- Bauhaus inició su trayectoria con una fuerza imparable que se ganó a su público en sus presentaciones en vivo, pues pese a que los espacios no entraban cien por ciento en armonía con la música, ellos creaban de cualquier rincón de su región un lugar oscuro para bailar y ver a Murphy retorcerse como alacrán en el escenario.
Por: César Dorado/
La exploración por nuevos sonidos y la implementación del espíritu subversivo del punk inglés en una temática compuesta por ropa obscura y peinados extravagantes al estilo Siouxsie Sioux, hizo que el fin de la década de 1970 observara a todo un movimiento de músicos cambiar de manera contundente las reglas establecidas del rock, para así mezclarlo con la muy amateur electrónica experimental alemana.
Entre los escondrijos de las ciudades inglesas, en las que una ola enardecida de gente desempleada protestaba para lograr conseguir un poco de lo que la desestabilidad económica les había quitado, emergían movimientos juveniles que fluían a través de “El invierno del descontento”, en donde el posicionamiento de Margaret Thatcher revelaba un futuro esperanzador, lleno de una revolución cultural que se revelaba a los abusos del poder con toda la fuerza de los jóvenes.
Y aunque en el aire se escuchaba el “No Future” como himno que se contradecía así mismo con las acciones rebeldes del movimiento punk que lo crearon, todo iba direccionado a una resurrección de la masa joven; The Clash, Joy Division, Sex Pistols, entre otros, gritaron (con diferencias ideológicas caprichosas) en un mismo canal para transformar la oscuridad de la modernidad a algo más digerible.
Si bien el punk ya se veía apresurado por llevar su sonido a cualquier rincón de occidente, otros músicos, influenciados por el arte contemporáneo y la experimentación, tomaron esos sonidos para retorcerlos con atmósferas más obscuras que no sólo se encasillaran a sólo crear música, sino a compactar la moda con el ritmo, el color con el baile y la transformación ciudades olvidadas en centros de reunión clandestinos.
Northampton fue una de aquellas ciudades de Inglaterra quien de repente, en la tranquilidad del fin de año de 1978, escuchó el sonido monstruoso de “Bela Lugosi’s dead” y vio resurgir a Drácula de entre las tinieblas al mismo tiempo que veía los movimientos alucinantes de Peter Murphy y la magia auditiva de los hermanos Haskins y Daniel Hash. Inglaterra se preparaba para ver la nacer a un monstruo llamado Bauhaus.
Paradójicamente, los cuatro chicos tomaron el nombre del estilo arquitectónico alemán de los años 20 para ilustrar de la misma forma su estilo; fantasmal, imponente, frío y con curvas que se formaban al compás del bajeo del grupo.
Como otras bandas underground de la época, Bauhaus inició su trayectoria con una fuerza imparable que se ganó a su público en sus presentaciones en vivo, pues pese a que los espacios no entraban cien por ciento en armonía con la música, ellos creaban de cualquier rincón de su región un lugar oscuro para bailar y ver a Murphy bailar y retorcerse como alacrán en el escenario.
Tras una presentación en el Rock Garden de Londres, la compañía discográfica 4 ED les ofreció un contrato en el que tan sólo algunos meses después los llevó a lanzar el tema “Dark entries”, con lo que se catapultaron en la escena musical, despertando el interés del público y de otras bandas, para adoptar el estilo extravagante del cuarteto.
Así, bajo el surgimiento de nuevos movimientos cinematográficos, artísticos y la manía por experimentar para romper paradigmas estéticos ( y crear otros) de épocas pasadas sin miedo al ridículo, Bauhaus llegó para implementar una cultura “gótica” bien estilizada con cortes de cabello extravagante, camisas con diseños llamativos y toda una discografía que hasta ahora sigue inspirando a los movimientos musicales y a sus jóvenes.
Ahora, después de dividirse y pasar por el camino de la fama de cualquier espíritu punk nacido en los años 80-así como la propia destrucción de sus integrantes- resurge como de entre las tinieblas, como aquel diciembre de 1978, un Bauhaus temible, esperado y anhelado por aquellos que los vieron vivamente en su auge, y también por los que una nostalgia extraña los impulsa a escucharlos en vivo, quizá para su despedida.
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