Por: Redacción/
Pocas iniciativas de investigación científica en México poseen tantos frentes abiertos como el Programa de Arqueología Urbana (PAU), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el cual en la última década ha realizado una cantidad de descubrimientos impresionantes que brindan un panorama más completo de las edificaciones próximas al Templo Mayor de la antigua ciudad de México-Tenochtitlan, particularmente las ubicadas frente a éste.
¿Cuál es el futuro del PAU a 17 años de su instauración?, el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, responsable de este equipo que realiza trabajos de salvamento arqueológico en las siete manzanas (500 metros por lado) del Centro Histórico de la Ciudad de México bajo las que yacen los restos del Recinto Sagrado tenochca, lo tiene claro: seguir investigando y protegiendo este patrimonio; y, en los casos conducentes, dejar al descubierto las estructuras prehispánicas excavadas.
En colaboración con el arquitecto Luis Rosey Bermúdez, el PAU trabaja (con los datos ya confirmados a través de la exploración) en la reconstrucción tridimensional de algunos de las edificaciones que ha podido excavar de manera parcial, entre ellas el Huei Tzompantli —que debió tener aproximadamente 40 m de longitud¬—, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl y el Calmécac. Poco a poco, la ciudad mexica resurge, aunque con el apoyo de programas computacionales.
Al charlar con el público sobre los avances y perspectivas del PAU, en el marco del ciclo de conferencias alusivo a la exposición Revolución y estabilidad, con la que el Museo del Templo Mayor conmemora 30 años de su apertura y 40 años del Proyecto Templo Mayor, Raúl Barrera precisó que si bien el arquitecto Ignacio Marquina hizo una maqueta muy cercana a la conformación del Recinto Sagrado de Tenochtitlan en los años 60, la excavación arqueológica permite ahora ser aún más precisos en la ubicación y características de ciertas estructuras.
En este repaso por las labores del PAU desde 2009, el arqueólogo del INAH explicó la información que ha salido a luz en torno al Cuauhxicalco o “Recipiente del águila”, una estructura circular vinculada al adoratorio del dios Huitzilopochtli; varios de los hallazgos registrados en predios de la calle Guatemala: el Huei Tzompantli, el Juego de Pelota, el Templo de Ehécatl y el Calmécac; así como los restos de una gran plataforma que ahora el transeúnte puede observar sobre la calle Argentina a través de una ventana arqueológica.
Barrera precisó que son pocos los edificios del recinto sagrado de los que se conocen sus dimensiones totales, algunos de ellos son el Templo Mayor y una serie de altares que se encuentran a su alrededor, la Casa de las Águilas, el Templo del Sol (que se localiza bajo la Catedral Metropolitana), el Juego de Pelota (ubicado en la parte posterior de la catedral, sobre Guatemala y algunos predios de la misma calle), el Cuauhxicalco y el Templo de Tezcatlipoca en el edificio del Arzobispado.
De estructuras como el Templo de Ehécatl y el Huei Tzompantli, recientemente se ha confirmado su existencia, sin conocerse aún sus dimensiones reales. Restos de este último se localizan en un predio de la calle Guatemala, donde entre 2016 y 2017 fue posible corroborar que se trata del muro de cráneos citado por los cronistas conquistadores, como Andrés de Tapia. Presenta una orientación norte-sur, y tiene aproximadamente 70 cm de altura.
Dedicado al dios de la guerra, Huitzilopochtli, del Huei Tzompantli se han identificado dos etapas constructivas que datan de los años 1486 y 1521. El piso de estuco de la penúltima etapa (Etapa VI, 1486-1502) presenta evidencias de orificios circulares que sirvieron para hincar los postes de madera que soportaron las varas en donde eran colocados los cráneos de los individuos sacrificados. Es posible que la plataforma haya tenido 34 metros de longitud por 14 de ancho, dimensiones probables que se han retomado para su reconstrucción tridimensional.
Hacia el límite norte de la plataforma, se encontró asociado al núcleo, un muro circular (de 4.70 metros de diámetro) elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa de cal, arcilla y arena. Contiene cientos de cráneos que en un primer momento debieron formar parte de la empalizada, y corresponden en su mayoría a adultos jóvenes masculinos y en menor medida, femeninos, así como algunos infantes.
Del contexto del Huei Tzompantli se recuperó una muestra representativa conformada por 191 cráneos, los cuales serán analizados a profundidad para conocer más sobre los rituales en este espacio, señaló el responsable del PAU, quien hizo hincapié que los españoles vieron en este edificio, uno de los más relevantes del recinto sagrado, una “exhibición de la barbarie” del pueblo mexica, supuesto que usaron como argumento para emprender su conquista.
“En realidad, el Huei Tzompantli muestra la cosmovisión que esta cultura tenían sobre la vida y la muerte. Para nuestros antepasados, la vida era un continuo que tenía en la muerte sólo un estadio. Esta edificación era manifestación del culto a la vida a través de la muerte, eso era el tzompantli, un espacio sumamente sagrado para esa época”, expresó el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez.
Otro de los edificios más representativos del recinto sagrado fue el Templo de Ehécatl, que se ha confirmado estaba alineado con el adoratorio de Tláloc en el Templo Mayor. Consta de una plataforma rectangular de dos cuerpos de aproximadamente 34 metros de norte a sur, con un adosamiento circular en su parte posterior de 18 metros de diámetro, aunque no se ha definido su extensión este-oeste, porque parte de su fachada principal se ubica en los edificios aledaños a Guatemala 16.
Cronistas como los frailes Diego Durán y Juan de Torquemada, describieron a este edificio alineado a la salida del sol, como un basamento que servía de base a un edificio redondo. Conforme estos relatos, su entrada tenía forma de fauces de serpiente.
En ese mismo terreno, Guatemala 16, en el extremo oeste, se localizaron los restos de una escalinata que quizás esté asociada al cabezal poniente por donde debieron ingresar los combatientes a la cancha. El Juego de Pelota quedaba alineado con el adoratorio de Huitzilopochtli, dios de la guerra.
Respecto al Cuauhxicalco, descubierto durante los trabajos en la Plaza Manuel Gamio, y que ahora se puede admirar en el nuevo acceso al Museo del Templo Mayor, Raúl Barrera detalló al público que se trata de un edificio circular de casi 17 metros de diámetro por 1.70 de altura, y se ubicaba justo al pie del espacio dedicado a dicha deidad guerrera.
Destinado, entre otras cosas, para la incineración de los gobernantes, el edificio ha sido fechado entre 1440 y 1469, época del gobierno de Moctezuma I. El muro que le da forma fue decorado con esculturas empotradas que representan cabezas de serpiente. Por el lado poniente, se encuentran restos de la escalinata principal.
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