Por. Redacción/
Una de las exposiciones más elogiosas del centenario de la Constitución Mexicana fue Escudo Nacional. Flora, fauna y biodiversidad, que se presentó con gran éxito en el Museo Nacional de Antropología (MNA). Un año después, a propósito de un aniversario más de nuestra Carta Magna, sale a la luz el libro homónimo de la muestra, el cual es mucho más que un catálogo, es un compendio como nunca antes se había publicado, de los estudios y las imágenes referentes a este símbolo patrio.
El escenario para presentar esta importante edición no podía ser otro que el MNA, donde diversas personalidades conversaron sobre la coordinación alcanzada entre la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), para contar con un libro de esta envergadura: 476 páginas, 30 ensayos distribuidos en seis capítulos, 33 autores convocados, 530 imágenes, 390 piezas debidamente referenciadas. La biblia del Escudo Nacional mexicano.
Al respecto, el director general del INAH, el antropólogo Diego Prieto Hernández, recordó que en los mitos de origen de los distintos pueblos mesoamericanos y entre los pueblos indígenas actuales, el mundo animal y el vegetal son actores del mundo. Y en ese sentido, el Escudo Nacional, “el emblema más representativo de la identidad mexicana”, es la encarnación de un mito que ha trascendido el tiempo, el de la fundación de México-Tenochtitlan.
“La narrativa del Escudo Nacional, de su legitimación y permanencia, transita a lo largo de nuestra historia como nación independiente. Se trata del único distintivo cuyo relato visual recupera, a lo largo de ochos siglos, la persistencia de un conjunto de elementos simbólicos de uno de los pueblos mesoamericanos más complejos: el mexica.
“Incluso durante el periodo virreinal, el nuevo orden hispánico no pudo arrancar la presencia de aquellos símbolos. Por eso los criollos del siglo XVIII lo retomaron como parte de un proceso de afirmación e identidad nacional que aparecería con más fuerza en el curso del movimiento independentista. Esa es la historia que este libro intenta reconstruir”, expresó el titular del INAH.
El ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y coordinador general de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), José Sarukhán Kermez, destacó que nuestro Escudo Nacional es “el más biodiverso del mundo”. Aunque existen ejemplos como el escudo canadiense que retoma la hoja de maple o el de Líbano que recrea el cedro que le da nombre, el de México encierra una profusión de elementos.
En el escudo se incorporan seis elementos biológicos: el nopal, el águila, la serpiente, caracoles y ramas de encino y laurel. También se incluye la representación pictórica del agua con chalchihuites (cuentas de jade) que se alternan con los caracoles referidos, así como el signo de la piedra viva en donde crece el nopal.
José Sarukhán refirió que los tres primeros elementos tienen su origen en las relaciones del mito mexica de la fundación de Tenonchtitlan. Los caracoles, al igual que los chalchihuites, forman parte del signo compuesto del agua en el sistema de escritura pictórica del centro de México, y se asocian con el águila que se posa sobre el nopal en varios códices del periodo virreinal temprano. Las ramas de encino y laurel son símbolos proporcionados por la cultura española del siglo XVIII, retomados a su vez de la larga tradición grecorromana.
Rodolfo Lacy Tamayo, subsecretario de Planeación y Política Ambiental de la Semarnat, dijo que consecutivamente y según el tipo de gobierno en turno, le fueron añadidos otras representaciones y símbolos, entre ellos, la Virgen de Guadalupe, la corona imperial, el gorro frigio, etcétera, sin embargo a lo largo de los siglos los componentes esenciales permanecieron.
Destacó la figura de Jorge Enciso, a quien el gobierno constituyente de Venustiano Carranza comisionó para reelaborar el Escudo Nacional y fue su propuesta iconográfica la que se ha mantenido en los últimos cien años; salvo otras adecuaciones que se llevaron a cabo a este símbolo patrio en 1968, durante el mandato de Gustavo Díaz Ordaz, bajo la influencia de los diseños que se estrenarían en las Olimpiadas de ese año.
Sobre esa historia reciente del Escudo Nacional, sobresalen los ensayos de Josefina Moguel y Mercurio López Casillas: Las águilas del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza; y Jorge Enciso: ilustrador y artífice de símbolos.
Antonio Saborit, director del MNA, concluyó que la diversidad de enfoques es justo una de las tantas virtudes de esta publicación. Biólogos, arqueólogos, historiadores, historiadores del arte, antropólogos, juntan sus voces en este libro para hacer una loa del Escudo Nacional.
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