Por: Redacción
Conocido en la tradición cristiana como Santiago el Mayor para distinguirlo del otro discípulo de Jesús con el mismo nombre, este evangelista, patrono de España y de varios pueblos y ciudades de América, celebra su día el 25 de julio.
En México, la fiesta más representativa dedicada a este santo es la que se realiza en el pueblo de Santiago Zapotitlán, en la Delegación Tláhuac de la Ciudad de México, donde las actividades para honrarlo comienzan, este año, el 22 de julio, el sábado más próximo al día de su festejo, y terminan el 30.
Todo gira en torno a la figura en caballo del santo protector que se encuentra en la iglesia de la Inmaculada Concepción de esta localidad. “La imagen es una escultura que data del siglo XVI. Es una pieza única de pasta de caña, casi de tamaño natural”, comenta Lázaro González Peña, técnico en museografía del Museo Nacional de Culturas Populares y quien además recibirá el próximo 30 de julio la mayordomía principal de esta celebración.
Este apóstol, que según la tradición ayudó a los conquistadores españoles a vencer a los nahuas en suelo mexicano y, posteriormente, se vinculó con el tiempo de lluvias y la espera de las cosechas, tiene en Santiago Zapotitlán una fiesta con una duración de ocho días, en donde la procesión, las danzas, la pirotecnia, la música y los juegos mecánicos le dan su sello característico.
“La estatua porta un gazné o mascada donde se limpia toda la gente que la va a visitar. Santiago Apóstol es nuestro santo patrono. Su veneración comenzó cuando no había lluvias, adorándolo y paseándolo para traerlas; es el Tláloc mexicano y un protector tan importante que se cuentan de él varias historias, como que sale por las noches y hasta se llega a decir que la cola de su caballo amanece con pasto”, añade.
Algunas fuentes señalan que Íñigo Noriega Lasso, empresario y terrateniente español que vivió en México durante el gobierno de Porfirio Díaz, fue quien pudo haber donado la imagen, otras indican que fue una familia española la que la legó a los habitantes de la comunidad; sin embargo, no se conoce con certeza el origen de la efigie.
La importancia de este benefactor, quien también es patrono de la ciudad de Querétaro, radica en su intervención para que haya vendimias y protección. “Tiene varios devotos que se suman a la festividad para colaborar en diferentes procesos. Algunos se encargan de proveer la tela para su vestido, otros el casco o la espada para su armadura”, explica.
Para llevar a cabo el festejo, el pueblo se divide en calles, calzadas o cuadras donde se organizan los diferentes grupos de pobladores que toman parte en el mismo. La mayordomía se puede nutrir de hasta 300 integrantes y la aportación económica para la celebración dependerá de cuántas personas la conformen.
Con lo recaudado, se pueden arreglar partes de la iglesia, como su fachada, colocándose en su entrada un gran portal de flores o semillas. Su interior, de igual manera, es adornado con diferentes motivos.
“A las seis horas de la madrugada del día 25 de julio, se le cantan las mañanitas ya sea con música de mariachi o con banda. Posteriormente, después de salir de misa, se le ofrece a la gente un tamal y un atole”, reseña Lázaro, y agrega: “hay una importante inversión en cuetería y en grupos musicales, por lo que se le llama la fiesta de luces y música”. Sobre la participación de los juegos mecánicos, comenta que sin ellos no sería una festividad.
Mención aparte merecen las presentaciones de danzas, como la de Los Santiagueros y la de Los Concheros. La primera es la danza de los moros y cristianos, que consiste en un baile tradicional a lo largo de todo el pueblo y termina con una representación teatral de la vida de Santiago Apóstol y del enfrentamiento de los dos ejércitos.
La de Los Concheros, por su parte, procede de un ritual azteca donde se utiliza la guitarra de concha de armadillo que acompaña a los danzantes ataviados de plumas y cascabeles. El día principal de la fiesta se congregan en la plaza central o en el atrio de la iglesia para danzar en semicírculo o en media luna, como lo hacían los antiguos pobladores de Tenochtitlán.
“La magia de la danza es para honrar al santo patrón, rescatamos su vestimenta y atuendo. Su arte también lo transmiten a nivel nacional e internacional, porque van a diferentes partes de la República y a países como Estados Unidos y Canadá, donde intercambian su atuendo”.
Durante el festejo también se realizan muestras artesanales y gastronómicas. Al final de toda la celebración, se lleva a cabo la entrega de las mayordomías.
“Santiago Apóstol es una representación universal. Todos adoptamos al santo y nos sentimos protegidos por él. Yo he tenido la oportunidad de vestirlo, tener sus atuendos, montar sus trajes de gala, que son de luces, como los de los toreros. Se usan telas muy finas, desde algodón hasta seda, con hilos metálicos de aleaciones de oro y plata… ‘Santiago bendícenos, queremos agua porque nuestras cosechas necesitan esa bendición’”, evoca Lázaro.
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