Por: César Dorado/
Su obra es el reflejo de su espíritu nostálgico que cargó con los recuerdos de una infancia llena de consciencia, en donde la poesía fue la única salvación para escapar de una realidad cruel y desigual. La escritura de Rosario Castellanos, quien se alojó también en la novela y el ensayo, se rige bajo la atmósfera de las preguntas ¿por qué vivimos? o ¿cómo podemos realizarnos? En un panorama de la liberación femenina y de todos los oprimidos.
El trabajo literario de Castellanos colaboró a la construcción de una nueva perspectiva de la vida, en la que se puede ver la influencia del existencialismo y la filosofía de género de la francesa Simone de Beauvoir, todo con absoluta sinceridad y confianza al manifestar su vida personal en el filo de sus textos como principal protagonista de una obra melancólica y transcendental para las letras mexicanas.
Nacida en la Ciudad de México, desde muy pequeña se mudó a Comitán, Chiapas, lugar donde se comenzó a despertar una pasión indescriptible por las comunidades indígenas, a la que dedicaría gran parte de sus letras, pues en ella refleja la desigualdad, los abusos por la iglesia y el desconocimiento social e histórico de sus tradiciones.
“Balun Canan” (1957) bien podría funcionar como una biografía de la autora, pues en ella plasma la historia de una familia de terratenientes de Comitán, donde todo gira en torno a las desigualdades y el cambio que trajo consigo la reforma agraria del presidente Lázaro Cárdenas. Encarnada en la niña Argüello, la reflexión comienza a nacer desde los elementos de ¿por qué los niños blancos no pueden tomar café? Y el desprendimiento de su nana, pieza clave para la comprensión de las desigualdades y los abusos que sufrían las comunidades indígenas de Chiapas.
Su obra fue retrato de su vida y su entorno, el que, con otras actividades como la docencia, la divulgación del trabajo del Instituto Indigenista Nacional en Chiapas y la promoción cultural, intentó transformarlo con exposición de los males sociales.
El costumbrismo estuvo en gran parte de sus textos que, si bien enaltecen el colorido de las costumbres mexicanas, también los utiliza como una manera de demandar los problemas que aquejan a ciertos sectores sociales. Críticos como Emmanuel Carballo expresaban en la narrativa de Rosario “se desterró el lugar común de la inferioridad de la mujer respecto al hombre: su inteligencia, coherencia y aptitud para las letras estuvieron por encima de casi todos los miembros de su generación”, lo cual también la coloca como una de las autoras con mayor influencia sobre sus contemporáneas.
En su pasión por defender los derechos indígenas, Rosario no sólo escribió para demandar las desigualdades, sino que se involucró directamente con sus actividades para después, con ornamentos literarios nostálgico- que bien podrían ser la realidad que ella visibilizaba- obsequiar al lector un viaje a través de paraísos indígenas llenos de fatalidad, terror y abusos casi cómicos, como en el cuento “Aceite guapo” del libro “Ciudad Real” (1960) donde se narra la vida de un indígena que busca llegar a ser un representante de dios y se ve obligado a tomar aceite guapo para poder hablar latín, sin embargo, la mentira de un cura de la iglesia lo lleva a embriagarse a tal grado que es sacado de la iglesia.
La poesía de Rosario Castellanos desnudó su personalidad y se mostró sincera con el mundo; nostálgica, melancólica, pero con la memoria firme y lista para ser consciente de ese malestar cultural donde pudo levantar las primeras demandas de los abusos masculinos y hacer que los lectores hicieran una introspección sobre su comportamiento y sobre su quehacer diario, algo que hasta ahora es vigente.
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