Por: Redacción/
Las mujeres artesanas en México cumplen un gran rol en la sociedad, al plasmar en sus obras sus raíces, el orgullo de ser mexicanas y “nuestro sentimiento más puro, ya sea de tristeza o de alegría, pero siempre dejando lo mejor” de cada quien, expresó Candi Domínguez, oriunda de Izúcar de Matamoros.
Al participar en el IV Coloquio internacional Mujeres, feminismo y arte popular. Estrategias creativas de sobrevivencia, efectuado en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la creadora en barro policromado dijo que todas las piezas “son elaboradas con mucho amor y con la mejor esencia” de quien realiza obras “hermosas e irrepetibles”.
En la mesa De la tierra al cielo sostuvo que las artesanas “enfrentamos con valor todas las dificultades que se nos presentan día con día y tenemos la fortaleza de nunca rendirnos, por lo que quiero decir a todas las mujeres que se encuentran aquí, que se sientan orgullosas de sus costumbres, tradiciones y de su esencia, porque realmente valemos mucho”.
La doctora Eli Bartra Muriá, Profesora Distinguida de la UAM, señaló en entrevista que la realización de esta cuarta edición del Coloquio responde a la necesidad de establecer puentes de comunicación entre las artesanas y estudiosos del arte popular, pues la fuente de información sobre el tema son ellas y “las queremos tener siempre aquí”, que es donde “nos conocemos y reconocemos”.
La académica del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco observó que son escasas las investigaciones sobre el arte popular, en particular el realizado por mujeres, pese a que “las artesanas somos mayoría en México y el mundo”, lo que hace necesaria su visibilidad mediante coloquios como el organizado por la UAM.
Aun cuando existen indagaciones en materia de arte popular, en tanto objeto, y “tenemos grandes libros ilustrados, preciosos, con jarritas y tapetitos”, a menudo no se sabe quiénes los hacen y menos que son mujeres.
La intención de esta actividad –convocada por el Doctorado en Estudios Feministas y en la que participan investigadoras provenientes de México, Brasil, Ecuador, Puerto Rico y Estados Unidos, así como artistas de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Veracruz y Querétaro– es entretejer el trabajo que se hace desde la indagación y desde la creatividad de las artesanas.
Entre los trabajos expuestos durante los dos días de este Coloquio destaca un juego de la oca, que consiste en un textil denominado Bordadoras de la Oca, en que cada cuadro representa una denuncia sobre distintas problemáticas vinculadas al ser mujer.
Al desarrollar el tema Quedarse para vestir santos. Relaciones entre mujeres arte popular y religión, la doctora Eva María Garrido Izaguirre, investigadora de la Universidad intercultural indígena de Michoacán, retomó la frase que por lo general describe a la soltería de las mujeres para hacer una metáfora y referirse a quienes en realidad se dedican a vestir santos en festividades religiosas de distintas comunidades, en específico purépechas.
En Ocumicho, San jerónimo Purenchécuaro, Santa Fe de la Laguna, Angahuan, Tingambato y Zirahuén existen manifestaciones estéticas que están hechas para el culto, el cuidado y el ritual, las cuales encajan bien en las definiciones de arte popular, sin embargo, hay una ausencia en la representación del corpus en la materia, tanto en el ámbito académico, como institucional, y sobre todo, el rasgo particular de que son hechas por mujeres.
Una mirada sobre el tema explica que “quedarse para vestir santos” es una expresión que se utiliza de manera habitual y que implica la realización de la mujer, sí y sólo sí, está al servicio de un varón y sobre todo del patriarcado, lo que significa que “si no te casas tienes una vía alterna que es cuidar al padre, al cura o servir a los santos”.
Otra mirada radica en la idea del cuidado del prójimo, la cual está arraigada en el cristianismo y hace que sean muchas las mujeres que cuidan las imágenes religiosas, lo que está relacionado con otro tipo de oficios que las vinculan con lavar, vestir y poner copal o flores a las imágenes, con la intención de “ponerlas contentas”.
La doctora Garrido Izaguirre comentó que todos estos trabajos en las sociedades son imprescindibles e irremplazables, sobre todo en las festividades religiosas y cada mujer especialista es reconocida por su labor comunitaria o regional, sin embargo, aunque ésta es muy visible, ellas son invisibles para la academia y las instituciones.
La razón de esa situación radica en que la fiesta como un acto colectivo se visibiliza sin individualidades, es decir, no se ve a los sujetos que están detrás de esta tarea y, por otro lado, su temporalidad posiblemente provoca que los registros hechos en tiempos concretos no permitan su identificación.
Los objetos realizados por las artesanas no son comercializables, lo que los aparta de la gestión institucional; no obstante cumplan el papel de perpetuar tradiciones estéticas.
Estos elementos son también marcadores del tiempo y espacio, porque permiten que el colectivo reconozca el tiempo ritual –y se sienta en la fiesta cuando ve los adornos– y el espacio, indicando dónde tendrá lugar el festejo.
Además articulan el mundo humano con lo sagrado, pues son propiciatorios –se adorna para pedir por el cuidado del pueblo, la familia y el ganado– y son ofrendas que aseguran el favor de los santos y de otras divinidades para el colectivo.
Cada objeto es un agente social en sí mismo que “incorpora la agencia de la mujer que lo realizó con una potencia social y simbólica” alta y lo hace imprescindible y difícilmente reemplazable, sin embargo, a pesar de su visibilidad en el espacio colectivo, se invisibiliza a aquellas que lo hacen.
En la primera mesa del Coloquio participó también la escritora Francesca Gargallo, quien habló de mujeres, manualidades, artesanías, artes y literatura en Belice, así como la doctora Patricia Moctezuma, de la Universidad Autónoma del Estado de México, quien se refirió a la cerámica ritual ¿una expresión de patrimonio auto referenciado?
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