Por: Oswaldo Rojas
No recuerdo cómo fue la primera vez que oí de Rayuela, pero desde entonces y hasta antes de leerla todas las opiniones me guiaban irremediablemente hasta ella. Así, cuando finalmente tomé prestado un ejemplar de la biblioteca del CCH Oriente me pareció que tenía en mis manos uno de esos libros ‘de culto’ y de inmediato algo en mi quiso alejarse de él. Por suerte tuve la impertinencia de no hacerlo porque con sencillez me di cuenta de su bastedad.
El propio Julio Cortázar dijo en una entrevista en México -disponible para cualquiera que la busque en YouTube- sorprenderse de que los lectores de su novela no fueran gente de su edad, sino jóvenes, y que esos neófitos de la literatura encontrarán en Rayuela un breviario de sus experiencias y las espectativas de lo que ellos creían o esperaban vivir. Para él, que siempre pareció más joven de lo que en realidad era, ese fenómeno debió resultar irónico.
Ahora, a más de 50 años de la publicación de Rayuela es fundamental regresar a ella, pues a pesar de que los largos y revueltos monólogos que desarrolla Oliveira se mantienen intactos y la inefable Maga se sigue siendo enigmática y seductora, el tiempo sí le pasó factura a su vigencia.
La música jazz, el ritmo intelectual secundando a la revolución cubana y las propias relaciones entre los personajes son cada vez más distantes, en algunos casos ya incomprensibles sino sólo después de un esfuerzo de empatía de por medio.
Sobre por qué Rayuela sigue atrayendo lectores
Aun con lo anterior Rayuela llama a nuevos lectores por el tono bohemio en que desarrolla su historia. Pero la cualidad más atractiva y evidente solo va quedando clara con las relecturas. Se trata de la simetría de los personajes. El juego de similitud que genera Julio Cortázar entre Oliveira y Travaler y entre la Maga y Talita parecen cimentar la idea tan de moda en estos tiempos de que las cosas siempre están relacionadas -idea que él propio Cortázar desarrollo como parte de su teoría literaria en esta novela y en 62/ Modelo para armar.
Cuando la leemos por primera vez Rayuela parece querer contarnos algo más de sus personajes, algo que habita en el espacio entre ellos, en la periferia y de lo que Oliveira es el único consiente a plenitud. La intersecciones entre las vidas de todos sus personajes parecen tan azarosas, sin embargo Horacio insiste (e intenta entender) en que eso se llama movimiento brownoideo. El termino se refiere a la forma en se desplazan las motas de polvo o la forma en que vuelan las moscas, parece un sinsentido tan solo porque no se entienden las razones físicas que lo provocan. La simetría de la vida está en ese movimiento, algo aparentemente por encima del entendimiento humano.
Por otra parte Rayuela se fundamente en las teorías del psicoanálisis, esencialmente las que propuso Sigmund Freud en el siglo XX y que actualmente padecen un enorme descrédito. No es de extrañar que el propio Cortázar, que ya leía las teorías del psicoanalista de Viena desde sus 22 años, las quisiera agregar a su novela y sobre todo a la forma en que su protagonista dirige sus pensamientos.
De hecho lo que Freud nombra inconsciente tiene su nombre en la novela como paravisiones: un estado psíquico en el yo consiente se observa a asimismo en la distancia y con otra naturaleza.
Los puntos anteriores sirven para desarrollar la naturaleza central del libro que va mucho más allá de la historia de amor entre la Maga y Oliveira -y posteriormente con Talita-. Es la búsqueda del sentido de la vida en una sociedad imposibilitada para comunicarse con sinceridad. ¿Cómo pretendemos internos si no sabemos qué nos dirige en el día a día?
El gran dilema de Oliveira y por lo que no puede dejar de quejarse en las más de 600 paginas es que considera que todas las relaciones humanas están opacadas por el lenguaje. Por eso Cortázar llama a las palabra “perras negras” y dice que estas lo buscan, casi que lo persiguen, e insiste en decir que ya no ve en ellas nada real. Se trata del clásico dilema de si te digo que pienses en una silla ¿pensaste en la misma silla que yo?
De esta forma el argentino nos cuenta que no es posible amar con sinceridad, ni vivir con sinceridad a menos que encontremos la sencillez de la existencia, tal y como le pasa a la Maga. “ En guerra con la palabra, en guerra, todo lo que sea necesario aunque haya que renunciar a la inteligencia quedarse en el mero pedido de papas fritas…(Cap. 93)”.
No es una problemática banal, pues en realidad cuando uno es joven siente la misma incapacidad para entenderse con los otros, tal vez por eso ese sector encuentra tan cercana la novela. Por desgracia, la propia falta de experiencia de los lectores juega en contra del libro pues una persona que apenas tiene 20 años de vida no presta la debida atención al resto de sesgos que pueblan las paginas. No hablemos ya de entender los guiños que hace a partir de su basto conocimiento en literatura.
De esta forma Rayuela atrae a un publico constante, pero al mismo tiempo el hecho de que Cortázar la hiciera nacer arraigada a su tiempo marca cada vez más un espacio entre el lector y el libro. Esto último resulta nocivo para Rayuela pues no hay que olvidar que la idea era crear un texto que permitiera a sus lectores jugar con la trama, construirla de cero y desde la experiencia individual.
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