Por: Redacción/
El Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, alberga el cuadro Sor Juana Inés de la Cruz de Miguel Cabrera, quizá el retrato más conocido de Juan Ramírez de Asbaje, también conocida como la Décima Musa.
A 324 años de su fallecimiento, recordamos a la religiosa jerónima quien es considerada la máxima exponente de la literatura hispanoamericana del siglo XVII y la última gran poeta de los Siglos de Oro en español.
Aunque su fecha de nacimiento y defunción han sido muy discutidas, se estima que nació en San Miguel Nepantla el 12 de noviembre de 1651 y se estableció el 17 de abril de 1695 como el día en que acaeció su muerte a causa de tifus. Fue sepultada en el coro debajo de la iglesia del templo de San Jerónimo que hoy es la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Con una vida intelectual intensa, Sor Juana abarcó todos los saberes de su época y escribió numerosos poemas tanto líricos como cortesanos y filosóficos, comedias teatrales, obras religiosas y villancicos.
Aprendió a leer y escribir a los tres años y a los ocho escribió sus primeros versos. A pesar de brillar en la corte virreinal de Nueva España, ya que fue dama de honor de la esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo y apadrinada por los marqueses de Mancera, en 1669 ingresó a la vida monástica guiada por anhelo de conocimiento.
Junto con Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora, la Décima Musa ocupa un destacado lugar en la literatura novohispana, que en lo lírico se adscribe al barroco español y que en lo dramático va de lo religioso a lo profano.
En vida, Sor Juana gozó de gran popularidad, ya que siguió los modelos literarios de la época y en muchos casos los superó. Fue publicada en España y leída con asombro.
Su poesía, rica en complejas figuras del lenguaje, conceptos ingeniosos y referencias a la mitología grecolatina, destaca por una deslumbrante belleza sonora, ingenio refinado y profundidad filosófica como puede apreciarse en su poema más importante y largo con 975 versos, Primero sueño de 1692.
En el terreno de la dramaturgia escribió las comedias Los empeños de una casa y Amor es más laberinto, compuso tres autos sacramentales: San Hermenegildo, El cetro de San José y El divino Narciso, este último considerado el mejor de los tres, que incluye villancicos de calidad lírica excepcional.
Aunque la prosa de la autora es menos abundante, también tiene brillantez, como los textos devotos de la célebre Carta athenagórica y la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, uno de los escritos en prosa más importantes de toda la literatura novohispana.
Sor Juana, el mayor milagro artístico del virreinato novohispano, fue inmortalizada no sólo por su obra sino también por el pincel de Miguel Cabrera, uno de los máximos exponentes de la pintura barroca del virreinato.
Este retrato de 2.07 por 1.48 cm fue pintado en 1750, por lo que se trata de una copia, ya que la poeta murió en 1695. La muestra en primer plano, sentada en su escritorio, con una de sus manos en un libro abierto y la otra en su rosario, lo que denota un compromiso tanto con el aprendizaje como con la religión.
Los interesados en acercarse y profundizar en la imagen de Sor Juana, pueden visitar el Castillo de Chapultepec, donde se encuentra este emblemático retrato o bien, adentrarse en su amplia obra que a más de tres siglos de distancia es considerada un clásico extraordinario de la literatura hispana.
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