Por: Erik Pérez/
Con el uniforme blanco de los Gigantes de San Francisco apenas percudido por el polvo y una gorra negra en la cabeza, Barry Bonds salió a batear la tarde del 7 de Agosto del 2007 en contra de los Washington Nationals. Tres días antes logró empatar el récord de más jonrones de por vida, que sostenía Hank Aaron con 755, pero ese día el diamante le tenía una sorpresa preparada.
En la parte baja de la quinta entrada, Michael Joseph Bacsik lanzador de Washington subió a la loma con el marcador empatado a 4 carreras por bando. Frente a él, estaba la mayor odisea del día, tenía que enfrentar al mejor bateador de la historia. Lanzó una recta para intentar controlar a su rival, pero de respuesta recibió un batazo que alcanzó los 160 kilometros por hora y se incrustó en medio del público del jardín central, fue el jonrón 756 para Bonds y su boleto a la historia del béisbol.
Aquella tarde Barry se despidió del campo con un micrófono, agradeció a su padre y a la afición y avanzó a la banca que lo esperaba con las manos en alto. A pesar de que su equipo perdió por dos carreras, ese día puede considerarse el más feliz de su carrera. Hoy a 11 años de ese acontecimiento las cosas no son tan buenas como se esperaban.
Después de sumar un total de 762 cuadrangulares en su carrera y dejar la vara más alta que sus anteriores competidores, Bonds enfrentó un largo proceso por dopaje. En 2011 se dictaminó que era culpable de haber consumido esteroides, lo que lo habría ayudado a ser mejor en el juego de la pelota. Pero su récord sigue en activo como el mejor de la Major League Baseball (MLB) y será imbatible, por lo menos en los próximos años.
Además del mayor número de vuelabaradas, Bonds también tiene otros récords peculiares en el béisbol. En 2001 logró hacer 71 jonrones en una temporada, con lo que se convirtió en la persona que más veces lo ha conseguido. El miedo que causaban sus impactos con el bat eran tales que en 2558 ocasiones le regalaron la base por bolas para no verlo batear.
Curiosamente, desde que se retiró en 2007 ha sido nominado para entrar al Salón de la Fama del Beisbol en Cooperstown, Nueva York, pero su problema con los esteroides lo ha frenado de ingresar. El año pasado (2017) tuvo un 47% de aceptación para entrar, con lo que avanzó en su intento, pero sigue sin ser parte de este selectivo grupo de personas.
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