Por: César Dominguez Perez

César Domínguez

La idea de que el equipo del chiverío se convierta de nuevo en el equipo más dominante de la Liga MX (después de este tiempo de penumbra y tristezas, que lo han orillado a estar en la situación del descenso), vuelve a rondar la mente de sus aficionados.

La llegada de Matías Almeyda al cuadro rojiblanco parecía una idea descabellada, sin pies ni cabeza, pero desde que tomó las riendas del equipo, este plantel que comenzó el torneo desdibujado y sin un fin concreto, ahora aspira a pelear por los dos torneos que esta compitiendo.

El ex River Plate es de esos entrenadores que se casan con una idea ofensiva sin importar nada más, la contundencia es lo primordial para un entrenador del calibre del “Pelado”, mismo que busca consagrarse en un lugar muy lejos y distinto a lo que es su siempre protectora Argentina.

Aunque muchas veces, esas formas que emplea Almeyda para obtener resultados de manera inmediata no son las mejores que puede haber. Caso concreto fue el que vimos el domingo pasado, cuando Chivas no supo cuidar un resultado a favor, e incluso esa necesidad de ir al frente provocó que los Tuzos se sirvieran con cuchara grande y nos deleitaran con un festín de goles.

Ahora, Chivas tiene la encomienda de meterse en el estadio de el León, equipo que viene muy bien de la mano de Pizzi y que no querrá tener problemas en casa y menos con el apoyo de toda su afición.

Mañana será un día clave para el “rebaño sagrado”, pues su mística transformada por el argentino necesita ese golpe de confianza para decirle a todo el país que el gigante está despertando y que van en serio las cosas que se están planteando.

El director técnico rojiblanco sabe de la presión que tiene y del duelo de mañana será una final interesante, porque más que jugarse un campeonato, Almeyda y Chivas se están jugando su credibilidad.