Por: Víctor Cruz/
Los míticos astados de la ganadería Miura se caracterizan por ser de los encierros más difíciles al momento de lidiar, en sus últimas presentaciones han “volado” por las calles de Pamplona, colocándose como los más rápidos de la feria, pero también cargan en su espalda con el mayor tiempo, 30 minutos duró su participación en 1958, un toro se paró al llegar al ruedo y no quería entrar a los corrales, haciendo inútiles los variados intentos para llevarlo a su destino, hasta que apareció “Ortega”, el héroe canino de la mañana.
Ese encierro del 58 se caracterizó por el curioso protagonista que salvó el día, el toro negro no siguió a sus hermanos a los corrales de la Monumental de Pamplona, al llegar a la arena se emplazó y desafió todo intento de los presentes. Los primeros que actuaron fueron los dobladores, que con capote en mano trataron de citar al “bicho” de más de 500 kilos, pero el “miureño” lanzó derrotes secos a todo lo que se ponía enfrente.
Los siguientes fueron los mozos, a cuerpo limpio intentaron lo que estuvo en sus manos, pero el esfuerzo no dio frutos, tanto fue así que uno de los corredores terminó en la arena con su playera rasgada por una cornada que estuvieron a punto de propinarle.
En vista que el animal propietario de la familia Miura no acometía a los engaños, se decidió sacar a los cabestros, pero los mansos tampoco pudieron jalar al animal a los corrales.
Así llegó el turno de “Ortega”, ante los ojos de asombro de los asistentes en los tendidos, salió el peludo de cuatro patas de color canela a hacer lo que los hombres no pudieron, cual torero el perrito se plantó en la cara del animal, le ladró sin inmutarse a los intentos del toro que le sacaba una ventaja de casi media tonelada.
En vista que los ladridos no fueron suficientes el valeroso can corrió a los cuartos traseros del astado y empezó a morder las patas del animal, tras casi treinta minutos de que había explotado el cohete el toro se dirigió a la puerta de toriles, seguido del perrito que corría atrás de él ladrándole.
Tras el acto de valor de “Ortega” los mozos se dirigieron a él y lo cargaron, el pastor de color canela dio la vuelta al ruedo en los hombros de los corredores, al unísono los presentes en los tendidos le brindaron una ovación al héroe del encierro.
El día de mañana, los astados de Miura escribirán otra página en su historia por Pamplona, será su carrera número 53 en la ante sala de que se escuche el “Pobre de mí”, entre emociones y latidos a mil por hora y el recuerdo de un perrito que un día de 1958 logró lo que nadie, someter a un “Miureño”.
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