Por: Redacción
En una estepa sin dioses, quién más creador del mundo que el poeta. Para obstinarse además en perseguir y saltar sobre la caza, a pesar de la ira, a pesar de la decepción, a pesar de la encrucijada político-poética, hace falta que el poeta sea un tigre que solamente se domestique ante la forma, pero sin permanecer inmóvil ante ella. El hombre y la existencia son un tropo, aproximarse a sus posibles sentidos es lo que se encuentra en , publicado por el programa Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura. A cuento viene que el poeta acaba de ser reconocido hace unos días con el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español. Eduardo Lizalde. El vino que no acaba. Antología poética (1966-2011)
“Un mapa es como una antología –explica Jenaro Talens en el prólogo. Toda selección es siempre un nuevo libro, implica articular un modo específico de leer y resumir una trayectoria”. El sujeto, el poeta y lo vivido se encuentran en un “continuo desplazamiento y transformación”, que determina solamente la naturaleza de su impulso. En el origen de Eduardo Lizalde está el poeticismo, el intento por devolver a la poesía inteligibilidad frente a la poesía surrealista, luego vendría también, apunta Talens, “el ejercicio liberador que supuso para él abandonar la obsesión por filosofar desde la poesía”. La poesía para Lizalde debe tener un sentido universalmente comunicable.
No hay un pegamento que una las cosas a su nombre o su sentido, el nombre tiene facetas anárquicas en tanto que elude una sola interpretación, un mismo significado. El hombre se cerciora en los nombres, calma en ellos su incertidumbre, pero el nombre es una arbitrariedad, un accidente, por eso el poeta sale en metafísica expedición a su encuentro, en su poemario ” porque “el nombre humea por tu cuerpo (…)/ el nombre lame lo que nombra (…) / nombres que te envuelven sin tacto”. De los sentidos, entonces, es el reino del designar que parte indudablemente de la morfología ligada al símil, a la metáfora, a la sugerencia.Cada cosa es Babel
Las palabras no son totalmente lo contenido, “divide en dos tu pecho,/ te envuelve,/ te cabalga/ y pinta también tu atmósfera”, también lo dispersan en la férrea contención y le obligan a habitar un universo, pero dice el poeta que las cosas rompen sus frascos, así, cuando decimos “una lámpara “jaula de luz o rayo en vacaciones/ que levita en la sala/como el jugo más dulce del pincel”, la poesía que es acción lo libera y vemos salir corriendo “la turba de tus nombres/ cada cosa es Babel”.
Sin embargo aparece otra instancia, visible al sentido, invisible aún al lenguaje, Lizalde lo descubre en el ceño de una joven rubia “tan fruncido/ que genera fibromas bajo la piel de esmalte/ Esta es la cosa muda”. Lo que nos mueve o paraliza, lo que está latiendo en la desesperación es insonoro y es su estruendo lo que necesitamos llamar, es el poeta quien viene a nombrar el temblor del pan frente al cuchillo, y “la chatarra o migajón de los objetos”.
Trashumantes, las palabras a veces quedan colgando en el pasado cuando aquel o aquello que señalaban desaparece, o andan sin pulso cuando forman el nombre de las mentiras, como: libertad.
A veces la poesía es la respiración de un tigre, quizá a él deba gran parte de su existencia, sobre todo cuando se le siente estar dentro de la . Las formas que toma en el poemario , son principalmente: el derrumbamiento del amor y el odio. Ese tigre que crece durante la noche, cuando parece que reposa, “que sólo puede herir por dentro/ y pierde la cabeza con facilidad”, ruge, aúlla, tira zarpazos, se destroza contra los cristales, cae, destruye. casaEl tigre en la casa
Cada verbo es una onomatopeya de cómo suena luchar; una defensa, un ataque nacido como respuesta a una ofensiva que llega al decaer el amor “recuerdo que el amor era una blanda furia/ que el amor era una fiera lentísima:/ mordía con sus colmillos de azúcar/ y endulzaba el muñón al desprender el brazo”. A este momento en que el entusiasmo es feliz anestesia, donde los amantes ensayan arquitecturas con su cuerpo, y se hacen “columnas románicas”, o la amada es un “Golden gate” le sigue el zarpazo y el reclamo “Que tanto y tanto amor se pudra, oh, dioses” que se abre infinito en cuanto aparecen los dioses, instancia de lo eterno inmóvil y por lo mismo inmutable. No hay caso, el amor sucumbe a la bala más pequeña, aclara el poeta, pero el amor se conserva en el odio, por ejemplo en la tarántula “que vive enamorada/ dicen que mata a veces,/ pero muerde y descarga sus tinturas internas/ contra otro,/porque no alcanza a morder sus propios miembros/y le parece que el cuerpo del que pasa,/ es el suyo”.
Desafiando a las emociones, aparece la inteligencia, si en posiciones fueran representados el uno estaría de rodillas mientras la otra lo enfrentaría de pie. Pero “aesa epidemia debemos todo el dolor de la vida”sentenció Huidobro, y de ahí está sujeto el lamento de , del poemario . Posibilidad edénica en un instante, la revolución tropezó consigo misma y la dialéctica termina en la misma síntesis “La soga estará siempre/ al cuello de alguien./ El Estado es eterno./¡Ay santo camarada! ¡Ay Cristo enorme/no hay destino bueno entre nosotros/. Después de la caída suena lo satírico en el poema, Y yo les dije, voy, estoy conforme/ Espérenme tantito.” O la desilusión de los versos de : “¿Cómo han de herirte a ti,/ unas palabras mías?/ Ni los tiranos más abyectos han caído,/ jamás por la literatura”. , Perdónquerido KarlLa zorra enfermaMañana, Revolucionarios: “Revolución, tiendo la mano
Las líneas de un poeta no se rompen, a lo más se vuelven paralelas, por ello en el poemario , encontramos el regreso al tema en Cómo un dolor tan grande/ para una sola criatura./ Cómo pueden ustedes,/ buitres maravillosos,/ ser tan perfectas máquinas de la necrofilia./ Yo invoco impunemente/nuestra hermandad de bestias/ (…) porque el dolor me ha hecho/ retroceder hacia otras razas”.OtrosLos torturados: “
Bajo el sino de Prometeo, el hombre poeta se rebela contra eso que debiera estar no existe, Dios es el vaso del reclamo “si existieras/te habrían juzgado en Nüremberg/ como criminal de guerra./ Y hubieras creado en Auschwitz/ una suntuosa cámara de gases/ con otra cruz en medio,/ para autoejecutarte/(…) porque tú has cometido la vileza espantosa/ de no existir,/ todo está permitido”.
“Se quedan muchos tintos en el tintero”, pero, aparecen en esta antología, múltiples y sucesivas posiciones del sujeto”, como apunta Talens, y es una apropiación generacional de uno de los mejores poetas hispanos, contemporáneos, que acaba de obtener el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2016.
Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929), es poeta, narrador y ensayista. Ha sido galardonado con el Premio Xavier Villaurrutia, Premio Nacional de Lingüística y Literatura; Premio Iberoamericano Ramón López Velarde, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines- Gatien Lapointe y el Premio Literario Internacional Alfonso Reyes 2011. En 2010 recibió la Condecoración de la Orden de las Artes y las Letras en grado de Caballero, conferida por la República Francesa, y el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español 2016.
Eduardo Lizalde El vino que no acaba Antología poética (1966-2011). Prólogo de Jenaro Talens. Selección: Marco Antonio Campos. Vaso Roto Ediciones/ Conaculta, México, 2014; 200 pp.
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