo, una opción que apoyan varios países y en el seno de la ONU es la solución de los dos Estados al conflicto territorial entre israelíes y palestinos, aceptando los límites dejados tras La Guerra de los Seis Días de 1967, con Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental como parte de Palestina.
Otros analistas estiman que podrían darse tres estados, con Gaza gobernada por Hamas, Cisjordania en Palestina e Israel respetando los asentamientos palestinos. Pero esta opción, además de reconocer a un grupo terrorista, dejaría en desventaja a Palestina, que seria un Estado más débil.
Ceder no siempre significa perder, sino muchas veces el triunfo que otorga la generosidad.
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