Por: Redacción/
Con Supernaturalia, la escritora mexicana Norma Muñoz Ledo ha logrado cautivar a lectores de cualquier edad. La obra, que trasciende géneros y subgéneros y conjunta lo fantástico y la tradición oral de los pueblos del país con la compilación enciclopédica, fue presentada en el antepenúltimo día de actividades de la V Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México (FCIPBO-CDMX).
Editado por Santillana, bajo el sello Loqueleo, los dos volúmenes que conforman el título tienen un doble atractivo: son producto de seis años de investigación en los que la autora profundizó sobre los seres mitológicos que protagonizan las historias en los pueblos; y las ilustraciones de los moneros Antonio Helguera y José Hernández que interpretan la visión que tienen de los seres los narradores originarios.
“Desde los inicios de la investigación, Supernaturalia ha sido el más latoso de mis hijos. Recopilé fuentes orales populares del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe). Ilustrarlo fue complicado porque está escrito como una especie de pseudociencia, con una visión de la naturaleza particular, y se tienen que entender las características de personalidad de cada ser. Helguera y Fernández lo pudieron hacer”, comentó Muñoz Ledo en el Foro Centzontle.
La también autora de Bestiario de seres fantásticos mexicanos y El señor Escolopendra, a quien le interesa abordar el imaginario del mundo porque “hay algo hay en estos seres que es parte de nosotros y es lo que uno va reconociendo cuando lee el libro”, estuvo acompañada por Mardonio Carballo y Antonio Helguera para comentarlo.
Para el poeta y periodista Mardonio Carballo, Supernaturalia está lleno de amigos tanto visibles como invisibles, “porque uno lo abre y lo primero que se encuentra es el prólogo de Alfredo López Austin, una de las máximas autoridades en cuanto religión mesoamericana, y también me encontré a Antonio Helguera y José Hernández”. Después, llegan seres mágicos de agua, otros que hacen crecer el maíz y deidades marinas como los aluxes, duendes, chaneques y sirenas.
La obra, “sin pretensiones folclorizantes o superchería, pero sí con una lógica literaria, ha sido para mí un descubrimiento importante porque los personajes los ha logrado la autora recorriendo el país. Es una especie de bestiario mágico, divino, con personajes que nos otorgaron miedo cuando éramos pequeños”, dijo el escritor originario de Chicontepec, Veracruz.
El caricaturista político Antonio Helguera, colaborador en La Jornada, platicó sobre la dificultad que enfrentó junto con su compañero Hernández para ilustrar debidamente la obra, “sin incurrir en estereotipos y sin caer en lugares comunes que no funcionan”.
“Es uno de los trabajos que más me ha costado ilustrar, precisamente para tratar de ser original y evitar errores. Además, no hay referencias gráficas; como se trata de personajes mitológicos, existe la interpretación que cada quien le da y las versiones gráficas de este tipo de personajes eran muy parecidas”, mencionó.
Agregó que “la investigación de Norma Muñoz Ledo es realmente valiosa porque son historias que conviene conocer, reconocer y reconstruir; historias de un México que la cultura prevaleciente hoy en día se empeña en desaparecer y ver como cosas premodernas y antiguas. Vivimos en la era del culto al dinero y a la superficialidad, entonces es importante no dejar que se pierda un mundo más genuino”.
Letras, traducciones y obras otomíes
En el Foro Centzontle de la FCIPBO-CDMX también se presentó el libro Paisaje de ecos, de Octavio Paz, traducido por Raymundo Isidro Alavez, especialista en lengua hñähñu (otomí) y académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien estuvo acompañado por la también docente de la institución María Concepción Santa María para hablar de la influencia del Premio Nobel de Literatura 1990 en las diversas lenguas que convergen en México.
“Nuestro territorio es nuestra raíz, es el sustento de nuestra herencia genética y cultural, por eso este trabajo de traducción al hñäñu, para entrelazarlas una a la otra”, aseguró Alavez sobre la relevancia de este ejercicio de traducción a la lengua también conocida como otomí.
Además, dijo, “la edición del volumen se encuentra en una espacie de limbo debido a la muerte de Marie José Paz en julio pasado”, quien administraba el legado de Octavio Paz, incluidos los derechos de autor, regalías, inmuebles y archivo documental del escritor fallecido en 1998, señalando que se “está a la espera de que haya las condiciones necesarias para editarlo físicamente”.
