Por: Oswaldo Rojas
Su trabajo con la pluma le bastó a Salvador Novo (1904) para convertirse en el cronista de la ciudad en su generación. Pero sus textos se elevaron por encima del propio género: se convirtieron en el retrato de una época, sobre todo, de los personajes de la “alta cultura” que caminaban por sus calles.
Esa característica que hizo de su mirada una visión cosmopolita y de aguas ondas se observa en textos clásicos suyo como Ensayos (1925), El joven (1928), Return Ticket (1928), Jalisco-Michoacán (1933), Continente vacío(1935) y En defensa de lo usado (1938).
Con el desarrollo de su talento el poeta fue escribiendo una obra que contrastaba su bucólica infancia y la moderna madurez en la ciudad.
El articulista Christopher Domínguez Michael escribió sobre él:
“La comodidad con la que Novo se mueve entre contradicciones que paralizaron a espíritus menos sofisticados y atléticos que el suyo es notoria en su poesía”.
Otro escritor y cronista que lo admiró profundamente fue Carlos Monsiváis. Esta pasión por sus escritos se reflejaría en Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000 y 2004). Considerado uno de los libros más íntimos de Monsiváis que apuntala la idea de que por medio de un ingenioso humor Novo logró el reconocimiento de un país como México.
Sin embargo, ese ingenio no evitó que en su vejez Salvador Novo se viera recluido y hasta cierto punto vilipendiado por su postura publica en contra de las causas perdidas. Tanto era su talante de menosprecio por el populismo sin sentido que llego a festejar la represión de 1968.
Aún con eso también fue uno de los intelectuales más duros y críticos con la izquierda mexicana. Sus textos sobre este tema aún se leen con fuerza, el propio Monsiváis no llegaría a tener el filo de la pluma de Salvador Novo.
“Salvador Novo, justo es decirlo, no fue un puritano, ni como enemigo ni en tanto apologista de la Revolución hecha gobierno. Si Martín Luis Guzmán —cuya obra, dejándose llevar por las apariencias, Novo despreció— había retratado a los caudillos revolucionarios con la cínica frialdad de un moralista del Gran Siglo, Novo fijó los usos y costumbres del poder institucional, concentrándose en el rostro, cambiante e inmóvil, de cada uno de los presidentes de la República, que vienen a ser, a través de La vida en México, uno solo”, apunta con certeza Domínguez Michael.
La vida en México es una obra que condensa el proceso político desde un Villa visceral hasta la búsqueda democrática de la revolución vuelta gobierno. Con su prosa Novo se impuso a la actualidad y le dio verdadero cariz de historia a su historia contemporánea. Volvió a México un país que surgió de la barbarie para convertirse en un lugar habitable para gente moderna, civilizada.
Los 42 años de su muerte no pesan en sus textos, pues son un reflejo de una época que mantiene sus resonancias en la boca de los capitalinos. Salvador Novo no se adelantó a su época, sino que vivió firmemente asentado en ella, lo que le permitió trabajar con los materiales de la vida que perduran.
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