Por: César Dorado/

Dimensionando a la cultura como el modo de hacer las cosas propio de una comunidad humana, en donde el conjunto de manifestaciones se generan a partir de una oposición a sus aspectos genéticos o biológicos, a la “naturaleza”, también se puede ver al concepto como una materia de consumo en el que se ofrecen actividades como conciertos, exposiciones en museos, ferias de arte, películas, obras de teatro, danza, y más de lo que podemos disfrutar de manera gratuita o pagando algún precio.

Desde esta perspectiva, México cumple con ser un país sumamente rico en materia cultural, pues el colorido de sus festejos culturales y el carisma de su gente lo llevan a ser el principal punto de exploración para muchos turistas.
El país es el sexto a escala mundial-y primero de Latinoamérica- en contar con más Patrimonios de la Humanidad, pues cuenta con 34 sitios inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial, de los cuales, 6 bienes son naturales, 27 bienes son culturales y uno mixto. También, cuenta con mil 789 museos, y se posiciona como el segundo país de América Latina con más recintos, sólo después de Brasil, que cuenta con dos mil 447, de acuerdo con el Instituto Latinoamericano de Museos y Parques.

Y es que la riqueza cultural de México se encuentra en todas sus partes y sus escenarios pueden ser inusuales para muchos, tanto que incluso André Bretón llegó a definirlo como “el país más surrealista del mundo” y el propio Dalí sintió celos de la “Capital Cultural de América”. Pero con toda esa riqueza cultural que está a nuestra vista, ¿qué tanta cultura consume los mexicanos?

De acuerdo al Módulo sobre Eventos Culturales Seleccionados (MODECULT), en el país durante 2018, 58.1% del total de la población de 18 y más años de edad declaró que asistió a algún evento cultural seleccionado (Proyecciones de cine, conciertos, obras de teatro, exposiciones, espectáculos de danza) en los últimos doce meses, el restante 41.9% no asistió a lo largo del año a ninguno de los eventos culturales por los cuales se indagó.
En el módulo realizado se encontró que la población seleccionada decidió asistir a más proyecciones de cine con un 86.2%, seguido de conciertos con 49%, obras de teatro con 25.6%, exposiciones 25.5% y finalmente con espectáculos de danza en un escaso 22.1%.

El estudio también arrojó que, según el nivel de escolaridad, sobresale que la población de 18 y más años de edad que no ha concluido su educación básica es la que menos asistió en los últimos doce meses a eventos culturales seleccionados, pues se encuentra sólo un 28.8% a diferencia de aquellos que cuentan con al menos un grado de estudios universitarios, que lanza un 80.1%, más de 50 puntos porcentuales.

En cuanto al interés de la población de 18 y más años de edad por los diferentes eventos culturales, se identifica que los espectadores tienen mayor interés por proyecciones de películas, obras de teatro y los espectáculos de danza son los de menos interés, siendo el último el más olvidado con el 75.2% de interés en él.

Sobre las actividades culturales que realiza la población de 18 y más años de edad al visitar otra localidad, se declaró que realizan con mayor frecuencia probar algún platillo típico del lugar y Visitar el zócalo o plaza principal, con el 88.5% y 87.9%, respectivamente.

Y aunque las cifras demuestran que más de la mitad de la población encuestada se ve interesado en alguno de estos eventos, es considerable pensar en aquellas circunstancias que no permiten a las personas acercarse eventos culturales. Por una parte, reconsiderar qué tan alejadas de la cultura están las personas en calidad de pobreza que, a la expectativa de sí comerán o no día a día, piensan, o no, visitar algún recinto en donde se ofrezca algún espectáculo de este estilo.

También, analizar al resto del porcentaje ¿qué tipo de espectáculos culturales consumen?, y, siendo el país en donde, de acuerdo a Nielsen, el 91.5 por ciento de los hogares prenden la televisión diariamente y la dejan encendida 8 horas y 23 minutos en promedio, ¿qué tipo de espectáculos queremos consumir diariamente? ¿peleas mediáticas en entre cazadores de brujas y actores? ¿programas para encontrar el amor? ¿visitar centros comerciales? O simplemente, como plantea el filóso argentino José Pablo Feinmann, perdernos en la “Culocracia” después de un día ajetreado, 12 horas de trabajo y un futuro incierto.

Ahora, quizá queda en nosotros ver qué tipo de cultura queremos generar y qué tipo de cultura queremos consumir, pero ¿Cuáles son nuestras posibilidades educativas, políticas y económicas para poder consumir eventos culturales de calidad?