Por: Oswaldo Rojas
Pocos son los hombres que pueden decir que han rechazado el Nobel de Literatura y Jean Paul Sartre es uno de ellos, que al hacerlo se vio envuelto en una discusión política que más allá de discutir las razones reales de su negativa se concentró en vilipendiarlo.
Hasta hace unos años se creía que su rechazo se debía a que Albert Camus lo había ganado con anterioridad y dada la rivalidad entre ambos parecía que lo lógico era que al no aceptarlo Sartre daba, o intentaba dar, una lección de humildad al autor de El mito de Sísifo.
En realidad, el filósofo francés había mandado una carta en septiembre de 1964 a la academia sueca pidiendo que no le concedieran el Nobel y advirtió que en caso de que lo hicieran, él se vería en la necesidad de rechazarlo. Sin embargo, por razones azarosas la carta llegó un mes tarde, tiempo suficiente para que la decisión fuera tomada y finalmente anunciada.
“Por razones que me son personales y por otras que son más objetivas, no quiero figurar en la lista de posibles laureados y ni puedo ni quiero, ni en 1964 ni después, aceptar esta distinción honorífica”.
Tras la noticia de su rechazo la opinión intelectual del momento se dividió: por un lado estaban quienes lo apoyaban y por el otro aquellos que lo tacharon de soberbio.
Ese mismo año en una entrevista para The New York Review of Books dijo “Un escritor que adopte posiciones políticas, sociales o literarias debe actuar solo con sus propios medios, esto es, el mundo escrito. Todos los honores que pueda recibir exponen a sus lectores a una presión que no considero deseable”.
Su negativa se sustentaba principalmente en su postura socialista y es que el escritor de La Náusea intentaba sonar congruente en su discurso público de años y sus acciones. “La única batalla posible hoy en el frente cultural es la batalla por la coexistencia pacífica entre las dos culturas, la del Este y la del Oeste”.
Lo más mencionado en la prensa de ese momento fue que su decisión era en realidad una estrategia para ganar dinero. Y es que Sartre era lo que puede llamarse un best seller y las ventas de sus libros eran el sueño de cualquier filósofo. El culto que la gente le rendía a sus textos se puede ver parodiada en la película Amor Índigo -adaptación de la novela La Espuma de los Días, escrita por su amigo Boris Vian- en la que es retratado como un salvaje rockstar bajo el seudónimo de Jean Paul Partre.
Finalmente el tiempo ha ido aclarando las razones de su decisión, demostrando que el dinero no fue su motivación pues de entregar el Nobel, este vendriá acompañado por 26 millones de francos que igualmente rechazó. Aunque lo cierto que el hecho de haber rechazado el máximo galardón para un escritor sí le agenció, con los años, ganancias en presencia y popularidad.
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