Por: Redacción/
Durante más de 60 años, el antropólogo, historiador, filólogo y filósofo Miguel León-Portilla se dedicó al estudio de los pueblos del México prehispánico, convirtiéndose en un referente en el pensamiento y la literatura náhuatl.
Nacido el 22 de febrero de 1926, falleció este 1 de octubre, a los 93 años de edad.
Inspirado por Manuel Gamio y Ángel María Garibay, dejó un amplio legado que recoge y estudia el mundo indígena: su visión, su historia, sus creencias y tradiciones, su literatura, su pensamiento y sabiduría, temas que han generado gran interés.
Maestro en Artes por la Universidad de Loyola, en Los Ángeles, California, en 1956 recibió el doctorado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con la tesis La Filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, bajo la guía del padre Garibay.
Cuando publicó esa obra, recordaba León-Portilla en una entrevista en 1998, muchos creyeron que estaba loco, pues planteaba que los indios tenían una filosofía, a partir de planteamientos que descubrió en textos de poesía náhuatl.
“Eso me atrajo mucho. Fui a ver a Garibay, empecé a estudiar náhuatl con él. Él me ayudó mucho, me fue abriendo los ojos hacia los materiales que yo necesitaba para construir tal hipótesis de una filosofía náhuatl; y gracias a eso pude acercarme a lo que pensaban, algunos tlamatimine, o sabios, que se planteaban preguntas existenciales”.
A través de los códices, se acercó a la imagen cósmica, tanto temporal como espacial, que era el marco de la visión del mundo en que se desarrolló el pensamiento de este pueblo.
“Continué mi indagación planteándome qué pensaban estos sabios indígenas, qué pensaban acerca del hombre, acerca del más allá, acerca de la divinidad, -comparando lo que ellos nos dicen con lo que sería el pensamiento tradicional del mundo indígena- y eso me llevó otra vez a captar que había la posibilidad de hablar de un pensamiento filosófico”.
A partir de ahí, Miguel León-Portilla encabezó un movimiento para entender el mundo indígena, tanto de la era precolombina como de la actual. Una de sus obras más populares es Visión de los vencidos de 1959, que reúne fragmentos de la visión náhuatl de la conquista y que fue seguido por otras recopilaciones de fuentes incas y mayas.
Entre su vasta obra, se encuentran títulos como Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), El reverso de la Conquista (1964), Trece poetas del mundo azteca (1967), Nezahualcóyotl. Poesía y pensamiento (1972), Literaturas indígenas de México (1992) y Quince poetas del mundo náhuatl (1994).
Por ello, Eduardo Matos Moctezuma apuntaba que León-Portilla supo dar la palabra a quienes les había sido arrebatada. “Les diste forma a las voces negadas por medio de la palabra escrita para darla a conocer e irradiarla por el mundo a otras muchas lenguas. De esta manera nos diste la razón de ser de quien padece la injusticia e hiciste tuya la palabra del vencido para esgrimirla en contra de la injusticia hacia el indígena de ayer pero también a favor del indígena de hoy”.
En un homenaje realizado al maestro en la UNAM en 2016, Matos Moctezuma recordaba que la de León-Portilla fue una importante labor para que nuevas generaciones puedan adentrarse en el conocimiento no sólo de los hombres que fueron, sino de los hombres que son.
“Reivindicaste la visión del mundo indígena y su manera de percibir el universo, pese a quienes pensaban que estos seres no tenían su propia concepción del mundo. Cambiaste el “descubrimiento” de América, no exento de eurocentrismo, por un encuentro en que España conocía América y América conocía España. Nos diste la flor y el canto antiguo cuando rescataste a los poetas del mundo náhuatl”.
Pero además de dedicarse al estudio de las culturas prehispánicas, León-Portilla trabajó en defensa de los derechos de los pueblos indígenas y apenas el año pasado, destacaba que la solución del problema de la pobreza en estas comunidades “no es regalar dinero, pues este no les sirve para nada. Hay que brindarles la posibilidad de ponerse de pie, de ser dueños de su destino”.
Al participar en el foro Pobreza y cultura indígena en México, se reconoció como un enamorado de la cultura indígena, a la cual dedicó todas sus investigaciones, porque reconocía que “no queremos tener indios de museo” y que hay que dejarlos vivir con dignidad.
‘‘Los i indígenas nos dan sus lenguas, que son metáforas maravillosas de un mundo de riqueza insospechada” y es que, por ejemplo, dijo, la palabra educación ‘‘viene del latín educatio, que significa sacar al otro de la rudez de la ignorancia y en náhuatl ixtlamachiliztli: acción de dar sabiduría al rostro ajeno. ¿Qué bonito, no? ¿Verdad que es mejor?”.
Entre 1955 y 1963, León-Portilla desempeñó los cargos de subdirector y director del Instituto Nacional Indigenista Interamericano. Desde 1963 y durante más de una década fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y entre 1974 y 1975 fue nombrado cronista de la Ciudad de México.
Desde 1988 fue investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México y en 1995 ingresó a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en el área especial de antropología e historia.
Participó en la fundación de la Casa de los Escritores en Lenguas Indígenas y recibió numerosas distinciones: 25 doctorados Honoris Causa de universidades de México, América Latina, Estados Unidos y Europa, además de premios y condecoraciones concedidas en México, Bolivia, Perú, Cuba, Estados Unidos, España, Francia, Italia y otros países. Desde 1957 fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
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