Por: César Dorado/
Sus composiciones lograron unir el folclorismo nacional con las nuevas vanguardias musicales que provenían de Francia y así, bajo una esencia melancólica y triste, trascender en la historia de México como el padre del modernismo y posteriormente como uno de los que le daría gran fuerza al movimiento nacionalista musical.
Aunque sus composiciones se pueden escuchar en la atmósfera de cada pastel de cumpleaños, ya que a él se le atribuye la creación de “Las Mañanitas”, y en el arrullo de una cuna donde descansa un bebé dormido, pues también es el creador de la obra “Estrellita”, Manuel María Ponce Cuéllar fue uno de los compositores mexicanos que resucitó al movimiento del folclor colorista, mismo que se había ido olvidando con el paso de la revolución mexicana.
Nacido en Fresnillo, Zacatecas y siendo el menor de doce hermanos, María Ponce se vio envuelto en la música desde su más tierna infancia, ya que su madre era una melómana pasional y una de sus hermanas mayores tocaba el piano. Al comenzar a experimentar con las teclas negras y blancas del instrumento, su hermana observó en él un talento que lo hacía apoderarse inmediatamente de la música y así, casi como el gran Mozart, Ponce ya interpretaba obras completas a los seis años.
Gracias a su talento nato y ver una insistencia al ejecutar el instrumento, sus padres decidieron meterlo a tomar clases de piano con el maestro Cipriano Ávila y a los 15 años ya era el organista en el templo de San Diego, Aguascalientes. Tres años más tarde viajó a la capital mexicana para ingresar y perfeccionar sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música.
Tres años más tarde, con una técnica perfeccionada y algunas ideas en mente, María Ponce viajó a Aguascalientes, Guadalajara y San Luis Potosí para ofrecer una serie de conciertos. Inspirado, dejó las tierras nacionales para viajar a el Liceo Musical de Bolonia, después a Italia y finalmente a Alemania, en donde perfeccionó sus estudios con el Maestro Martín Krause.
Las tierras europeas le dieron a Manuel María Ponce una nueva concepción de las vanguardias musicales, ya que se comenzaba a romper con los esquemas de las escuela clásica y romántica, para así formar el modernismo y la nueva experimentación de sonidos. Con una nueva perspectiva de la música y la composición artística, regresó a México para implementar clases de piano y agregar la materia de Historia de la Música para sus alumnos.
Sin embargo, el músico no estaría demasiado tiempo en México, ya que, al mostrar su apoyo a Victoriano Huerta, tuvo que ser exiliado a La Habana junto con el violinista Pedro Valdés Fraga. Pese a el exilio y la tensión política, Ponce aprovechó la situación para llevar a nuevas fronteras sus composiciones, en donde ya comenzaba a mostrar un estilo peculiar que oscilaba entre la escuela de los neoclásicos y románticos, junto con el folklor.
Pese a que su primer viaje a Europa le abrió los ojos para llevar a México una nueva escuela, no fue hasta pasada la revolución, en 1925, que logró instalarse en Francia, donde logró consolidar su estilo y pasión por sus raíces mexicanas en compañía del compositor francés Paul Dukas.
Aunque se instaló en la ciudad de las luces hasta 1933, regresó de nueva cuenta a tierras mexicanas en donde retomó sus clases de piano en el conservatorio y una cátedra sobre folklor en la Escuela de Música de la Universidad Nacional.
Así, pese a que gran parte de su aprendizaje se cimentaba en los estilos europeos, el compositor fundó en 1937 la revista Cultura Musical, en donde escribió una serie de ensayos sobre música tradicional mexicana, contraponiéndose y criticando a las vanguardias europeas que se apoderaban y ganaban terreno dentro del terreno artístico e intelectual nacional. Con una madures inalcanzable, Ponce continúo componiendo obras para piano, violín y guitarra, en este último destacó su “Concierto del sur” (1941), interpretado por el talentoso Andrés Segovia.
Pese a que la obra y aportaciones de Manuel María Ponce están más inmersas en la música tradicional mexicana, fue su altruismo e interés por los sonidos de su tierra lo que lo llevaron a ser un eslabón representativo para la historia de la música y toda la cultura del pueblo mexicano que, al mismo tiempo, reposan en Europa y Asia.
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