Por. Redacción/
Posicionada como una de las zonas arqueológicas más concurridas por el turismo, Tulum, en Quintana Roo, es también un caso destacado desde la perspectiva de la conservación del patrimonio, esto debido a la influencia que sobre sus edificios, monumentos y su pintura mural, tienen el contacto directo con el mar, los fenómenos meteorológicos, la fauna endémica e incluso la naturaleza cárstica del subsuelo de la península de Yucatán.
Son, por lo mismo, diversas las iniciativas de preservación que en el sitio ha emprendido el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Una de ellas es el Proyecto de Conservación e Investigación de Pintura Mural en la Costa Oriental de Quintana Roo, cuyo objetivo es indagar, conservar y difundir las manifestaciones pictóricas existentes en la arquitectura de Tulum y de otras urbes prehispánicas de la región.
Dirigido por la restauradora Patricia Meehan Hermanson, esta iniciativa de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del instituto busca, desde 2011, ir más allá de los enfoques reactivos y lograr frenar, o aminorar cuando lo primero no sea posible, los deterioros en la pintura mural desde sus causas mismas.
Así, los más recientes trabajos efectuados en Tulum —y que antecedieron a la temporada 2018 del proyecto, iniciada el 15 de abril y que concluirá a finales de mayo— tuvieron que ver con la limpieza e impermeabilización de azoteas en los edificios de la zona que cuentan con pintura mural: El Castillo, los Templos de las pinturas y del Dios Descendente; así como con la limpieza de la Casa del Halach Uinic.
Dichas labores de mantenimiento se realizan anualmente con el doble propósito de proteger a las estructuras ante la temporada de lluvias y maximizar el tiempo que el equipo multidisciplinario del proyecto puede dedicar a las acciones propias de conservación y restauración en Tulum, Muyil, Xelhá, Tankah y otras zonas arqueológicas.
La impermeabilización de los edificios se valió de una técnica tradicional en la cual se aplicaron, durante siete días, mezclas consecutivas de jabón de barra y piedra de alumbre.
Para esta labor, indicó Patricia Meehan, el proyecto se apoya en ayudantes locales, como Mateo Tuz Kauil, quien desde 2011 asiste al equipo de restauradores en sus temporadas de trabajo, y a quien se capacita en las citadas acciones con la idea de que, a futuro, se genere un manual de mantenimiento que pueda ser implementado de manera regular por el personal de la zona arqueológica.
Aunado a las tareas de limpieza e impermeabilización, en la fachada del Templo del Dios Descendente se realizaron otros trabajos como la elaboración de pruebas de morteros para resanes, o bien, de registro; actividad que asienta las condiciones en que se encontró el vestigio previo al inicio de la temporada, y permite a los especialistas saber qué segmentos requieren mayor atención.
Cabe mencionar que durante etapas previas y en respuesta a problemáticas como la cristalización de sales solubles por acción del medioambiente, los restauradores colocaron un aplanado en la parte trasera de este templo (en el costado que da al mar), con el fin de que, a la vez que imite el color de la roca original, amortigüe la brisa y reduzca la presencia de humedad y sales en el edificio.
Asimismo, se optó por cubrir temporalmente la pintura que adorna el muro interior del templo; solución que permitirá proteger el acabado antiguo y estabilizar al muro sobre el cual está colocado, en conjunto con el proceso de secado y adaptación del citado aplanado externo.
Respecto a la citada nueva temporada del proyecto de conservación, la restauradora indicó que parte de la misma seguirá concentrada en la fachada del Templo del Dios Descendente. Allí se limpiarán y estabilizarán elementos policromados, como paramentos, jambas y dinteles, además del nicho y la escultura de dicha deidad maya, “una de las mejor conservadas y más finas en Tulum”, describió.
Impulsan formación de nuevos restauradores
Un factor más a destacar en esta pretemporada del proyecto de conservación de pintura mural, fue que por primera vez, gracias a un convenio establecido por el INAH y la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), funcionó como semestre optativo en la Licenciatura en Restauración de Bienes Muebles de esa casa de estudios.
“Tener este intercambio nos permite cumplir con otro de los objetivos del proyecto, que es el apoyo académico y la formación de nuevas generaciones de restauradores”, destacó Patricia Meehan.
Correspondió a Omar Valdés Hernández ser el primer estudiante de la ECRO en cursar su último semestre optativo dentro del proyecto de la CNCPC, por medio de una estadía de cinco meses in situ; misma que, en sus palabras, no solo le ha permitido intervenir directamente la pintura mural, sino también hacer frente a los diferentes factores que implica la práctica de campo en su disciplina.
“Me parece muy positivo que el INAH abra sus puertas a los estudiantes de restauración. Además, al ser el instituto encargado de investigar, conservar y difundir el patrimonio cultural de México, es la máxima instancia en la que uno como restaurador puede trabajar”, finalizó.
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