Plastilina, arcilla, fósiles, cables luminosos y otros materiales conforman un universo que parte de la simplicidad y, en sus múltiples interpretaciones, se articula en piezas que marcan las huellas del tiempo y el espacio en el mundo y sus habitantes.
Tiempo, cuerpo y conciencia –que podrá apreciarse hasta el 13 de diciembre en la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)– reúne instalación, pintura y escultura de Laura López, Yutsil Sánchez, Libo González, César Carretero y Rafael Yáñez, quienes enfatizan el valor de observar la magia de la naturaleza para conocer el orbe y pensar en la fragilidad y la falta de control ante lo desconocido.
Este diálogo entre artistas, elementos y soportes parte de premisas personales, pero con un eje común: que los seres humanos, más que una unidad constituyen fragmentos que intentan construir y reconstruir; pedazos que sufren desgaste y muestran sobre sí las marcas del tiempo.
En conjunto, las obras conminan a inmiscuirse en un espacio que en el aspecto técnico está más enfocado en el desarrollo de ideas que en generar virtuosismo, a la vez que conversan entre sí.
La escultura en mediano formato Helechos mágicos, de Yutsil Sánchez, emula las espesuras y brozas de esa planta vascular rearmada a partir de una serie de luces led verde neón y magenta, en una propuesta que conjuga dos hemisferios de la vida: el natural y el tecnológico, resueltos en una pieza que cobra sentido en la mirada de quien la observa.
La construcción y deconstrucción de mí, de Yáñez, es una instalación que a partir de un mecanismo robótico crea la figura de un rostro para luego fraccionarlo en partes que se acercan y alejan, cual rompecabezas que rehace parte de la fisonomía humana que se crea y recrea de manera paulatina, en un trayecto rectilíneo.
Del mismo autor, Taxonomía de lo monstruoso consiste en una serie de objetos que discurren sobre lo bestial y la forma de nombrarlos para entenderse como ruinas de la historia que han preferido mantenerse ocultos, mientras que Laura López presenta en Fragmento esculturas pequeñas que revelan un juego de gestos y muecas –bocas plásticas en color bruno– que parecieran tener vida.
De acuerdo con Yáñez, Tiempo, cuerpo y conciencia “advierte sobre la trampa de la identidad y del propio ‘sí mismo’; de los peligros de aceptar una normatividad, cuando es ésta la que está creando monstruos y dejándoles en el olvido”.
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