Por: César Dorado/
Con más de 150 cuentos y 20 novelas publicadas, gran parte de la obra de Traven se sitúa en un México revolucionario y pos revolucionario, en donde la miseria y el folclore se develan bajo atmósferas de pueblos olvidados y personajes que, pese a parecer de una dimensión psicológica sencilla, se enfrascan en un misticismo repleto de color y situaciones casuales que van desde lo mortuorio hasta lo trágico cómico.
Su exploración de territorios nacionales poco conocidos por otros escritores, hicieron que el trabajo de B. Traven se enriqueciera de una cultura negada por los propios mexicanos, lo que develó, con una crueldad brutal, una nueva identidad nacional recargada de desigualdad, miseria, y el rencor vivo de los indígenas renegados por los estragos de la revolución mexicana.
La vida del escritor estuvo llena de contradicciones, pues su constante movimiento y extraña forma de explorar lugares que casi podrían igualarse al de un trabajo antropológico, han hecho que de su vida se tenga duda de casi todo lo documentado. Hasta ahora, en la reimpresión de su obra, aparece la firma de B. Traven- en algunas impresiones piratas aparecía el nombre de “Bruno”- pero su esposa, Rosa Elena Luján, aseguró que su esposo le había autorizado a revelar que el había sido Traven Torsvan, nombre que aparece en los documentos de la Secretaria de Gobernación y de Relaciones Exteriores.
Posiblemente nació en 1882 en Alemania Oriental, se dice que no tuvo una infancia cercana a sus padres, de quienes se sospecha hayan sido adoptivos y los mismo que le dieron el apellido Feige. También pudo haber visto su primera luz en 1890 en Chicago, con padres escandinavos de donde vendría el apellido Torsvan.
De acuerdo a la investigación del director cinematográfico Will Wyatt, el escritor habría nacido el 23 de febrero de 1882 en Schwiebus, Alemania, con el nombre de Hermann Albert Otto Maximilian Freige Wienecke, lo que contradijo el fotógrafo Gabriel Figueroa, pues en su momento el confesó que Traven le había confiado el secreto de que su verdadero nombre era Mauricio Retenau.
Pero fue quizá la consciencia política lo que llevó al autor de “Macario” (1950) a enfrascarse en ese juego de cambio de identidad. En 1919 se fundó la República Soviética de Baviera, misma situación que traería consigo la disputa entre anarquistas y comunistas con el mando del káiser Guillermo II. El escritor simpatizó con los ideales de la república desde la perspectiva anarquista y así, con experiencias pasadas en levantamientos activistas, comenzó a escribir, editar, publicar y distribuir el Der Ziegelbrenner (El Ladrillero) para después integrarse al grupo que encabezó la República de Weimar como encargado de propaganda.
Durante este periodo de actividad política utilizó el nombre de Ret Marut, con los que también publicó sus primeros cuentos en Alemania. Tras el fracaso de la revolución, cuenta la académica Malú Montes de Oca de Heyman, e hijastra del escritor “conforme llegan a la cárcel, los mandan fusilar. Ret Marut logra escapar. Regresa al taller donde tenía la imprenta y su oficina, arregla su huida con mucha calma y se va del país”.
Años más tarde fue encarcelado en Londres por participar en un Mitin. Durante su interrogatorio declaró haber nacido en San Francisco pero que carecía de documentos oficiales porque el terremoto e incendio de 1906 los habían destruido. A su salida de Londres se desconoció su destino, pero era claro que tenía intenciones de pisar territorio americano y tener contacto la organización de trabajadores anarquistas The International Industrial Workers of the World, conocidos como Wobblies. Pero antes de su contacto con los trabajadores conoce Veracruz y Tamaulipas, donde queda encantado con la actividad política mexicana, lo que lo hace viajar a Texas para entablar un acuerdo con los Wobblies de trabajar en la organización de sindicatos dando apoyo a los trabajadores.
Dentro de esta travesía en donde viaja por el mar Atlántico y el Caribe, y su primer contacto con tierra mexicana resultan la novela “El barco de los muertos” (1926) y “Los picadores de Algodón”, esta última publicada en Alemán bajo el nombre de Der Wobbly, ya que incluso en una carta mandada a su editor, el escritor afirmaba que escribía en inglés y lo hacía traducir al alemán “porque la Alemania de 1925 es un país donde la actividad literaria goza de una gran libertad, mientras que en América sería censurado” lo que hizo creer a muchos que su nacionalidad era estadounidense.
Tiempo después se instaló en Chiapas, lugar donde viviría 10 años para después cambiar de residencia en Acapulco hasta que el 1948, el escritor Luis Spota afirmó haber descubierto la verdadera identidad de Traven, lo que lo obligó a huir a la Ciudad de México.
“Traven nunca se llamó ni Bruno ni Berick ni Ben. Se llamaba Traven Torsvan. Tanto en su pasaporte mexicano, como en el acta de nacionalización y su licencia de manejar, tienen inscrito ese nombre, aunque no sabemos cómo se hicieron” aseguró Rosa Elena Luján.
Demasiado se ha escatimado sobre el nombre del autor que puso en boga el maltrato a los trabajadores indígenas de México. Más allá de retratarlos como simples formas humanas que sufrían la violencia que traía la desigualdad social, les impregnaba una lucidez misteriosa encantada de las costumbres de cada uno de esos personajes que, aunque hundidos en la miseria de su propia desdicha, siguen caminando hasta ya no poder más y morir sin un aliento de esperanza.
De acuerdo a la propia familia Luján, con el gran número de biografías que existen del autor,la que tiene la mejor información es “B. Traven: biografía de un misterio” de Karl S. Guthke “Si algún lector se interesa en ella, se va a divertir porque todo este asunto de cambiarse de personalidad y de dar todo tipo de pistas falsas que Traven lo hizo, primero, por necesidad y después por gusto, está documentado. Ahí se advierte que disfrutaba de ese juego. Le gustaba dar pistas falsas”.
Su lucha constante por defender su individualidad y su misteriosa vida marcada por los altibajos políticos y personales, hacen de Traven un hombre misterioso al que, quizá, haya deseado ser conocido sólo por su obra; cargada de consciencia, misterios y el color de una historia que no se quería ver, pero que estaba ahí, cargada de tragedia y hambre.
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