Por: José Manuel Mota Fernández/

El deporte mexicano se caracteriza por la garra, pasión y entrega de la mayoría de los competidoras, sin embargo, la ingratitud de las autoridades y el poco conocimiento de los mexicanos ha orillado a que algunos de ellos queden en el olvido o bien, pasen desapercibidos bajo cualquier circunstancia.

Tal es el caso de Guillermo Echavarría. Quizá el nombre no les resulte familiar, tal vez se estén preguntando “¿Quién es?”, pero se puede decir, sin lugar a dudas, que es una de las personalidades más importante en la natación mexicana y que, sus logros, le valieron una placa conmemorativa en la Alberca Olímpica Francisco Márquez.

Fue el siete de julio de 1968, a pocos meses de que llegaran los Juegos Olímpicos a nuestro país, desde Santa Clara, California, Echavarría Pérez, logró colgarse la medalla de oro en el Torneo Internacional de Santa Clara y con un tiempo de 16 minutos, 28 segundo y una milésima, se convirtió en el poseedor del ya caído Récord Mundial.

En palabras de Felipe ‘Tibio’ Muñoz, el evento que le tocó presenciar, fue único e inolvidable. Desde el recinto acuático de 1968, en la entrega del reconocimiento, el Medallista Olímpico contó a detalle lo que vivió ese día con tanta emotividad que su voz comenzó a contarse y los ojos se le llenaron de lágrimas.

“Yo no podía estar en un lugar de descanso cuando sabía que ‘Memo’ tenía posibilidades de ganarle a los mejores del mundo y ni siquiera se nos había ocurrido que podía romper un récord del mundo. Johnsson le dijo a Rafael Hernández vete del otro lado a contar las albercas de ‘Memo’, Rafa me dice: ‘acompáñame, Tibio, vente y yo me fui corriendo con él del otro lado”.

Desde ahí, en un lugar privilegiado en el que muchas personas hubieran querido estar, el Felipe Muñoz presenció la hazaña y así lo contó:

Luego del emotivo discurso del ‘Tibio’, la Alberca Olímpica entró en un ambiente festivo y así, a 50 años de la hazaña del mexicano, con un físico completamente diferente por el paso del tiempo y apoyado por una silla de ruedas ante la falta de movilidad en las piernas, Echevarría Pérez recordó lo vivido en California y, a pesar de las carencias físicas, recorrió la alberca una vez más.

En medio de gritos, aplausos, porras y una algarabía que invadió de esquina a esquina el recinto, apoyado por su familia, Echevarría Pérez se lanzó una vez más al agua y así demostró que los impedimentos físicos, cuando se quiere hacer algo, no son excusa.

Evidentemente, el ritmo era más lento que hace 50 años pero aquí no se trataba de velocidad, la proeza ya la había hecho y le tocaba disfrutar el momento. Del otro lado de la alberca, todos lo esperaron y al momento del toque, así como hace 50 años, su nombre se escuchó por todas partes.

Con esto, dio inicio el torneo Guillermo Echavarría que juntó a decenas de personas de diferentes edades para competir en mil 500 por relevos y, de esta manera, cerrar un capítulo más en la celebración del 50 aniversario de los Juegos Olímpicos de 1968.