Por: Risso Alberto
Su vida gira en torno a la música las 24 horas. De día, imparte clases en una escuela de Tijuana. De noche se convierte en El Brujo, un guitarrista misterioso, apasionado e impulsivo que lo mismo fusiona el rock con el blues o el jazz, que el rock con la cumbia y el hip-hop.
Es Javier Bátiz, guitarrista, compositor y cantante, quien platicó con el periodista Ricardo Bravo en el contexto del ciclo Iconos del rock mexicano.
“Toda mi vida es pura música… soy aburrido, obviamente para algunas personas, pero ni modo, cómo es lo único que sé, es de lo único que hablo. Si veo la televisión es porque estoy viendo uno de mis videos como 100 veces, lo que he hecho y lo que quiero hacer.
“También escucho los discos que hacía antes y mis canciones nuevas que están padrísimas”, relató Javier Bátiz al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, minutos antes de iniciar sesión escucha en la Sala Murray Schafer de la Fonoteca Nacional.
La plática inició con un momento muy revelador y emotivo para Javier Bátiz, ya que habló sobre sus inicios en el mundo de la música, que se remiten hacia 1957, a su casa en Tijuana y su madre, ya que al perder a su padre en ese año ella tuvo que cuidarlo.
Con voz entrecortada, reveló que su mamá era una persona muy contenta “y fue la que me enseñó a tocar los primeros cuatro acordes de la guitarra: re, sol, la y mi. Ella me inculcó el sentido musical porque silbaba todo el tiempo y ese silbido lleno de melodías fabulosas y mágicas me hicieron amar la música”.
El compositor añadió que gracias a esto es un guitarrista muy guapo, lleno de vitalidad y “que está perro”.
Reveló que toda su carrera ha sido como un viaje en una montaña rusa, que sube y baja, y en ocasiones muy intensa, por lo cual no todos los que lo rodean han podido aguantarlo.
“La historia de mi vida es muy larga, pero para que no se aburran trataré de hacerla muy corta: nací, toqué, me volví famoso y aquí estoy”.
Durante su conversación destacó que después de 58 años de exitosa carrera artística nunca le ha interesado ser considerado como el mejor músico de México, tampoco generar una competencia para que sea reconocido, de entre todos los guitarristas, como el más famoso, sino todo lo contrario, su objetivo es enseñar a los jóvenes a hacer música, “sentir su magia, compartirla y disfrutarla”.
Esta revelación dio paso a la primera canción de la sesión de escucha: Mashed potatoes (1960), una de las melodías afamadas del músico, la cual interpretaba con el grupo TJ´S.
En la Fonoteca Nacional, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Javier Bátiz también detalló cómo fue que se convirtió en el maestro de Carlos Santana y de más de mil músicos: “un día su mamá me dijo, le puede enseñar a mi hijo y le dije ‘con mucho gusto’.
“Le dije a Santana, ¿ya tocas?, me dijo sí, ¿qué tocas?, dijo guitarra de mariachi y violín, le propuse entonces tráete el violín mañana y si tocas El son de la Negra te enseño. Llegó y la tocó muy suave, entonces le enseñé la guitarra y el bajo. Ahora él toca así porque yo lo instruí y él lo admite… y por eso me debe un carro del año”.
Javier Bátiz conversó también sobre sus tocadas iniciales -en los años sesenta- con un grupo llamado Famous Finks y luego en un café llamado La Fusa, tocadas que eran “una enorme fiesta”.
Además de cómo fue que le pagaron cinco dólares en su primer concierto, cómo se convirtió en el primer mexicano “en cantar en inglés de verdad” y lo que para él significa hacer un disco, “es como tener un buen hijo que se convierte en uno malo, dependiendo como lo traten las compañías”.
Después de compartir sus anécdotas, el compositor tocó el piano para mostrar su técnica musical y al mismo tiempo contar algunos de los problemas a los que se ha enfrentado, como la censura por interpretar canciones de Bob Dylan.
“Y es que en este mundo he conocido gente graciosa, simpática y buenos músicos. Pero también he conocido mala gente que me ha puesto mil trabas, enormes bardas de cemento y acero, pero que como soy perro, he podido superar”, destacó.
Detrás de esta revelación Ricardo Bravo dio paso a las canciones Hard life y Ella fue, que sirvieron como fondo a Javier Bátiz para detallar que la manera más fácil de hacer que un guitarrista baje su volumen y energía al tocar es ponerle un papel pautado, ya que él, en sus inicios, no sabía leer partituras.
La sesión concluyó con el estreno en México de la canción TJ funk, melodía que busca rescatar y promover la música que se genera en Tijuana para hacer que la gente “no deje de bailar hasta el final”.
Es una composición musical –destacó el guitarrista al Conaculta- “que era lo que tocábamos antes en Tijuana, la traigo nueva, con el sabor de antes, pero con la tecnología y la magia de hoy, de El Brujo. Es una canción que está padrísima, es rock and roll, jazz… y fiesta hasta que amanezca”.
Pieza con la cual inició la presentación del video La flor del Sans Souci, el primer sencillo de la más reciente producción discográfica de El Brujo: El laberinto del Brujo.
Melodía que mostró a los asistentes la esencia de Javier Bátiz: “soy un músico y no sé hacer otra cosa”, dijo.
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