Más tarde, en ese mismo foro el mismo Raymundo Isidro Alavez impartió una conferencia sobre traducción en lenguas indígenas, en específico sobre la traducción del otomí, lengua viva que se habla, en sus distintas variantes, en los estados de Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Puebla, Michoacán, Estado de México, Veracruz y San Luis Potosí.
“Se ha dicho que un traductor es un traidor porque de cierta manera traiciona la forma y manera en la que está escrito el texto original. Trato de no incurrir en ese desacierto. ¿Qué hay que hacer? Pues hay que darle varias lecturas al texto para poder entrar en esa sintonía de pensamiento”, aseguró el académico de la FES Acatlán sobre los desafíos a los que se enfrenta a la hora de trasladar el español al otomí y viceversa.
De igual forma, Alavez consideró que no es lo mismo escuchar una narrativa en español que apreciarla en una lengua autóctona, como en el caso del hñäñu donde se omiten algunas palabras, pero sobre todo sentimientos.
Desfilan trajes típicos de Guatemala
Una pasarela de trajes típicos de las distintas regiones indígenas de Guatemala, país invitado a la fiesta con sus poblaciones indígenas quichés, kakchikeles y tzutujiles, se realizó a mediodía en el Escenario Principal para el deleite visual de los asistentes.
Organizado por la Embajada de Guatemala en México y la Secretaría de Cultura capitalina, el desfile inició con la exhibición del traje maya quiché masculino y femenino, representado por el ajpop (organización espiritual maya) Rolando Pérez, del Departamento del Quiché —uno de los más poblados y con más idiomas indígenas del país centroamericano— y Yolanda Juárez, del departamento de Sololá.
El traje masculino maya quiché que pudo ver el público está conformado por camisa y pantalón de manta blanca, faja roja (puede ser de otro diseño y color diferente), sombrero de palma natural elaborada a mano y sandalia de cuero trenzado. El traje que usan las mujeres consta de un huipil (blusa) con mangas y diseños donde se plasman las manifestaciones de la naturaleza, hechos de telar de cintura, de pedal o con material de algodón; un corte (falda) enrollado a la cintura con bordado relativo a los cuatro puntos cardinales, una faja que la sostiene y un perraje (rebozo) teñido con técnica de añil y pintura de cochinilla.
Juana Laynez hizo la demostración del traje regional usado en Santiago Sacatepeques (municipio que se encuentra a 17.5 kilómetros de la ciudad de Guatemala), con un huipil rayado con franjas rojas y decorado con hileras trasversales de figuras geométricas, básicamente triangulares. El corte es de azul liso y la faja una tira con ancho de 18 centímetros, rayado en amarillo y rojo, y decorada con tres hileras de puntadas en color rojo, morado y amarillo.
El traje de Totonicapán, región sur occidental de Guatemala, lo portó Irena Larios. El huipil posee un bordado en seda y es utilizado solamente en ocasiones ceremoniales, el corte cuenta con bordados en telar de pedal y sus hilos son teñidos con técnica ancestral llamada ikat (anudado). El diseño se complementa con cintas de seda en el pelo, las cuales son tejidas en telares pequeños en la técnica de tapicería.
También desfilaron los trajes femeninos de las regiones de Patzún (ubicado en el Departamento de Chimaltenango), de Chichicastenango y de Quetzaltenango, este último de índole ceremonial conformado por el ix´cap (cinta de 20 varas que representa los 20 nahuales del calendario maya) y el nim pot (huipil grande que utiliza el amarillo, morado y rojo para representar en ese orden la autora al amanecer, la oscuridad de la noche y la sangre que han derramado los antepasados).
Por quinto año consecutivo, el Gobierno de la Ciudad de México a través de la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades, la Secretaría de Educación y el Consejo para Prevenir la Discriminación, en colaboración con el Consejo de Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México, organiza este encuentro que con el eje temático Lenguas Indígenas y Movilidad Humana busca visibilizar y reconocer a la población indígena que habita en la capital.
Ésta es la primera edición que se realiza luego de que el Gobierno capitalino publicó en 2017 el decreto por el que la fiesta debe llevarse a cabo durante agosto con el fin de preservar el legado cultural indígena, a través de actividades culturales y en concordancia con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que instituyó el 9 de agosto como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
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