- Esta novela pone en jaque muchas situaciones de la cotidianidad humana. Con una narración delicada, como si te lo contara un niño, golpea todos los ámbitos de la infancia y los coloco en posibilidades de buenas experiencias, traumas o tormentosos abismos
Por: César H. Dorado/
La infancia puede representar una de las etapas más significativas de la vida. En ella se experimenta con los juegos, se va conociendo el mundo a través de una mirada inocente que aún no conoce la penumbra del mundo real. El miedo es un solo símbolo de la adultez que ya conoce la decepción y debe de ser precavido para no caer de nuevo en eso que, quizá, comenzó a conocer en un punto de quiebre de la misma infancia y lo llevará guardado hasta la muerte, con posibilidad de sepultarlo en la memoria oscura.
El descubrimiento del mundo a través de las malas experiencias hace que se vayan abriendo grietas donde se van “colando los peores temores”, y cuando se es niño, parece que esos temores son insoportables. En “Los Abismos” (Alfaguara, 2021) de Pilar Quintana, la infancia se va destruyendo con el oleaje de situaciones catastróficas que van orillando a la protagonista Claudia a crear su propio mundo, siempre, con las revelaciones de una madre sumergida en su propia tristeza y la falta de sensibilidad de un padre a quien le robaron la infancia dejándolo huérfano.
¿Cómo se conoce el mundo? ¿Cómo se conoce el sexo? Cómo es que se va conociendo a los padres sino a través de las emociones e, incluso, los traumas que heredan a sus hijos. Los abismos de Claudia se van manifestando en los silencios, las historias amargas de su familia, la tristeza compartida, la angustia y las pasiones que conoce a través de una infidelidad por parte de su madre, atormentada por el pasado y aún más, por el presente.
Pilar Quintana logra retratar esos temas tabúes que se niegan a los niños. El suicidio de una amiga cercana de su madre es escondido a través de diferentes historias, sin embargo, aunque parece que la niñez es solo mirar al mundo como quisiéramos que sea, resulta que en esa etapa se ve al mundo como realmente se presenta, doloroso. Ganadora del Premio Alfaguara 2021, Quintana nos muestra los escenarios y, posiblemente, los malestares que también nosotros vivimos y se seguirán viviendo generación tras generación.
En esta novela, aun cuando parece que las preguntas de los más chicos son absurdas, realmente se muestra que están llenas de sinceridad e incomodidad para los mayores. Claudia, en un constante convencimiento de construir sus propias historias, de manera mímica, va absorbiendo los malestares y resentimientos de su familia. Su madre, perseguida por la decepción y la frustración de los sueños, se sumergen en una melancolía que se complace con las revistas de moda.
Las circunstancias van cambiando el entorno de los escenarios y conforme evolucionan se hacen más grises, pero se tranquilizan pues “hay cosas en las que es mejor no pensar”, como lo es la muerte y el desconsuelo, “el dolor y la orfandad”. Se intenta ignorar el malestar, pero inconscientemente se queda impregnado en la personalidad.
Los fantasmas ya no son seres espeluznantes que se inventan para dormir a los niños, ahora son las cosas reales de la vida; una muñeca que cae por el abismo, las plantas que secan dentro de la casa, la muerte diaria de los seres queridos y uno mismo.
Esta novela pone en jaque muchas situaciones de la cotidianidad humana. Con una narración delicada, como si te lo contara un niño, golpea todos los ámbitos de la infancia y los coloca en posibilidades de buenas experiencias o traumas.
La tristeza se va entiendo conforme se va sintiendo en sus diferentes formas y motivos. Los cuestionamientos se van respondiendo solos, aunque no de la mejor forma e invaden el cuerpo con “el vértigo” que trae consigo asomarse por el abismo.
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