Por: Redacción/
Sólo la exigencia forma a los grandes, pero para poder ejecutar cualquier movimiento es necesaria la integridad del sistema nervioso central. “Los mejores deportistas no necesariamente son los más grandes y robustos, sino los que tienen mejor ritmo, la capacidad de alternar de manera armónica sus extremidades, con mejor adaptación, además de la genética, el ambiente social y el aspecto motivacional”, expuso Hugo Sánchez Castillo.
El académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM indicó que por esa razón muchos deportistas tratan de articular su ejecución con la alta motivación: “sentir que son capaces, que poseen fuerza, y energía, las características de un buen desempeño, por eso en los casos en los que la motivación se va hacia abajo, cambia la configuración neuroquímica y creen que no pueden hacerlo”, explicó.
Pero lo más importante, continuó, es que el trabajo en equipo permite una sincronía; si el grupo está cohesionado se moverá como una unidad, pero si no, dependerá únicamente de la habilidad individual de algunos de sus integrantes, es decir, de la genialidad de un excelente deportista.
“En el caso de México, aunque hay muy buenas individualidades, se pretende fomentar el juego en grupo, para que todo el equipo esté cohesionado y se muevan como un bloque, con un objetivo en particular. Si eso se logra en términos motivacionales se tendrá un equipo que juega de manera ordenada y va hacia adelante, es lo que llaman ‘buena vibra.
“El resultado debe verse como una cuestión de equipo, no se pierde o gana por culpa del jugador A o B, sino por el desempeño del grupo, y esto tiene mucho que ver con la sincronización”, apuntó.
Cuando la gente está motivada, argumentó Sánchez, está presente la sensación de ‘poder hacerlo’, “tenemos una situación que se llama “eustrés”, estrés positivo, pero si llegamos al “distrés”, que es estrés negativo, las personas tienen miedo y sienten que ya no lo pueden lograr su objetivo y que no vale la pena”.
En términos futbolísticos a esa situación se le llama ‘mística’, y es el poder mantener a los jugadores con alta motivación y con un nivel de estrés controlado, que les permita pensar que pueden desempeñarse correctamente. Si por el contrario, están muy estresados y juegan mal, el equipo acaba en desastre”, subrayó.
La derrota
El especialista en neurociencias de la conducta comentó que la derrota es la sensación de pérdida, que puede llevar al aficionado a estados motivacionales negativos: ansiedad y depresión.
“En México la gente ha intentado que la selección de futbol sea un modelo a seguir, y en una justa mundial es increíblemente identificada. Los aficionados creen que es su representante ante el mundo y se deprimen si la ven fallar, pues se rompe el ídolo, el amor platónico.
¿Estrés posmundial?
El titular del Laboratorio de Neuropsicofarmacología y Estimación Temporal de la FP, dijo que no desearía inventar un término clínico sobre el estrés después de los partidos, pero si no existiera, no se verían las respuestas que observamos en El Ángel de la Independencia cuando la selección gana, que es de alta euforia.
“Cuando México pierde es el mismo proceso, pero hacia abajo: habrá algunos casos de tristeza y melancolía, porque teníamos altas expectativa, creíamos que la victoria podría ocurrir, y en el momento en que la selección falla hay una correlación entre el estado de alta expectativa y la respuesta emocional a la baja”, abundó.
Sánchez Castillo concluyó que el “estrés posmundial” o de la derrota difícilmente podría llegar a compararse con estrés postraumático por un evento violento. No obstante, subrayó que ante los casos de derrota cualquier aficionado puede buscar ayuda y llamar al Call Center de la FP: 56 22 22 88 de 8:00 a 20:00, de lunes a viernes.
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