Por: Redacción/
¿Quién dijo que los mayas eran politeístas? A partir de este cuestionamiento, la antropóloga guatemalteca María Jacinta Xón Riquiac deconstruye en su libro Los otros, los silenciados, los globales y contemporáneamente presentes: Los incómodamente no vencidos, los mayas entre ellos, los orígenes de ideas establecidas por las ciencias occidentales acerca de su pueblo.
La publicación la presentó su autora en el penúltimo día de actividades de la V Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México (FCIPBO-CDMX) 2018 como parte del trabajo en conjunto que realiza la Embajada de Guatemala en México y la Secretaría de Cultura capitalina para difundir la riqueza de los pueblos de este país centroamericano invitado del encuentro.
En el Foro Centzontle, la historiadora quiché expuso que la publicación contiene un análisis de cómo los pueblos indígenas han sido subordinados no solamente a nivel político, sino en la fundamentación de sus propias ciencias. “Cuando se construyen las ciencias occidentales a partir del siglo XVIII, a la par de ello se construyen las neociencias, en este caso de las comunidades”, aseguró.
En palabras de Xón Riquiac, “toda la investigación gira alrededor de cómo la etnociencia, a partir de hacer comparaciones con la construcción grecorromana, establece en una exotización que los pueblos también tenían dioses… No existe un politeísmo como tal, existe desde mi punto de vista un materialismo malentendido y una epistemología (teoría y métodos del conocimiento científico) diferente a la positivista”.
Lo que sucede, dijo, es que los etnocientistas al querer entender a los pueblos indígenas, encontraron en el idioma quiché palabras en referencia a elementos sagrados como el agua y el fuego y lo interpretaron con el concepto de dioses, aunque en sí son valiosos para los mayas porque determinan y alientan la vida. Además, indicó que si bien existen seres espirituales que protegen, no necesariamente entran en la categoría de dioses, sino como entes que conviven con los humanos”.
Comentó que a diferencia de las ciencias positivistas del siglo XVIII que dividen los espacios en sociales, naturales, materiales y espirituales, en el caso de la epistemología maya no existe separación entre lo natural-material y lo espiritual-social. “Generalmente los etnocientistas son personajes fuera de los espacios de los pueblos indígenas, que no hablan los idiomas y que llegan con una construcción ideológica distinta a lo que son los pueblos”, afirmó.
En ese sentido, la autora de Los otros, los silenciados, los globales y contemporáneamente presentes —publicado en portugués como parte de la maestría que hizo en Brasil y en proceso de lanzarse en español para el próximo año—, comentó que el conocimiento de los pueblos indígenas es otra forma de entender la epistemología, y no es ni más ni menos, sino igualmente válida.
Como en otros países, “en su afán de nacionalización Guatemala ha tenido la necesidad de inferiorizar a los grupos indígenas para su dominación y explotación, con una serie de políticas cuya intención es cambiar los haceres y saberes de los pueblos y hacerlos más semejantes al ideal de Occidente”, agregó.
Resistencia del pueblo de Totonicapán
Horas antes, en el mismo foro de la V Fiesta de las Culturas Indígenas la socióloga maya quiché Gladys Tzul Tzul presentó su libro Sistemas de gobierno comunal indígena. Mujeres y tramas de parentesco en Chuimeq’ena’ que surge del interés por dotar de una comprensión política y no únicamente cultural a las comunidades indígenas de Guatemala.
Para la doctora egresada de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, quien ha profundizado sobre los círculos de poder y las disputas entre los gobiernos locales y los representantes gubernamentales guatemaltecos, “la unión entre el pueblo mexicano y el pueblo guatemalteco ha sido fraterno en los momentos de dolor”.
“En el pasado, en los años 80, el pueblo mexicano recibió a una de las más grandes olas de refugiados de comunidades que estaban escapando del genocidio. Por eso creo que es una responsabilidad de mi parte compartir ejemplos de resistencia a los pueblos de México que también están luchando por la defensa de su tierra comunal”, opinó.
Acompañada por sus colegas Shadi Rohana, Emilia Cruz y Francesca Gargallo, la académica originaria del cantón Paquí, Totonicapán, explicó que el objetivo principal de su investigación de doctorado es documentar cómo después de la Masacre del 4 de Octubre de 2012 —que significó un punto de quiebre después de la firma en 1996 de los Acuerdos de Paz en Guatemala—, su pueblo tuvo la capacidad de levantarse y denunciar el atropello del Estado.
Recordó que los manifestantes se oponían al cierre de la carrera magisterial normalista, a las elevadas cuotas de luz y a la modificación del artículo 66 de la Constitución (que dejaba de reconocer la organización de las comunidades indígenas en tierras comunales), por lo que marcharon y redactaron memoriales donde pedían explicaciones al entonces presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina.
“Eran causas que afectaban a las comunidades, pero en realidad a todo el pueblo guatemalteco. La lucha comunitaria de un lugar sitiado también es una lucha nacional y busca articularse con los problemas de todo un país”, afirmó Tzul Tzul.
El ataque de las fuerzas del ejército y la policía dejó un saldo de más de 150 heridos y seis personas muertas. “A pesar de la muerte y el dolor, las comunidades organizaron un velorio colectivo para rendir homenaje a los muertos —una fotografía del suceso conforma la portada del libro—, y tuvieron la oportunidad de recordar las matanzas y rebeliones de los años 80, 70 y 60, y toda la historia de muerte que ha habido entre el Estado y la resistencia indígena”, comentó.
Gladys Tzul Tzul dijo que le interesó plasmar en el libro la vitalidad de la respuesta de las mujeres. “Muchos de los discursos en contra la política militar y estatal fueron denunciados por mujeres, uno de los más centrales fue la apelación de que el presidente se había comido los cuerpos de sus maridos”, expresó.
Con el caso específico de la lucha organizada del pueblo de Totonicapán, la autora rechaza la postura de la academia y el gobierno de Guatemala que se han dedicado a considerar a las comunidades indígenas únicamente como cultura (idioma, comida, textiles, espiritualidad). “En México también se establecen políticas únicamente culturales, negando una condición política e histórica de la existencia de las comunidades indígenas”, aseveró.
Este domingo 2 de septiembre termina la FCIPBO-CDMX que por quinto año consecutivo, el Gobierno de la Ciudad de México a través de la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades, la Secretaría de Educación y el Consejo para Prevenir la Discriminación, en colaboración con el Consejo de Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México, organizan con el eje temático Lenguas Indígenas y Movilidad Humana para visibilizar y reconocer a la población indígena que habita en la capital.
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