Por: Oswaldo Rojas
Considerados personajes amorales, peligrosos e inconformes con un país que había logrado vencer a Alemania, la Generación Beat probó nuevas formas de vivir en sociedad e incluso de salir de ella. Volvieron propia la cultura menospreciada y desecharon la que sus compatriotas presumían al resto del mundo. Firmaron con tinta, y sangre, su menosprecio por lo material y atacaron toda institución que maquillada no se reconocía como absurda. Es decir, los Beat fueron impropios con aquello que les había sido heredado.
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Con la victoria de los aliados en la segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se vio frente a la necesidad de reactivar su economía de formas que fueran más allá de la militarización y sus derivados -como la venta de armamento-. Estaba ante la disyuntiva de generar un moderno estilo de vida, que con los años llegaría a conocerse como American way of life, sostenible económicamente y que permitiera a los soldados que habían regresado del frente reintegrase a la industria laboral.
Lo anterior sucedió en medio de una nueva ola de religiosidad que endureció la moral y ética estadounidense. Fue tanto el impacto de la iglesia que en unos años el paradigma de vida exitosa implicó una rigidez intelectual que le venía bien a la generación que regresaba de la guerra y necesitaba un piso firme en el cual sostenerse ideológicamente, pero que rápidamente fue rechazado por los jóvenes estadounidense más radicales.
Hace falta recordar que en la década de los 50´s aquellos que fueron considerados comunistas eran fieramente perseguidos por ser parte de un modo de vida diferente al que E.U. propagandeaba. Además, hombres y mujeres homosexuales también sufrieron la represión de un estado negado a creer que había luchado en un campo de batalla internacional para permitir aquellas “desviaciones”. Con el tiempo estos años se verían como el inicio del movimiento hippie.
Paradójicamente la estabilidad económica que obtuvo Estados Unidos, ya iniciado el periodo conocido como Guerra Fría, permitió la aparición de una clase media joven, educada y que sin trabajar demasiado podían darse una estilo de vida acomodado. Se trataba de personajes cultivados dentro de ese aparato moral y utopista, mismos que vieron en él tan solo una muestra de la artificialidad en la que habían caído.
Hay que recordar que en la posguerra los inventos inicialmente creados para que los soldados lograran sobrevivir en la guerra se empezaron a vender a la sociedad: hornos de microondas, lavadoras, maquinas contables, comida enlatada, etc. Ese avance tecnológico puesto a disposición de las masas fue visto por los Beat como una sustitución de las ideas por las maquinas.
La rebeldía contra la sociedad-artificial surgió en diferentes frentes. Por un lado apareció a la venta el número uno de la revista Playboy, Thelonius Monk acaparó la esencia del jazz, Elvis Presley se consolidó como la imagen pop de la cultura y Navokov escribía Lolita.
Los tres Beat
En medio de ese ambiente escritores trabajaban en textos en los que reprochaban la materialidad de la existencia. Tres de ellos fueron los que se aún se considera mejor encarnaron esa disyuntiva: Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs. Cada uno generó una novela ahora icónica para el movimiento Beat. On the Road (1957), Howl (1956) y Naked Lunch (1959) respectivamente.
En estas novelas comparten los elementos que enmarcaron a la Generación: justificaban el uso de drogas en busca de la expansión de la percepción de la realidad inmediata y espiritual, retomaron la cultura del budismo zen para sobreponerse a lo artificial y mecánico, y defendieron el derecho a la libertad sexual ante el evidente (para ellos) fracaso de la familia nuclear.
El cruce de sus caminos inicio con un asesinato la noche del 13 de noviembre de 1944 perpetrado por David Kammerer contra Lucien Carr, ambos amigos de Burroughs. Este último fue llamado por Kammerer en busca de ayuda a lo que el escritor de Naked Lunch respondió diciéndole que confesara. Luego de eso el homicida llamó a Kerouac quien le ayudó a ocultar la evidencia. Las investigaciones terminaron por levantarles cargos a uno como testigo y a otro como cómplice. A partir de ese momento ambos escritores comenzarían una relación que ayudaría a ambos en el desarrollo de sus ideas. De hecho, de no ser por Kerouac, Burroughs jamás se hubiese decidido a compilar las anotaciones que originarían su obra más importante
El trabajo de los Beat sería retomado por la generación hippie posteriormente, aunque estos últimos usarían las consignas de amor libre, espiritualidad y ecología más a la ligera, dejando a un lado el rigor argumentativo de los Beatniks.
Su influencia llegó fresca a la generación X. Como muestra de eso el vocalista de Nirvana, Curt Cobain, conoció a Burroughs en 1993. Para el cantante el escritor reflejaba una parte importante de su psique y bagaje ideológico. Tras la muerte de Cobain, William solo pudo decir: “Lo que recuerdo es la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto”.
Antes de morir Burroughs anotó en su diario: “No hay nada. No hay sabiduría final ni experiencia reveladora; ninguna jodida cosa. No hay Santo Grial. No hay Satori definitivo ni solución final. Solo conflicto. La única cosa que puede resolver este conflicto es el amor. Amor puro. Lo que yo siento ahora y sentí siempre por mis gatos. ¿Amor? ¿Qué es eso? El calmante más natural para el dolor que existe. Amor”. Una muestra de la visceral sinceridad con la que los Beat habitaron este mundo y de cómo antes de querer ser un académico lleno de conceptos, una persona debe aspirar a ser sí misma de verdad.
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