Por: Redaccción/
Raquel Huerta-Nava fue una de las figuras más versátiles de la cultura mexicana: poeta, ensayista, historiadora y editora, quien falleció este sábado 22 de diciembre a los 55 años de edad.
Nació el 29 de junio de 1963 en la Ciudad de México, entre poemas de seda, al ser hija de Efraín Huerta (1914-1982), El gran cocodrilo, uno de los poetas imprescindibles de la literatura castellana, y de Thelma Nava, poeta mexicana reverenciada en el extranjero.
“Me divertí muchísimo en la infancia al crecer con dos poetas” señalaba Raquel Huerta-Nava, cuya vida giró siempre alrededor de los libros y de la escritura.
Lo difícil, decía, “era conectarse con la vida real, eso siempre fue muy difícil y en ese sentido mi familia fue muy disfuncional y poco efectiva. La relación de mis padres fue puro fuego y creo que es la fuerza que me corre por las venas”.
En uno de sus primeros poemas, titulado Doble constelación, la escritora apuntaba que “cuando dos poetas se enamoran / reinventan el mundo” y de una unión así, surgió ella.
Su producción incluye los poemarios Canto a la pasión, Arena turquesa, La plata de la noche, Tramontana y Primera historia del viento.
Esta obra, comentó Geney Beltrán, coordinador Nacional de Literatura del INBA, amerita una relectura, porque “tiene una perspectiva intimista, personal, al mismo tiempo que de carácter reflexivo, sí es una aportación singular a la escritura lírica en México, que muy probablemente podemos afirmar que no ha sido del todo valorada”.
Geney Beltrán recordó que la maestra Raquel Huerta-Nava desarrolló una trayectoria en el campo de la poesía, de la investigación literaria y de la narrativa.
“Y sí aportó una mirada exhaustiva, crítica, mesurada, tanto en el campo de su propia creación como en su labor y recuperación de obras literarias que gracias a su faceta de investigadora, consiguió que se dieran a conocer de nueva cuenta”.
Raquel Huerta-Nava no sólo heredó de sus padres el gusto por la lectura y la escritura, por lo cual estudió Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sino también una inmensa cantidad de papeles que algún día quería terminar de organizar.
Apenas en 2014, la hija de El gran cocodrilo anunció el descubrimiento de seis poemas inéditos de Efraín Huerta. ‘‘Se supone que hoy día todo está investigado, escrito, dicho y publicado sobre la obra de mi padre, en particular su poesía, pero no. Hace poco descubrí una serie de poemas que no están editados”.
Tres de esos poemas eran unos sonetos con los que un joven Efraín Huerta ganó el Premio de las Flores de San Ángel en 1941, a pesar de lo cual permanecieron inéditos. Los otros tres eran aún más antiguos, escritos en 1935 y publicados en un diario de la época ya desaparecido, por lo que se perdieron en el olvido.
Especialista en la obra de su padre, señalaba que “Efraín Huerta es uno de los poetas más importantes del siglo XX en América Latina. Su exquisito manejo del arte poética aunado a su vitalidad expresiva lo convierten en uno de los epígonos de su generación. Es un poeta de ruptura; inmerso en su transcurrir histórico no duda en utilizar las técnicas neovanguardistas en forma magistral, creando espacios que no habían sido descubiertos en la expresión poética”.
Justamente, el coordinador Nacional de Literatura del INBA, destacó la labor como investigadora de Huerta-Nava, cuyo trabajo fue muy valioso para poner de nuevo en circulación, en el contexto del centenario del natalicio de su padre, textos que ya eran de difícil acceso.
Pero además, apuntó, Raquel Huerta-Nava reveló un perfil distinto de El gran cocodrilo, al recuperar su labor de periodista, ensayista y autor de prosa reflexiva, “esa es una labor muy dedicada y paciente que la maestra desempeñó con muchísima acuciosidad”.
Y es que Huerta-Nava también fue investigadora, labor que desarrolló en instancias como el Archivo General de la Nación, la Dirección del Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Dirección del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México y el Colegio de Michoacán.
Editó la revista El Cocodrilo Poeta, fue subdirectora de Publicaciones y Documentación del Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura y en 1997 obtuvo el Premio Nacional Vidas para Leerlas, otorgado por el Conaculta, para la creación de biografías por su obra El guerrero del alba. Biografía del caudillo de la independencia Vicente Guerrero.
También escribió y publicó diversas biografías de personajes como Nezahualcóyotl, Gonzalo Guerrero, Bernal Díaz del Castillo, Alexander von Humboldt y Diego Rivera y publicó antologías literarias de sus padres: Thelma Nava, El verano y las islas (1998); Efraín Huerta, Órdenes de amor (1999) y El alba en llamas (2002).
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