Por: Redacción/
“Si estamos vivos es porque escuchamos música”, refieren autores de Itzocal, en el municipio de Atlapexco del estado de Hidalgo, cuya comunidad nahua ha quedado registrada en la memoria musical con el disco compacto Itzocal y sus sones tradicionales, un proyecto terminal de Martín Arias Nájera en el que colaboraron jaraneros, violinistas y guitarristas locales.
Ese pueblo se distingue del resto de la región por el zacahuil y sus huapangos, ejecutados por bandas de instrumentos de aliento o bien por tríos de cuerdas que en ambos casos van acompañados de bailes tradicionales de gran relevancia por el significado adquirido a través de los años.
Arias Nájera, licenciado en Humanidades por la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), estuvo enfocado a entender el son dentro de su propia estructura social y contexto cultural para elaborar un material discográfico compuesto por 20 piezas del género, diez típicas de la fiesta de Xantolo, seis del carnaval, dos de cuamanches y dos de Viejito.
Para la comunidad de Itzocal la música crea vínculos más estrechos y está alejada de una concepción asociada al estado del arte o la estética, ya que no es un elemento de espectáculo sino una pieza clave de la estructura social de la colectividad.
“La música es tradición, agradecimiento, ofrenda y parte medular de nuestra identidad, pues sin ella no hay danza y si no hay danza no hay fiesta y si no hay fiesta no hay comida y si no hay comida no nos congregamos”, explicó Xóchitl Martínez, quien se ha consagrado a mantener viva la tradición del baile que heredó de su padre.
Durante la fiesta de Xantolo o Mikaijkuitl, la más grande de la zona Huasteca en la que es celebrada la llegada de los muertos, la tradición dicta que los danzantes oculten su rostro con máscaras o telas para que el mal no se los lleve.
Así fue como mujeres y niños acompañaron a los músicos en la presentación, que se celebra a partir del 30 de octubre, día de San Andrés, cuando los difuntos vuelven para compartir con los vivos la algarabía del pueblo y a partir del corte de fruta y hasta el baile casa por casa los muertos con aclamados durante ocho días por sus familiares y amigos.
La festividad posee mayor relevancia que la Navidad o el 12 de diciembre, dijo Don Abundio Martínez Zavala, músico y danzante de la comunidad.
En la danza de Cuamanches los niños cargan coronas en la cabeza elaboradas con papel, mientras llevan sonajas en la mano derecha y un ramo de flores en la izquierda, en un baile que se realiza cada 12 y 25 de diciembre para las fiestas de velación.
La danza del viejito representa al anciano más rico del pueblo y constituye un cuadro cómico en el que el protagonista selecciona de entre el público a la gente que trabajará su milpa, explicó.
De los cinco intérpretes que colaboraron en la grabación del material, ninguno estudió música de manera formal y ejecutan de acuerdo con la tradición oral de padres a hijos o de abuelos a nietos, como es el caso de Martínez Zavala, quien enseñó a su nieto Gonzalo Amador Álvarez a tocar la quinta huapanguera, un tipo de guitarra mexicana utilizada en la música huasteca.
Durante la presentación del disco compacto los músicos lamentaron que las tradiciones musicales y de vestimenta sean modificadas por los jóvenes, quienes originalmente vestían con calzón de manta enrollado y participaban con entusiasmo, sin embargo esto ha perdido fuerza frente a la modernización, que ha implicado sentimientos de vergüenza y abandono de las danzas propias.
El propósito de realizar el disco compacto responde a la necesidad de crear archivos sonoros disponibles al público que fomenten el interés por diversas expresiones musicales y formen un mosaico cultural, explicó el egresado de la UAM, quien junto con Nicole Luján dirigió, grabó, mezcló y masterizó el material discográfico.
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