Por: César Hernández/
El día de ayer, el pueblo de Puerto Rico celebró la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló al puesto de gobernador de Puerto Rico. La renuncia se produjo en medio de escándalos de corrupción y protestas masivas por los chats homófobos y sexistas en los que participó el mandatario, con ello, habitantes de la isla salieron a las calles para que renunciara de su cargo, entre ellos, se unieron los cantantes Ricky Martin, Residente (vocalista de Calle 13) y Bad Bunny.
Con la renuncia del mandatario-quien dejará el cargo a partir del próximo 3 de agosto- y de acuerdo a la constitución puertorriqueña, su cargo sería ocupado por el secretario de estado Luis Rivera Marín, sin embargo, esto no será posible, pues también renunció hace unos días porque también estaba involucrado en el escándalo de la revelación de mensajes. Y es que la renuncia de estos dos personajes, demuestra claramente la presión social que ejercieron las masas para que esto sucediera, todo de una manera pacífica.
Estas manifestaciones, con las que el pueblo de la isla hizo validar su voz, demuestran una unión entre los diferentes sectores de la población que, a través de sus cuerpos, lograron un objetivo bien marcado. Y es que el arte es una esencia primordial dentro de este momento histórico, pero quien se lleva el galardón es la música quien, históricamente, desde los años 60 hizo que los puertorriqueños se ganaran el respeto y admiración de otros países latinoamericanos, europeos, e incluso africanos a través de sonidos como la salsa.
Este género tomó gran presencia en Puerto Rico y Nueva York por sus sonidos fuertes y letras agresivas que enmarcaban la historia moderna de la isla, al mismo tiempo en el que se demandaba igualdad y libertad pues, en un inmenso proceso de industrialización que trajeron consigo una gran huella de desigualdad social, cerca de un millón de personas emigraron de la isla en un periodo de 20 años.
Los sonidos de este nuevo ritmo protestaron por un espacio en el que el cuerpo fuera el protagonista y que el baile fuera su principal vehículo de manifestación-algo similar a los movimientos de estos días-.
Estos elementos musicales produjeron canciones que sirvieron para entender la historia de la nación puertorriqueña. Bajo las situaciones de tensión social que bien, podrían ser criticadas sólo desde la política, la salsa comenzó una labor de dramatizar y resaltar las penurias que atravesaban los pobladores pobres. Fueron los cantantes de salsa quienes, desde mediados del siglo pasado, formaron parte del circuito migratorio hacia la ciudad de Nueva York.
Desde una perspectiva sociológica, la salsa se comenzó a considerar como un movimiento contracultural que, si bien emergió en Estados Unidos, nunca se alejó de contar la historia de su pueblo y, sobre todo, se contraponía al famoso “sueño americano”. A finales de los 60, este sonido se dirigía más allá de ser sólo “música salsa”, pues ya era una manera completa de hacer nueva música, en la que una generación marcada por la crisis, se contraponía ante el sistema, haciendo un reclamo mayor en cuestiones de libertad y justicia social.
Y es que la unión del son montuno cubano, la rumba, la bomba y la plena con el jazz, el rhythm and blues, el funky y el soul hicieron que la salsa no sólo contara historias, sino que también penetrara fuertemente en la sangre de los latinos. Cabe escuchar “Acha y Machete” y “Calle Luna, Calle Sol” de de Hector Lavoe o “El Malo” de Willie Colón para entender esa tendencia por narrar las historias del barrio peligroso, o escuchar la monstruosa orquesta de la Fania All Star, que incluso llegó a pisar África en 1974, llevando a la inmortalidad a Cheo Feliciano, Celia Cruz, Roberto Roena y el propio Jorge Santana (hermano de Carlos Santana) para entender a ese híbrido extravagante llamado Salsa.
Este género-al igual que el punk que comenzaba a surgir en Perú con “Los Saicos”-, es la clara demostración de que la música en Latinoamérica fue el vehículo exacto para demandar las peticiones de un pueblo a través de agrupaciones perfectamente estilizadas que se movían al ritmo de trompetas, trombones, pianos, congas y voces agresivas que resaltaban la esencia de Puerto Rico.
Ahora, la salsa no ha pasado de moda, se siguen vendiendo discos de esos antiguos personajes, pero hoy, no ha sido el turno de la salsa para presenciar lo que atañe al pueblo puertoriqueño, sino al Reggaetón, un género odiado y amado por muchos, un sonido que si bien no cuenta con los mismos ritmos de la salsa del que también alguna vez perteneció (hay que escuchar “Nunca Había Llorado Así” de Víctor Manuel y Don Omar), si se ha convertido en la bandera estética-rítmica que representa a una generación abierta a todas las posibilidades y que se pone a bailar para demandar que se respeten sus derechos e ideales.
Si bien la historia del Reggaetón es demasiado joven, esto no ha sido impedimento para que su sonido cautive a muchos, pues el ritmo de sus beats, sus arreglos pegajosos, acompañados de letras que de manera perfecta han roto con lo “políticamente correcto” que se tiene que decir en una canción, han penetrado mucho en ese tiempo tan corto. Y es que es cierto, pese a que no les guste a muchos, este ritmo ha conquistado territorios que jamás se crearía que pisaría, pues es esa sencillez lo que lo hace ser tan bailable y exitoso.
Y es ese género, que día con día gana más y más popularidad en las listas de reproducciones mas importantes de todo el mundo, quien le tocó ser parte de este nuevo suceso para la Isla. Y aunque los artistas (Ricky Martin, Bad Bunny, Residente, entre otros) no utilizaron en sí su arte para demandar justicias, sí estuvieron presentes con la gente en esas manifestaciones, con la gente, que bailaba y celebraba su triunfo al ritmo de reggaetón, de haber “botado” al gobierno.
Quizá este nuevo monstruo extravagante y vanidoso ha cambiado a lo largo de su historia, pues ya no suena a ese ritmo reggae, hip-hip y mucho menos rap, pero puede que sea ese nuevo movimiento que prevalezca algunos años más y que tome la bandera de ser un representante fiel de las demandas de la sociedad latina, habrá que verlo.
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